Franco dedicó su mayor saña a «esos desdichados que se conjuraron con los rojos para llevar a las asambleas extranjeras sus miserables querellas» y la campaña que culminó en el diagnóstico de Pérez Madrigal: «Múnich, resultado de un meditado plan del Anticristo». Esto derivó en el confinamiento en las islas Canarias de nueve participantes, el exilio alternativo para otros 30 y a los restantes —como el firmante de esta tribuna—, la privación de pasaporte.
El Congreso de La Haya de 1948 preparó en 1949 el Consejo de Europa, primera manifestación del proceso europeo constituyente, y fue origen del Movimiento Europeo Internacional (MEI), alma y músculo de dicho proceso. Entre las ramas nacionales del MEI estaba la radicante en el exilio, Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME).
Paralelamente, en España nacieron organizaciones pretendidamente culturales, dedicadas al estudio y fomento de la integración europea, como la Asociación Española de Cooperación Europea (AECE). Lo permitió el régimen, olvidado ya lo de las «decadentes democracias occidentales» —Franco dixit—, comparados el desarrollo económico europeo con nuestro estancamiento autárquico. Y relacionada nuestra población —emigración y turismo— con las vecinas, todo ello obligó a una aproximación española a las Comunidades Europeas (CEE). En febrero de 1962, el ministro Castiella solicitó al Consejo de Ministros de la CEE un acuerdo de asociación de España, sin otra respuesta que un cortés acuse de recibo.
La construcción europea se asentó en la democracia de los estados integrantes, según manifestaron los informes Rengen del Consejo de Europa y Birkelbach para la CEE. Del primero, el Comité de Naciones No Representadas —el presidente fue el ministro Montini, hermano del Papa Pablo VI—, celebró una triple consulta en París con el exilio, el régimen y los demócratas del interior y miembros de la AECE, Álvarez de Miranda, Cavero, Ruiz-Navarro y el abajo firmante, que dieron lugar a una firme postura oficial: «España está sometida a un régimen de dictadura». En cuanto al Birkelbach, el Parlamento Europeo aprobó unánimemente que los estados no democráticos «no pueden pretender ser admitidos en […] las Comunidades Europeas».
En el interior de España
La AECE, fundada por la Asociación Nacional de Propagandistas, desde la presidencia de Gil-Robles Quiñones se convirtió en centro del europeísmo y en oposición pacífica al régimen. Democristianos, liberales y socialistas lo impulsaron y ello conllevó cierres, suspensiones, etcétera. Pero subsistió, y fue, con el CFEME, «mitad de la naranja» (Madariaga).
En su afán europeísta, convino con el MEI celebrar unos coloquios en Mallorca, prohibidos a última hora por el ministro de Gobernación. Justificado quedaba celebrar la reunión fuera de España. La ocasión la dio el IV Congreso del MEI, que realizar en junio en Múnich. Participamos 80 españoles del interior y 38 del exilio. Hubo tirantez inicial —por las dos comisiones—; siguiente intercambio de miembros, y horas después, la aportación unánime de un breve texto que —anticipo de nuestra Constitución— aludía a las libertades mínimas, la necesaria base electoral, —con noble espíritu constructivo—, la «evolución (según) las normas de la prudencia política», y la «exclusión de toda violencia antes, durante y después del proceso evolutivo».
Para Madariaga, «hoy acaba la guerra civil», una pretensión optimista, ya que el dictador mantuvo vitalicia represión. Fue antesala de la Transición, favorecida por la concordia entre los españoles y la mayor parte de los responsables políticos. Recuérdese aquí la imagen gráfica de las gradas del hemiciclo por las que una vetusta Pasionaria, junto con Alberti, bajan a presidir la Mesa de Edad del Congreso.
Y fue antesala del ingreso en Europa, firmado en 1985 y confirmado en 1986, en el que parlamentarios y funcionarios varios arribamos a un Estrasburgo después admirador del tesón de los denominados «teutones del sur».
Así España recobró su «sitio en Europa», como diría Morán. Hoy trabaja para que la Unión Europea cobre su sitio mediante uniones superiores que ofrezcan a esos fratelli tutti un habitable hogar de humanidad.