El informe es la terapia - Alfa y Omega

El informe más valiente en la historia del Vaticano, que tendrá profundo impacto en la cultura eclesiástica, revela como principal villano a Theodore McCarrick, a quien Francisco expulsó del cardenalato en 2018 y del sacerdocio en 2019 por abusos sexuales de menores cometidos casi 40 años antes. En un nuevo gesto rompedor, el Papa ha ordenado colgar las 447 páginas en la web del Vaticano. Su lectura es desagradable, pero útil para quienes trabajan en curias, protección de menores o psicología clínica. El abusador y sus encubridores explotaban el clericalismo: se protegía al culpable y se silenciaba a las víctimas, sin compasión.

El tío Ted empezó abusando de monaguillos ya de sacerdote, antes de pasar a obispo auxiliar de Nueva York, obispo de Metuchen, arzobispo de Newark, de Washington, y cardenal. McCarrick, que ahora tiene 90 años, fue siempre un superdotado para la manipulación, llegando a engañar a Juan Pablo II con una carta en la que negaba todo acto indecente, cuando había abusado de cientos de seminaristas y sacerdotes.

Su ascenso al Arzobispado de Washington en el 2000 fue posible por el encubrimiento de tres obispos de Nueva Jersey que mintieron al nuncio de entonces. Sus correrías por el mundo posteriores a 2012 fueron posibles por el encubrimiento del nuncio Viganò, falso acusador del Papa Francisco en 2018.

Pero el peor escándalo eclesiástico de los últimos 100 años es también lección, vacuna y terapia. La lección la imparten centenares de cartas y testimonios de cardenales, obispos y víctimas. Es vacuna porque cualquier obispo tentado de encubrir o de extralimitarse sabe que puede terminar sancionado y, además, avergonzado públicamente en la página web del Vaticano. Ningún Estado ni institución ha llegado a este nivel de transparencia ante los propios fallos graves.

Es terapia porque extiende la protección de menores a los seminaristas, y porque ayuda a abordar los tres aspectos de una misma patología que Francisco llama «abusos de conciencia, de poder y sexuales». Prevenir los dos primeros —desclericalizando el ambiente—, evita llegar al tercero.