«Lo estás deseando», pero «te dejaré aquí, ante mí, todo el tiempo del mundo. Por mucho que implores que te abra la puerta no lo haré». El guardián de la discoteca Mundo Dante contesta sin tapujos a esa chica —¿latina? bien puede ser de cualquier parte— que intenta que la deje pasar al garito. El galardonado dramaturgo Pedro Víllora utiliza la metáfora del lugar de moda para recrear la Fortaleza Europa, ese paraíso soñado por tantos y tan preservado por otros. «Si hubiese estado en tu lugar, también yo habría huido de ese infierno», asegura el guardián. «Nadie ignora que allí de donde vienes impera el mal. Eres digna de lástima y yo te compadezco». Pero «no tienes derecho a traer el infierno contigo. Sabes que, adonde vayas, tu miseria te acompaña».
Él es el extremo. Pero no duden que es representativo. Más de uno recordará —aunque sea políticamente incorrecto afirmarlo—, un mínimo pensamiento fugaz, una conversación de algún amigo, con alguien de la familia. Nos aterra lo diferente, nos provoca pavor que alguien traspase nuestra tranquila burbuja, no miramos dos palmos más allá. El retrato caricaturesco del europeo medio que interpreta Ángel Mauri provoca repulsa —o no—. Obsesivo de gimnasio. Cabeza rapada y músculos extremos. Cautivo del orden y del templo de su cuerpo, «un altar, un templo consagrado al bien». Él se ocupa de defender la polis, es un guerrero cuyo trabajo es que «nada malo pase». Cree que el mundo se extinguiría si no fuese por él, que lo vigilia, por el que vela para que no reine la confusión, que lleva al caos. Un signo de estos tiempos.
«Al otro lado de la puerta comienza el mañana», dirá el guardián. «Pero vosotros, los diferentes, no podéis entrar». Aunque cada día escuchemos en las noticias que hay una nueva masacre en algún lugar del mundo. Aunque bombardeen un centro de inmigrantes esclavos en Libia y mueran cien de golpe. Aunque casi un 95 % de las prostitutas de nuestro país sean víctimas de trata, vengan engañadas y sobrevivan a base de extorsiones, golpes y amenazas a sus familias. Aunque solo el 20 % de los muertos en el Mediterráneo hayan recibido digna sepultura. Del resto no encuentran ni los cuerpos. Aunque escuchemos a Óscar Camps en una charla TED reconocer cómo le atormenta recordar la mirada de esa madre que se hunde en el océano pero que le agradece con los ojos que haya salvado a su niño. Aunque ocurra todo esto a cada minuto en algún lugar del mundo, no pensamos demasiado en ello.
Y aunque el Mundo Dante no sea perfecto, lo cierto es que lo parece. Objetivo cumplido.
Una obra dura, en la que el actor muestra su gran capacidad interpretativa en varias disciplinas, en la que es imposible dejar de mirar, absorto, el escenario. Gran trabajo de la directora, Dolores Garayalde. Y un texto revelador de Víllora, en el que la Divina Comedia dantesca juega un poético papel fundamental. No se lo pierdan. Hace pensar. O no.