El hogar de las mujeres rotas - Alfa y Omega

El hogar de las mujeres rotas

Las adoratrices de Córdoba llevan 120 años trabajando con mujeres vulnerables, una labor que ha premiado la Junta de Andalucía. Acompañan a mujeres embarazadas o víctimas de violencia o trata «que salen con la vida reconstruida. Ese es nuestro mayor premio»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El año pasado las adoratrices acogieron a 40 mujeres y 35 niños. Fotos: Adoratrices Córdoba

La Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía ha galardonado a la comunidad de adoratrices de Córdoba con su premio Familias Andaluzas. Recogerán el premio en un evento que tendrá lugar este sábado 15 de mayo, Día Internacional de la Familia. Las religiosas, galardonadas en la modalidad de Familias e Inclusión, llevan 120 años en la ciudad atendiendo a mujeres a mujeres gestantes y familias monomarentales en situaciones de vulnerabilidad social.

Fue el 20 de enero de 1901 cuando un grupo de adoratrices llegó a la ciudad «simplemente a ayudar a las mujeres de aquel tiempo, a dar respuesta a sus demandas», afirma María Mateo, directora hoy de la Obra Social de las adoratrices en Córdoba.

En aquel tiempo atendían y acogían «a mujeres muy golpeadas por la violencia familiar, o que venían de la prostitución, y también menores procedentes de familias desestructuradas, casi todas españolas», señala.

A los pocos años de llegar montaron un colegio para niñas en el barrio de San Pedro. Más adelante compraron una finca de gran extensión en la sierra de Córdoba, que ha sido su hogar y el de muchas mujeres y sus hijos hasta el día de hoy.

En 1985 su trabajo tomó otro rumbo, tras detectar un vacío asistencial en el servicio a mujeres gestantes o solas con hijos a cargo. Las adoratrices decidieron fundar el proyecto Fuente de Vida, con el objetivo de centrarse en las mujeres gestantes que tenían dificultades para seguir con su embarazo. Ni siquiera pueden llevar la cuenta de la gran cantidad de niños que han venido al mundo gracias a su atención y cuidado. «La mayoría procedían de familias rotas y eran víctimas de violencia e incluso de trata de personas. Ninguna de ellas tenía apoyo de su familia ni de su entorno, pero todas lograron salir adelante».

En el año 1998 se construyó una nueva casa en la finca que sostiene hoy la estructura del proyecto: diez habitaciones individuales con cama y cuna para madres embarazadas y sus bebés, y otro edificio concebido como un hogar de transición para mujeres que están ya en fase de salida del programa.

Las adoratrices de Córdoba con un grupo de niñas en 1967. Fotos: Adoratrices Córdoba

«De lo mejor de Córdoba»

A día de hoy, la labor de la comunidad es acompañar y luchar por la inserción social de mujeres embarazadas sin apoyos y víctimas de trata y de violencia. Y si al principio eran casi todas españolas, «hoy ya tenemos de todos los países», asegura Mateo. Una de ellas es Rita, una hondureña que pasó tres años con ellas y a la que se le quiebra la voz cuando recuerda cómo la acompañaron. «No solo me respaldaron materialmente e hicieron posible que tuviera a mi bebé, sino que me ayudaron a estar bien en todos los sentidos. Además de ofrecerme una habitación y recursos como talleres, me dieron un apoyo emocional que hoy me ayuda a vivir. Son de lo mejor que hay en Córdoba», asegura.

Para cientos de mujeres como Rita, durante estos 120 años «hemos sido como su familia», dice la superiora de las adoratrices. Así, en la casa «las acogemos con todo el cariño del mundo. Nada más llegar las escuchamos y ellas nos cuentan toda su trayectoria de sufrimiento, porque han pasado mucho. Las llevamos a médicos y psicólogos y gestionamos sus trámites legales, pero sobre todo les damos tranquilidad, apoyo y escucha, porque vienen muy rotas».

Y si esas mujeres no están solas, las religiosas tampoco lo están, porque «en todos estos años hemos contado con el apoyo de voluntarios y trabajadores, de parroquias, empresas e instituciones de Córdoba que han sido muy generosas, tanto con ellas y como con nosotras», explica Mateo.

Por eso agradecen ahora el reconocimiento de la Junta de Andalucía, «porque ese bien que intentamos hacer vemos que tiene fruto en todas las mujeres que salen de aquí con la vida reconstruida. Ese es nuestro mayor premio».

Con la custodia al cuello

Cualquier mujer que llega a la casa de las adoratrices puede percibir que las religiosas llevan sobre el pecho un extraño objeto. Si la mayoría de las consagradas porta una cruz al cuello, ellas llevan la imagen de una custodia. «La adoración al Santísimo está en la base de nuestra vida», afirma María Mateo, la superiora de la comunidad. «Es de Jesús Eucaristía de quien sacamos las fuerzas para nuestro trabajo diario», añade. Eso es así desde que la fundadora de la congregación, santa María Micaela, fijara la adoración como un elemento básico de su espiritualidad.

Así, cada hermana pasa delante del Señor media hora al día y dos horas semanales de turno de noche, más luego el rato personal de oración que quiera dedicar durante el día. «Lo que hacemos no es un trabajo fácil», señala la religiosa. «Solas no podemos. Necesitamos al Señor».

Las chicas alas que acogen «saben que la capilla está abierta y pueden venir cuando quieran», explica. «Nosotras las invitamos y alguna viene incluso a la Eucaristía. Aquí hemos tenido bautizos de niños y también de alguna de ellas. Y yo, cuando me toca turno de noche, les digo: “¿Qué queréis que le diga a Jesús de vosotras?”, y siempre contestan: “Dile a Dios que nos ayude a mi familia, a mi hijo y a mí”».