El día de la Hispanidad, por Ricardo Ruiz de la - Alfa y Omega

Hoy es el 12 de octubre, solemnidad de Nuestra Señora del Pilar y Día de la Hispanidad.

En esta fecha, sentimos un legítimo orgullo por el tesoro cultural que la Hispanidad supone, pero podemos vivirlo también –y sobre todo–como un tiempo de agradecimiento.

La Hispanidad no es solo la epopeya de las navegaciones atlánticas ni la vuelta al mundo. No la simbolizan sólo las gestas militares ni la grandeza de los virreinatos americanos.

Para mí, la Hispanidad son las catedrales de las ciudades de la América Española y las misiones jesuíticas del Paraguay y el norte de la Argentina que dan incluso nombre a la provincia argentina. Por ella hablan los misioneros, los escritores virreinales como el Inca Garcilaso y sor Juana Inés de la Cruz. Ella se alza a la sombra de la magna empresa de cultura y arte que dio el Barroco del Cuzco y las universidades más antiguas del continente americano.

No hay historias perfectas. Más de cinco siglos dan para mucho. Hay páginas espantosas llenas de dolor y de sangre, pero hay otras luminosas como el manto de san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, a quien se le apareció la virgen de Guadalupe en 1531 y que fue canonizado por Juan Pablo II el Grande en 2002.

La Hispanidad, además, va en los dos sentidos. Hoy en España pueden escucharse los acentos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Colombia que aman y rezan en la lengua común de todos. Desde la Caridad del Cobre hasta Nuestra Señora de Luján, América ha dado a la Iglesia advocaciones marianas, santuarios, peregrinaciones y romerías que enriquecen a la Iglesia y hacen buena la profecía de Isaías que recordaba en la primera entrada de este blog: «Mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos».

Hoy elevo, pues, una oración en acción de gracias por la Hispanidad, cuyo tesoro inagotable nos sigue enriqueciendo.