El cardenal Rouco presenta la Jornada Mundial de la Juventud 2011: Así se hace nueva evangelización - Alfa y Omega

El cardenal Rouco presenta la Jornada Mundial de la Juventud 2011: Así se hace nueva evangelización

«El cardenal de las Jornadas Mundiales de la Juventud»: así definió al arzobispo de Madrid el presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, don Alfredo Dagnino, la pasada semana, en la apertura de curso del Foro Juan Pablo II, de la madrileña parroquia de la Concepción. El cardenal Rouco habló de la próxima Jornada de Madrid, y explicó la evolución histórica de esta ya consolidada realidad eclesial, en el contexto de la nueva evangelización

Ricardo Benjumea
Jóvenes de la diócesis de Madrid, junto al cardenal arzobispo, don Antonio María Rouco Varela, en Roma, con motivo de la beatificación de 498 mártires españoles: 28 de octubre de 2007

Madrid 2011 llega «en un momento de madurez de las Jornadas», afirmó el cardenal Rouco. La Iglesia de los inicios del siglo XXI no se comprende ya sin las Jornadas Mundiales de la Juventud: son un ámbito catequético de primer orden, y han demostrado gran eficacia evangelizadora. Pero estas Jornadas son, además, una forma concreta y muy visible de la nueva evangelización lanzada por la Iglesia renovada por el Concilio Vaticano II. Su misión está muy clara: acercar a los jóvenes a Cristo.

La gran ruptura

Para comprender el camino que habrá llevado a la Iglesia hasta la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, el cardenal Rouco se remitió a la situación de la década de los años 60, en la que «las generaciones jóvenes empezaban a despegarse de las costumbres y de las tradiciones más queridas de sus padres». El Beato Juan XXIII convoca el Concilio Vaticano II, que «se plantea como una respuesta de la Iglesia a los grandes retos del momento». Poco después, llega «la revolución estudiantil del 68… Es el tiempo del rock, de los pelos largos…» Y, sobre todo, de «unos planteamientos de vida sin solución ni respuestas».

«La Iglesia quiere salir al encuentro de ese mundo joven, de ese mundo nuevo», explicó el cardenal. Pero no es fácil. Se puede hablar de «un momento de encrucijada. La Iglesia comprende la necesidad de aplicar fielmente el Concilio Vaticano», y sin embargo, sufre en su seno «el fenómeno del abandono masivo de sacerdotes, religiosos y religiosas, la llamada secularización» en Occidente. «Muchos seminarios se quedaron repentinamente vacíos, de la noche a la mañana».

Pablo VI, «un Papa providencial», dijo el arzobispo de Madrid, «marca el camino de la Iglesia con la encíclica Ecclesiam suam, sobre el diálogo como método de evangelización del mundo contemporáneo, y con la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, que todavía hoy es un texto imprescindible para entender la nueva evangelización, de la que hablan después Juan Pablo II y Benedicto XVI». El Papa Montini es «el primer Papa de los grandes viajes»; con él «comenzaba el tiempo de la nueva evangelización y del acercamiento a los jóvenes», en «un momento en el que era muy difícil» aún «reunir a jóvenes para actos de Iglesia». La nueva generación estaba «muy alejada de la Iglesia; quizá no tanto en su vida personal y privada», pero había prejuicios negativos muy fuertes en el ambiente cultural.

Juan Pablo II saluda a los jóvenes en la JMJ de Roma año 2000

El huracán Juan Pablo II

A la muerte de Pablo VI, hay una «gran expectativa en la Iglesia sobre los caminos a seguir. La estrella polar estaba clara, la referencia era el Concilio Vaticano II. La gran pregunta era cómo aplicarlo, cómo se convierte la intención de salir al encuentro del mundo contemporáneo en realidad, de manera especial en relación a las nuevas generaciones».

«La respuesta encarnada» se llama Juan Pablo II. Fue -describe el cardenal Rouco- «como si viniese un Pentecostés, un viento fortísimo del Espíritu que hubiese alcanzado a toda la Iglesia». Y se pone manos a la obra con los jóvenes, «con esa metodología tan característica suya: los convoca a todos en Roma. Y ellos acuden. Vemos a una generación que responde sorprendentemente, quizá producto de lo que era un movimiento de buena calidad en la Iglesia del postconcilio… Las nuevas realidades eclesiales, los nuevos movimientos estaban entrando en la universidad; se hacían presentes en las comunidades parroquiales… Había mucho joven comprometido en la vida de la Iglesia».

Sucedió en 1985. Dos años después, comienzan las celebraciones fuera de Roma. La primera cita es en Buenos Aires, todavía con una participación casi exclusivamente local. Es en 1989, en Santiago de Compostela, de la que entonces era arzobispo el hoy cardenal Rouco, donde las Jornadas adquieren su esquema básico, el que ha llegado hasta nuestros días, y lo hacen -destaca- «bajo la categoría fundamental del peregrino. Desde entonces, quienes participan en las Jornadas se llaman peregrinos».

Aquella Jornada «fue una sorpresa muy grande. No sabíamos qué iba a pasar. Habíamos hablado de 300 mil jóvenes», ante la incredulidad y el escepticismo de muchos. «Al final vinieron 500 mil», todos ellos jóvenes «de una calidad humana y espiritual enorme». Los escépticos se convencieron. «El alcalde de Santiago, don Gerardo Estévez, me llamó y me dijo: Estos jóvenes de usted son formidables. Hacen menos estropicio que media hora de una mañana normal de la universidad de Santiago de Compostela».

El resto es historia: Czestochowa (1991), Denver (1993), Manila (1995); París (1997)… A todas las Jornadas acudió el cardenal Rouco, testigo siempre de cómo la respuesta de los jóvenes termina siempre sorprendiendo a extraños y también a muchos propios, que, desde dentro de la Iglesia, no terminan de creer en el potencial de la juventud católica, hasta que lo ven con sus propios ojos.

Juan Pablo II llega al monte del Gozo en la Jornada Mundial de la Juventud de Santiago de Compostela, en 1989

El encuentro con Cristo

La próxima Jornada de Madrid, por petición expresa del Santo Padre, «estará muy centrada en el encuentro con Jesucristo». Éste es el meollo de nuestra fe, porque determina «cómo se vive el cristianismo, cómo se vive la Iglesia, qué significa la Eucaristía…».

Muchas cosas han cambiado en las últimas décadas. «Las jóvenes generaciones ya no viven de los prejuicios de la revolución de los 60, pero están muy huérfanas de formación cristiana. En la Europa occidental, muchas veces, están huérfanas incluso de un ámbito de vida familiar», por culpa de las rupturas. Otro rasgo que marca a esta generación es la crisis económica y, más aún, «la crisis del sistema socioeconómico de las últimas décadas».

A estos jóvenes «es fundamental hablarles de Cristo. Que tengan la posibilidad de conocerle es decisivo». Y esos encuentros pasan necesariamente por una fuerte experiencia eclesial. Por eso, las JMJ son lugares tan oportunos para propiciarlos. La Iglesia se hace «bien visible, con jóvenes que vienen de los 5 continentes». Lo vamos a ver dentro de poco en Madrid: «Nos sentiremos como hermanos de un mismo pueblo, de una misma comunidad, que trasciende lo natural, lo histórico, lo cultural, y que convierte a la Iglesia -como decía el Concilio Vaticano II- en un germen de la nueva Humanidad, y de lo que va a quedar definitivamente de humanidad, de sociedad y de mundo, después de que pase el Misterio Pascual».

«La red parroquial será decisiva»

La JMJ de Madrid ha suscitado una «enorme expectación en toda la Iglesia». Según las previsiones de participación que van llegando, contó el arzobispo de Madrid, sólo del resto de Europa podrían venir aproximadamente medio millón de jóvenes. La preparación, tanto espiritual, como apostólica y técnica, está muy avanzada, y la organización cuenta con pleno apoyo de todas las Administraciones públicas.

Uno de los rasgos característicos que destacó el cardenal Rouco de Madrid 2011 es el Via Crucis que se celebrará el viernes durante la Jornada. «Tenemos una representación histórica, plasmada en los pasos de la Semana Santa española -afirmó-, que no la supera nadie».

También se cuidará especialmente el acercamiento al sacramento de la Reconciliación y a la Eucaristía. La Fiesta del Perdón, como en Sídney 2008, estará a cargo de las Misioneras de la Caridad, de la Madre Teresa de Calcuta, y tendrá como epicentro el Palacio de Cristal del Parque del Retiro, con confesores y exposición permanente del Santísimo.

Uno de los principales retos que afronta ahora la organización de la Jornada es conseguir voluntarios. «Necesitamos miles de voluntarios», dijo el cardenal. «También personas mayores. Hace falta resolver, por ejemplo, toda la cuestión de la acogida y el alojamiento en Madrid, y eso es un reto formidable».

Para todo ello, «la red parroquial es decisiva. La Jornada Mundial saldrá muy bien si la red parroquial funciona. Yo estoy seguro de que será así, pero hay que pedir a nuestro Señor que nos lo conceda».