Libros

El arte de vivir

José Francisco Serrano Oceja 24 de Octubre de 2013

La vida lograda presenta una belleza tal que se podría decir que la ética también se expresa en la estética, o, como escribió Nicolás Gómez Dávila, «la ética debe ser la estética de la conducta». Sin embargo, la estética está sustituyendo a la ética, y las éticas se han disuelto en las modas de la estética. Hay quien dice que la estética es la que está apuntalando este mundo que se desmorona. Todo se estiliza para hacernos más felices, cuando resulta que la felicidad en la Historia nos hablaba de la ética y no precisamente de lo referido a la estilización, que no es sólo estilo en acción, ni adelgazamiento. Pensemos en la arquitectura. El discurso dominante en nuestro tiempo ha sido el político, aunque la política haya caído en desgracia. Si el espejismo de que la solución a los problemas ya no viene de la política, y ya no todo es política, ¿de dónde la solución? El discurso político, y el de los medios de comunicación, se ha llenado de ocupaciones y preocupaciones éticas. Sin embargo, las argumentaciones éticas de esa ocupación y preocupación beben en fuentes, o que se han secado, o que manan aguas de distinto sabor, lo que genera tal confusión que, en no pocas ocasiones, la educación social resulta algo más que compleja. Pongamos el ejemplo de ese mal endémico del que todo el mundo habla y sobre el que todo el mundo sentencia: la corrupción. ¿Se puede hablar de la corrupción, analizar sus más profundas causas, sus más evidentes consecuencias, sin referirse al bien y al mal, a los fines y a los medios, al vicio y a la virtud, a la conciencia?

El profesor de la Universidad de los Andes (Santiago de Chile) Joaquín García-Huidobro, después de una fecunda estancia en Münster, nos ofrece un singular libro que bien pudiera ser una versión actualizada de la Ética a Nicómaco, en lo que tiene de propuesta razonable sobre los fundamentos del arte de vivir, del bien vivir, de la vida lograda. Retomando la historia de Giges, el pastor que servía al rey de Lidia, y que aparece en la República de Platón, y añadiendo un clarificador subtítulo al libro, Una Introducción a la Tradición Central de la Ética, nuestro autor hace un destacado y destacable ejercicio de razonabilidad de los fundamentos éticos sobre los que debemos construir el edificio de nuestra vida. Y lo consigue, con acierto, incluso pedagógico, siguiendo la estela de lo que denomina la Tradición Central de Occidente. Una denominación que no parece muy atractiva, pero que hay que entroncar con C. S. Lewis, y su formulación an old Western man, y con el más granado G.K. Chesterton en algunos memorables párrafos de su obra Ortodoxia. De ahí que nos encontremos con una propuesta que mantiene la lector entusiasmado con el hilo narrativo de los siguientes temas: El desafío del relativismo y el origen de la filosofía moral; El conocimiento de la ética; ¿Existe un fin en el hombre?; Las virtudes morales; El problema de las normas morales; Las normas jurídico-positivas; Conciencia y moralidad; Los criterios de la moralidad; Ética y naturaleza; Dios en la ética y La herencia ética de la Tradición central, entre otros. Quienes no salen muy bien parados en este texto son el relativismo y el emotivismo. Por algo será.