El deseo que, según el Papa, debe mover a los sacerdotes: «Que nadie se pierda»
León XIV ha ordenado a 32 nuevos presbíteros en su jubileo. Ha afirmado que a ojos de los pastores no puede haber «lugar para divisiones ni odios de ningún tipo»
Cargar «sobre nuestros hombros a los que se han perdido», perdonar «a los que han errado», ir «en busca de los que se han alejado o han quedado excluidos», cuidar «a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu». Es el programa que el Papa León XIV ha puesto delante este viernes a los sacerdotes, en la Eucaristía con motivo de su jubileo. Todo ello, bajo el paraguas de una única consigna: «Vivir la caridad pastoral con el mismo espíritu generoso del Padre, cultivando en nosotros su deseo: que nadie se pierda, sino que todos, también a través de nosotros, conozcan a Cristo y tengan en Él la vida eterna».
El Santo Padre también ha ordenado a 32 nuevos presbíteros de 23 países. En la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, ha subrayado que hablar de él es «hablar de todo el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Señor, confiado de manera especial a nosotros para que lo hagamos presente en el mundo».
Este mundo, ha recordado en la homilía, está marcado por «grandes y terribles conflictos». Pero Dios responde con un amor «universal» en el que «no hay lugar para divisiones ni odios de ningún tipo». Tampoco puede haberlos, por tanto, a ojos de los sacerdotes, ya que «estamos llamados a dejarnos abrazar y moldear» por él.
Llamada a la unidad
En esta misma línea, ha recordado que según el Concilio Vaticano II «el ministerio sacerdotal es un ministerio de santificación y reconciliación para la unidad del Cuerpo de Cristo». Esto implica intentar armonizar las diferencias, y también estar «unidos al obispo y al presbiterio. En efecto, cuanto mayor sea la unidad entre nosotros, tanto más sabremos llevar también a los demás al redil del Buen Pastor».
Aquí, ha citado el sermón de san Agustín, en un aniversario de su ordenación, del que en el día de su elección sacó la célebre frase «con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo». Parafraseando al santo de Hipona, el Pontífice ha afirmado que el «fruto gozoso de comunión» que une a los fieles, a los presbíteros y a los obispos «tiene su raíz en el sentirse todos rescatados y salvados por la misma gracia y por la misma misericordia».
También ha presentado cuatro claves para vivir así y poder «cooperar con Él»: poner en el centro de la propia vida la Eucaristía, recibir con frecuencia los sacramentos, sobre todo la Penitencia, dedicar tiempo a la oración y la meditación de la Palabra y el ejercicio de la caridad. Así se irá «conformando cada vez más nuestro corazón al del “Padre de las misericordias”».
En conclusión, ha invitado a los sacerdotes a que, «reconciliados, unidos y transformados por el amor que brota abundantemente del Corazón de Cristo, caminemos juntos tras sus huellas». Esto implica que «humildes y decididos, firmes en la fe y abiertos a todos en la caridad, llevemos al mundo la paz del Resucitado, con esa libertad que nace de sabernos amados, elegidos y enviados por el Padre».
A los nuevos sacerdotes
En sus palabras finales a los ordenandos, les ha dejado una serie de consejos: «Amen a Dios y a los hermanos, sean generosos, fervorosos en la celebración de los sacramentos, en la oración —especialmente en la adoración— y en el ministerio; sean cercanos a su grey, donen su tiempo y sus energías a todos, sin escatimarse, sin hacer diferencias, como nos enseñan el costado abierto del Crucificado y el ejemplo de los santos».
En este sentido, les ha recordado que «la Iglesia, en su historia milenaria, ha tenido y tiene todavía hoy figuras maravillosas de santidad sacerdotal»: mártires, apóstoles, misioneros y «campeones de la caridad». Por eso, ha recomendado que se interesen por sus historias, «imiten sus virtudes, déjense encender por su celo e invoquen con frecuencia» su intercesión.
«Nuestro mundo propone muchas veces modelos de éxito y prestigio discutibles e inconsistentes. No se dejen embaucar por ellos», les ha pedido. «Miren más bien el sólido ejemplo y los frutos del apostolado, muchas veces escondido y humilde», de estos pastores.