El cardenal Cañizares, al pueblo valenciano: «No traigo ni tengo ninguna otra palabra que ésta: Jesucristo»
Durante la Misa solemne de su toma de posesión, el arzobispo de Valencia, monseñor Antonio Cañizares, se ha comprometido este sábado con el pueblo valenciano para ser el pastor que conoce a las ovejas por su nombre, las defiende, alimenta y da la vida por ellas
El cardenal Antonio Cañizares ha tomado posesión de la diócesis de Valencia este sábado, durante la celebración en la Catedral de una Misa solemne, en la que ha estado acompañado por cinco cardenales, 48 arzobispos y cientos de sacerdotes, además de miles de fieles.
Después de haber firmado en el libro de oro de la Basílica de la Mare de Déu dels Desamparats, donde pidió amparo y ayuda a la Virgen, el cardenal Cañizares recibió en la Catedral el aplauso de su nueva diócesis.
Durante la homilía, el arzobispo, natural de Valencia, saludó «con un abrazo de paz» a todos los que viven en territorio diocesano, «sean o no creyentes» y envió un saludo especial a los «más desheredados». «Me encuentro con vosotros -dijo el cardenal- para serviros, para entregaros lo que tengo y he recibido de la Santa Madre Iglesia, el tesoro que ella me ha dado, que nos ha dado a todos: Jesucristo». Con la «certeza inquebrantable» de que sólo Dios puede saciar el corazón insatisfecho del hombre, el cardenal ofrece a su nueva diócesis «gastarse y desgastarse» proclamando sin desánimo que prescindir de Dios «socava la verdad del hombre e hipoteca el futuro de la sociedad».
Pedid por mí
El arzobispo, que inicia su ministerio en coincidencia con las vísperas de la apertura del aniversario del nacimiento de Santa Teresa -«pienso que no es casual»-, ha pedido a los fieles valencianos que recen por él, para que sea un buen pastor. «Pedid que, identificado con Cristo, sea como Él, para vosotros pastor conforme al corazón de Dios, que conoce y está cerca de sus ovejas, las llama por su nombre, huele, como dice el Papa Francisco, a ellas». En una clara actitud de compromiso con su nueva archidiócesis, ha recordado a los valencianos que tienen derecho «a que ore mucho, incesantemente», por ellos. «Si no lo hiciera, demandádmelo, sería señal terrible de que se habría enfriado mi amor por vosotros».
Sin reconocimientos
El cardenal ha aprovechado esta primera homilía como arzobispo valentino para dar a conocer sus intenciones en el ministerio: «Quiero vivir en la diafanidad de la misión, de la evangelización, del anuncio de la misericordia, sin buscar para nada reconocimientos de ningún tipo, ni defendiendo ningún interés que no sea el del Evangelio y la atención a los hombres, especialmente a los predilectos del Señor, que son los pobres, los últimos, los pecadores, los indefensos, las víctimas de cualquier violencia, los enfermos, los débiles y los sencillos».
Tras reconocer que la sociedad atraviesa «tiempos nada fáciles», el cardenal se ha dirigido a los sacerdotes, a los que ha pedido «ahondar en la naturaleza del sacerdocio y atemperara a ella el estilo de vida, a fin de arrostrar nuestra imprescindible misión con confianza, libertad, audacia y alegría».
El final de la homilía lo ha dedicado el cardenal a los recuerdos y agradecimientos. Recuerdos para su predecesor, «queridísimo hermano y amigo, don Agustín García-Gasco» y para su «queridísimo hermano y amigo, don Carlos Osoro». «Agradezco -dijo el cardenal dirigiéndose a monseñor Osoro- de todo corazón la gran y esperanzadora herencia que nos deja en sus intensísimos años de servicio y labor apostólica en Valencia como verdadero pastor conforme al corazón de Dios».