«El Espíritu Santo nos enseña a volver a empezar» - Alfa y Omega

«El Espíritu Santo nos enseña a volver a empezar»

Ángeles Conde Mir
Foto: Vatican Media.

El domingo de Pentecostés se ha celebrado en Roma con una eucaristía en la basílica de San Pedro tal y como se celebraba antes de la pandemia. Sin embargo, en esta ocasión la ceremonia no ha estado presidida por el Papa. Francisco está ahorrando fuerzas para el mes de julio que se le avecina con dos viajes internacionales muy intensos y complicados. Ha estado presente en la basílica de San Pedro, pero ha presidido la celebración el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio cardenalicio.

El Papa sí ha leído la homilía que había preparado. Francisco ha ofrecido una especie de ‘manual de uso’ del Espíritu Santo. Ha descrito lo que es y lo que no es el Paráclito; lo que viene de Él y lo que no procede de Él.

La primera clave que ha dado Francisco es clara: «El Espíritu nos hace ver todo de un modo nuevo, según la mirada de Jesús. Yo lo diría de esta manera: en el gran viaje de la vida, Él nos enseña por dónde empezar, qué caminos tomar y cómo caminar».

Ha explicado que el Espíritu Santo es «un motor» que recuerda todo porque es «la memoria de Dios»; pero no nos recuerda las caídas o los fracasos, sino que somos «hijos amados» y que «aunque hayas perdido la confianza en ti mismo, Dios confía en ti». El Espíritu Santo quiere entrar en los problemas que no se resuelven «con consuelos fáciles»: «Él, el Consolador, es espíritu de sanación y de resurrección, y puede transformar esas heridas que te queman por dentro. Él nos enseña a no suprimir los recuerdos de las personas y de las situaciones que nos han hecho mal, sino a dejarlos habitar por su presencia».

Pone orden en la vida

El Papa ha recordado que así obró el Espíritu Santo con los discípulos que por sí solos no hubieran conseguido salir de los remordimientos y el sentimiento de culpa por haber abandonado a Jesús. Sin embargo, con el Consolador sí. Porque el Espíritu Santo «pone orden en la vida; nos enseña a acogernos, a perdonarnos a nosotros mismos y a reconciliarnos con el pasado. A volver a empezar».

El Espíritu Santo también enseña a saber qué caminos tomar: «En otras palabras, el Espíritu, frente a las encrucijadas de la existencia, nos sugiere el mejor camino a recorrer. Por eso es importante saber discernir su voz de la del espíritu del mal».

Del Espíritu Santo no vienen ni la amargura ni los pensamientos tristes, sino que vienen del espíritu del mal «que se siente cómodo en la negatividad», «alimenta el victimismo, hace sentir la necesidad de autocompadecernos y de reaccionar a los problemas criticando, y echando toda la culpa a los demás». Por el contrario, el Espíritu Santo «nos invita a no perder nunca la confianza y a volver a empezar siempre. “¡Levántate, levántate!”, nos dice; siempre da ánimos» y lleva «esperanza y alegría a quienes encontramos, no las quejas ni la envidia; porque envidiar es la puerta por la que entra el espíritu del mal», ha asegurado Francisco.

El Papa ha descrito otras cualidades del Espíritu Santo como que es concreto y no idealista: «Quiere que nos concentremos en el aquí y ahora, porque el sitio donde estamos y el tiempo en que vivimos son los lugares de la gracia. El espíritu del mal, en cambio, quiere distraernos del aquí y del ahora, y llevarnos con la cabeza a otra parte». Ese espíritu del mal fomenta además «las habladurías y los chismorreos».

Enseña a la Iglesia «cómo caminar»

Por último, el Santo Padre ha añadido que el Espíritu enseña a la Iglesia «cómo caminar», enseña a la Iglesia «la necesidad vital de salir, la exigencia fisiológica de anunciar, de no quedarse encerrada en sí misma, de no ser un rebaño que refuerza el recinto, sino un prado abierto para que todos puedan alimentarse de la belleza de Dios, una casa acogedora sin muros divisorios». Por su parte, el espíritu del mal obra de forma opuesta, para que solo «nos concentremos en nuestros problemas e intereses, en la necesidad de ser relevantes, en la defensa tenaz de nuestras pertenencias nacionales y de grupo».

«El Espíritu Santo invita a abrirnos a todos. Y así rejuvenece a la Iglesia. Pero pongamos atención, es Él quien la rejuvenece, no nosotros», ha concluido Francisco.