Manos Unidas denuncia el genocidio del hambre, que mata a 3,5 millones de personas cada año - Alfa y Omega

Manos Unidas denuncia el genocidio del hambre, que mata a 3,5 millones de personas cada año

La nueva campaña de la ONG llama a trabajar contra la desigualdad. «La riqueza creció un 9,8 % en 2021» mientras «1.300 millones de personas sufren pobreza multidimensional», ha subrayado la presidenta de la entidad

José Calderero de Aldecoa
Rueda de prensa de presentación de la campaña. Foto: José Calderero de Aldecoa.

Este martes arrancó la nueva campaña de Manos Unidas, que alienta a trabajar contra la desigualdad. Una realidad «que, desgraciadamente, no deja de crecer», ha denunciado Cecilia Pilar Gracia, presidenta de la ONG durante la presentación de la campaña, que tiene por lema Frenar la desigualdad está en tus manos. «La riqueza no entiende de pandemias ni de crisis. Según Forbes, creció un 9,8 % en 2021 y el 1 % de las fortunas contaban con más del 45 % de la riqueza total», ha subrayado. Un dato que ha comparado con los «1.300 millones de personas que sufren pobreza multidimensional», los «casi 700 millones que viven en pobreza extrema» y los «828 millones que pasan hambre en un mundo en el que se tira comida a espuertas».

Durante su intervención, la presidenta ha aludido a la reciente celebración del Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, «una de las más vergonzantes episodios de la historia de la humanidad», y se ha preguntado «si algún día el mundo llegará a reconocer y a avergonzarse del genocidio que supone el hecho de que cada año mueran de hambre más de 3,5 millones de personas. Una cifra que algunas ONG y organismos internacionales elevan hasta 8,7 millones». Gracia se ha mostrado pesimista en este sentido porque «el hambre de esos millones de personas siempre parecer ser cosas de otros».

Junto a la desigualdad y el hambre, Cecilia Pilar ha denunciado «los asesinatos de defensores de los derechos humanos y medioambientales», que «pasan casi desapercibidos»; las «actividades extractivistas», que «están dañando sin remedio esos territorios que son fuente de vida para todo el planeta»; o la guerra de Ucrania, que «ocupando todos los titulares, silenciando y opacando el ruido de las armas de las decenas de conflictos que tienen lugar en otros países del mundo, como Mozambique, Etiopía, Yemen o Myanmar».

A pesar de todos estos dramas, al que ahora se suma el terremoto en Turquía y Siria —que ha centrado los primeros instantes de la rueda de prensa y ante el que la ONG tiene previsto ayudar ante las necesidades que le transmitan sus socios locales—, «nunca nos vamos a dejar vencer por el pesimismo ni creer que la victoria frente a la desigualdad es un reto imposible». En este sentido, ha destacado «las manos generosas de nuestros más de 70.000 socios» y el «trabajo de nuestros más de 6000 voluntarios», gracias a los cuales «hemos aprobado casi 500 proyectos de desarrollo en 55 países. De ellos, 46 han sido proyectos e iniciativas de emergencia destinadas a paliar las graves consecuencias que el hambre, el cambio climático, las guerras y la violencia están teniendo entre la población más vulnerable de América Latina, Asia y África».

Tierra de relaciones coloniales

Tras la presidenta, ha intervenido el comboniano italiano Dário Bossi, que trabaja con las comunidades indígenas y campesinas de la Amazonía brasileña. «Nuestra tierra todavía es tiempo de relaciones coloniales. Existe la explicación económica, pero también hay opciones políticas y modelos religiosos que no se liberan de esta visión de dependencia y saqueo de riquezas materiales y culturales», ha denunciado el religioso, que ha apuntado al sector empresarial —en concreto a la multinacional Vale S. A.—, que «defiende con hipocresía que nos está trayendo desarrollo». En realidad, «han transformado de modo definitivo e irrecuperable una región entera, que ahora depende mucho de ellas».

También ha señalado a los gobiernos que «han invertido en este modelo de saqueo de todo lo que se puede arrancar de las entrañas de nuestra tierra y han debilitado otras iniciativas de vida y equilibro de los territorios, como la producción familiar, la agroecología o el comercio local».

Por último, la española Virginia Alfaro, miembro de Misevi (Misioneros seglares vicencianos), que lleva siete años en Angola, «uno de los países más caros del mundo, con muchas riquezas naturales y, al mismo tiempo, con la inmensa mayoría de la población en situación de pobreza severa». En su alocución, ha reflexionado sobre la desigualdad educativa y de género presente en el país subsahariano. «En Angola el 22 % de los niños y niños en edad escolar están fuera del sistema educativo primario», ha advertido la misionera. En la etapa anterior, la preescolar, ni siquiera hay estructura estatal, al no ser obligatoria, lo que afecta decisivamente al desarrollo de los niños. «Sabemos, apoyados en numerosas teorías, que esta etapa es determinante en el desarrollo del niño», pero «solo el 11 % de la población se puede permitir acudir a un centro privado», que son tan caros como una universidad privada.

Ante esta situación, Misevi y Manos Unidas se han centrado en un proyecto de desarrollo comunitario en la ciudad de Lobito —la tercera más importante del país—, que forma a los niños en la edad preescolar, pero también atiende a las mujeres de la zona. «Con ellas desarrollamos distintas formaciones, sobre todo, para que adquieran las competencias básicas de alfabetización y que estas, a su vez, les permitan desarrollar un pequeño negocio que ayude a la economía doméstica». Según Alfaro, los embarazos que nosotros consideraríamos precoces, a los 15, 16 o 17 años, allí entran dentro de la normalidad. «El problema es que aboca a las mujeres a dejar los estudios. Nosotros justo trabajamos para que suceda lo contrario», ha concluido.