El don de los testigos heroicos de la fe y del amor a Cristo - Alfa y Omega

El don de los testigos heroicos de la fe y del amor a Cristo

La beatificación de 498 mártires españoles del siglo XX en Roma ha sido especial en varios sentidos: por el elevado número de beatos, por tener a Roma como lugar de celebración, porque la Eucaristía se celebró en la plaza de San Pedro y porque, como colofón, los asistentes escucharon al Papa Benedicto XVI que, desde su ventana, rezó el ángelus y recordó el testimonio de fe de los mártires, cuya sangre es fecunda porque se convierte en apostolado. Las palabras del Papa fueron:

Papa Benedicto XVI
El Papa saluda a los fieles que llenaban la Plaza de San Pedro para el rezo del ángelus.

Aquí, en la plaza de San Pedro, han sido proclamados beatos 498 mártires asesinados en España en los años treinta del siglo pasado. Doy las gracias al cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, quien ha presidido la celebración, mientras saludo cordialmente a los peregrinos reunidos con motivo de esta alegre ocasión.

La inscripción contemporánea en la lista de los beatos de un número tan grande de mártires demuestra que el supremo testimonio de la sangre no es una excepción reservada sólo a algunos individuos, sino una posibilidad realista para todo el pueblo cristiano. Se trata de hombres y mujeres de diferentes edades, vocaciones y condición social, que pagaron con su vida la fidelidad a Cristo y a su Iglesia. A ellos se adecuan bien las expresiones de san Pablo, que resuenan en la liturgia de este domingo: «Mi sangre —escribe el Apóstol a Timoteo— está a punto de ser derramada en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe». Pablo, detenido en Roma, ve cómo se aproxima la muerte y traza un balance de reconocimiento y esperanza. En paz con Dios y consigo mismo, afronta serenamente la muerte, con la conciencia de haber entregado totalmente la vida, sin ahorrar nada, al servicio del Evangelio.

El mes de octubre, dedicado de manera particular al compromiso misionero, se concluye de este modo con el luminoso testimonio de los mártires españoles, que se suman a los mártires Albertina Berkenbrock, Emmanuel Gómez González y Adilio Daronch, y Franz Jägerstätter, proclamados beatos en días pasados en Brasil y en Austria. Su ejemplo testimonia que el Bautismo compromete a los cristianos a participar con valentía en la difusión del reino de Dios, cooperando si es necesario con el sacrificio de la misma vida. Ciertamente no todos están llamados al martirio cruento. Existe también un martirio incruento, que no es menos significativo, como el de Celina Chludzinska Borzecka, esposa, madre de familia, viuda y religiosa, beatificada ayer en Roma: es el testimonio silencioso y heroico de los muchos cristianos que viven el Evangelio sin componendas, cumpliendo su deber y dedicándose generosamente al servicio de los pobres.

Este martirio de la vida ordinaria es un testimonio particularmente importante en las sociedades secularizadas de nuestro tiempo. Es la pacífica batalla del amor que todo cristiano, como Pablo, tiene que combatir incansablemente; la carrera por difundir el Evangelio que nos compromete hasta la muerte. Que nos ayude y asista en nuestro testimonio diario la Virgen María, Reina de los Mártires y Estrella de la Evangelización.

Saludo en español

Saludo con afecto a los fieles de lengua española. En particular, saludo a mis hermanos obispos de España, a los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles que habéis tenido el gozo de participar en la beatificación de un numeroso grupo de mártires del pasado siglo en vuestra nación, así como a los que siguen esta oración mariana a través de la radio y la televisión. Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a Cristo, pagaron con su sangre su fidelidad a Él y a su Iglesia. Con su testimonio iluminan nuestro camino espiritual hacia la santidad, y nos alientan a entregar nuestras vidas como ofrenda de amor a Dios y a los hermanos. Al mismo tiempo, con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica. Os invito de corazón a fortalecer cada día más la comunión eclesial, a ser testigos fieles del Evangelio en el mundo, sintiendo la dicha de ser miembros vivos de la Iglesia, verdadera esposa de Cristo. Pidamos a los nuevos Beatos, por medio de la Virgen María, Reina de los Mártires, que intercedan por la Iglesia en España y en el mundo; que la fecundidad de su martirio produzca abundantes frutos de vida cristiana en los fieles y en las familias; que su sangre derramada sea semilla de santas y numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. ¡Que Dios os bendiga!