Él cruza cada día el río en un bote artesanal para ir a clase - Alfa y Omega

Él cruza cada día el río en un bote artesanal para ir a clase

La nueva campaña de Manos Unidas denuncia la desigualdad en países como Angola, rico en recursos naturales, pero donde existe «una situación recurrente de pobreza»

José Calderero de Aldecoa
Como no hay puente el pequeño cruza el río en un bote rumbo al colegio. Foto: Misevi.

Tan solo hace falta observar unos segundos la imagen que acompaña este artículo para caer en la cuenta de la
desigualdad en Angola. Se trata de un país «rico en recursos naturales, como el petróleo y los diamantes», explica Virginia Alfaro, miembro de Misevi (Misioneros Seglares Vicencianos), pero en el que los niños de la provincia de Benguela se tienen que jugar la vida para ir al colegio. Al no existir un puente por el que cruzar el río, este pequeño cubre la distancia entre las dos orillas en una precaria embarcación artesanal. La fotografía está tomada en la localidad de Bahía Farta. Allí es más rápido atravesar el río que rodear su ribera a pie, subraya la misionera, que ha viajado a España para presentar la nueva campaña de Manos Unidas, la número 64, que arrancó el pasado martes con el lema Frenar la desigualdad está en tus manos.

—¿Cómo es posible que un país con petróleo y diamantes tenga que vivir estas situaciones?

—Al final, estos recursos son la maldición de muchos países y casi nunca revierten en beneficio del Estado o de los propios ciudadanos. Realmente llama la atención que un país que no es pobre en su suelo siga teniendo una situación recurrente de pobreza. El problema radica en que hay una estructura industrial, controlada por multinacionales, que mercadean con esos recursos naturales. Son intereses privados donde la población queda al margen. Lo ideal sería que esos negocios estuvieran bien administrados y con ellos se pudiera crear una estructura de bienestar social.

Formación para que las madres adquieran competencias básicas. Foto: Misevi.

La denuncia de Alfaro, que lleva siete años en el país, es idéntica a la formulada por el Papa en su reciente visita a R. D. del Congo. «No toquen África. Dejen de asfixiarla. No es una mina que explotar ni una tierra que saquear», clamó Francisco, que también criticó el esclavizador colonialismo económico. Unas palabras que han coincidido en el tiempo con la visita de los reyes de España a Angola, entre el lunes y el miércoles pasado. «Me gustaría que hubiera sido un viaje para promover la cooperación internacional y los objetivos de desarrollo sostenible». Pero, añade, «no sé si ese ha sido el propósito o la visita tiene que ver con intereses empresariales». La misionera pide al mismo tiempo más valentía en la Iglesia y en la sociedad para pedir explicaciones y dar seguimiento a este tipo de acuerdos y sus consecuencias.

El periplo de Felipe VI y Letizia, sin embargo, ha tenido un claro interés económico. «Es diplomacia económica lo que se busca en el África subsahariana», explicaba Ainhoa Marín, investigadora del Real Instituto Elcano a El Mundo. La guerra de Ucrania «ha puesto a los países africanos como alternativa de suministros energéticos». Además, «van a duplicar el tamaño de la población, y eso supone retos y mano de obra para Europa», añadía la investigadora.

Embarazadas a los 15

Uno de los retos es el de la educación, donde también se aprecia la desigualdad que denuncia Manos Unidas. La etapa preescolar no es obligatoria y, por tanto, no hay una estructura estatal, a pesar de que «está demostrado que es la base para el desarrollo cognitivo, para el desarrollo motor, emocional y social». La única opción son las guarderías privadas, que «son tan caras como la universidad privada», denuncia Alfaro. Según UNICEF, solo el 11 % de la población accede a este servicio.

En este contexto, los tres centros infantiles puestos en marcha por Misevi, en colaboración con Manos Unidas, en tres barrios diferentes de Lobito —la tercera ciudad del país—, tienen más importancia de la que parece a simple vista. En ellos, casi 200 niños «reciben educación preescolar y también se cuida su salud —Angola tiene un nivel alto de mortalidad infantil—, así como de su documentación», una cuestión no menor. «Para acceder a la educación obligatoria es necesario tener el carnet de identidad, pero no todo el mundo dispone de él tras la guerra», explica la misionera.

Por otra parte, los centros realizan un acompañamiento familiar que les permite trabajar en el ámbito de la mujer. «Con ellas desarrollamos distintas formaciones, sobre todo, para que adquieran las competencias básicas de alfabetización y que estas, a su vez, les permitan desarrollar un pequeño negocio que ayude a la economía doméstica». Según Alfaro, los embarazos que nosotros consideraríamos precoces, a los 15, 16 o 17 años, allí entran dentro de la normalidad. «El problema es que aboca a las mujeres a dejar los estudios y eso es un duro golpe para su futuro. Nosotros justo trabajamos para que suceda lo contrario», concluye.

Más ricos y pobres

El pasado martes arrancó la nueva campaña de Manos Unidas, que alienta a frenar la desigualdad. Una realidad «que no deja de crecer», denunció Cecilia Pilar, presidenta de la ONG, durante la presentación de la misma. «La riqueza no entiende de crisis. Según Forbes, creció un 9,8 % en 2021», mientras «1.300 millones de personas sufren pobreza multidimensional».

La presidenta también aludió a la reciente celebración del Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, «uno de las más vergonzantes episodios de la historia», y se preguntó «si algún día el mundo llegará a reconocer y a avergonzarse del genocidio que supone el hecho de que cada año mueran de hambre 3,5 millones de personas». Gracia se mostró pesimista en este sentido porque «el hambre de esos millones de personas siempre parece ser cosas de otros».