El profundo cambio social que caracteriza las sociedades de finales del siglo XIX y principios del XX queda magistralmente registrado en la última de las grandes obras teatrales del escritor ruso Antón Chéjov. El jardín de los cerezos no es solo el retrato de una familia disipada y frívola que ni siquiera ante la pérdida de su última gran propiedad es capaz de un comportamiento realista, sino que, antes que nada, es el retrato del fin de un mundo marcado por la herencia, la tradición, la cuna y el apellido.
Chéjov retrata en su obra el protagonismo de nuevos sujetos que gracias al dinero y al trabajo acceden a convertirse en agentes de modernización. Lopajin, hijo de un servidor de la familia Ranévskaya, un hombre sin modales, sin estudios y sin clase, se levanta frente a Liubov Andréievna, mujer refinada y distinguida. Él posee dinero para comprar una finca que salvaría de la ruina a la aristocrática familia rusa propietaria de El jardín de los cerezos. Ella, incapaz de asumir ni por un solo momento el peso de la realidad, opta por huir y agazaparse en los recuerdos.
Esta obra que transita entre el drama y la comedia, aunque posee mucho más de lo primero, se representa en Madrid de la mano de Réplika Teatro y de los actores Antonio Duque, Socorro Anadón, Manuel Tiedra, Raúl Chacón, Rebeca Vecino, Javier Abad y Antonella Chiarini. La dirección de la obra, la adaptación del texto y la escenografía corren a cargo de Jaroslaw Bielski con la colaboración de Mikolaj Bielski.
El jardín de los cerezos da cuenta de un orden social caduco y en trance de desaparición del que sus protagonistas no son ni siquiera conscientes. Algo que, sin lugar a dudas, aumenta el tono dramático de la obra. La escenografía contribuye también a esto.
El director ha pensado un escenario desnudo en el que solo unas pocas piezas acompañan a los personajes. De este modo, se hace más evidente el retrato psicológico y social que se revela a través de los diálogos. Esta adaptación de la obra de Chéjov busca resaltar el contraste entre la honestidad y la frivolidad, la lealtad y la inconsciencia, la frustración frente al esfuerzo. El viejo criado y la institutriz representan los valores de la sensatez y la honestidad; el joven rico encarna el nacimiento de una sociedad dinámica basada en el valor del dinero; los integrantes de la familia Ranévskaya, marcados por el desamor y la frustración, son sujetos incapaces de mirar la verdad de frente. No se hacen odiosos, sino dignos de misericordia. Su frivolidad aparece en forma de pecado venial y su insensatez es fruto de la inconsciencia de quien cree poder seguir viviendo sin pensar en el futuro.
El jardín de los cerezos es la imagen de un mundo que languidece cuyos protagonistas se empeñan por recuperar un pasado al que ya jamás podrán regresar.
★★★★☆
Réplika Teatro
Calle Justo Dorado, 8
Guzmán el Bueno
Hasta el 29 de noviembre