Tanto en la vida personal como en la vida pública, ¡qué importancia tiene ser valientes para buscar, decir y seguir la verdad con todas las consecuencias! Para los discípulos de Cristo, educar en la verdad es fundamental, pues Jesús mismo es la Verdad y dona al hombre la plena familiaridad con la verdad, invitándonos siempre a vivir en ella. La verdad sitúa al hombre en el centro de lo que tiene que ser su vida e impulsa la inteligencia humana hacia horizontes inexplorados.
San Agustín, que conoce muy bien la realidad humana, sostiene que el ser humano se mueve espontáneamente cuando se encuentra con algo que le atrae. Cuando se pregunta sobre lo que puede mover más al hombre sobre todas las cosas y en lo más profundo de sí mismo, dice así: «¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?» (In Johannis Evangelium Tractatus, 26, 5: PL 35, 1609). Porque todos llevamos en lo más hondo de nuestra existencia el deseo hondo y profundo de la Verdad. Por eso, ante la pregunta de Tomás de «¿cómo podemos saber el camino?», el Señor nos dice con fuerza y con amor: «Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida» (Jn 14, 5b-6a).
¿Cómo no vamos a educar en la verdad en los tiempos que vivimos, en esta época nueva? Hemos de decir y entregar con gozo la respuesta que desea tener todo ser humano y que está anhelando en su corazón. Como nos decía el Papa Benedicto XVI, «Jesús es la estrella polar de la libertad humana: sin él pierde su orientación, puesto que, sin el conocimiento de la verdad, la libertad se desnaturaliza, se aísla y se vuelve estéril. Con él la libertad se reencuentra». Pero ¿por qué se reencuentra la libertad? Porque se manifiesta en la verdad. Os voy a decir algo que puede parecer exagerado y, sin embargo, es todo lo contrario, tiene un realismo evidente: nada ni nadie tiene capacidad para la respuesta a la pregunta sobre el sentido del hombre, pues la respuesta toma rostro en Jesucristo, solo tiene rostro el sentido de la vida en Él. Cuando dejamos que Él toque nuestra vida, la alegría, la felicidad, el sentido, el amor, el horizonte que nos da son muy superiores a lo que la razón humana puede descubrir y encontrar.
Un día alguien me preguntó sobre cómo buscar la verdad. La respuesta que le di entonces, que sigo manteniendo después de muchos años y cada vez con más seguridad, fue que no hiciese muchos esfuerzos desde sí mismo, porque seguro que iba a quedar frustrado. Son tantos los problemas que nos aparecen en nosotros mismos y en los demás, tantas las situaciones con las que nos encontramos, las tristezas que nos invaden, los fracasos con los que nos topamos, que no podemos resolvernos por nosotros mismos. Sin embargo, le hice una propuesta: «¿Por qué no te dejas buscar por la Verdad?». No podemos fiar todo a nuestras fuerzas, sino que hay que confiar y dejarse buscar por la Verdad que es Jesucristo.
No podemos vivir en este mundo con medias verdades, pues nos destruimos a nosotros mismos y destruimos a los demás. Precisamente por esto, os propongo estas líneas para educar para la verdad:
1-. La libertad se vive cuando caminamos por la senda de la verdad y se convierte en esclavitud cuando entramos por sendas de verdades a medias. En nuestras propuestas de libertad, hemos de ser claros: no se trata de asumir cualquier moda que aparezca a cualquier precio, hay que saber discernir con valentía el camino de la libertad y esto requiere sacrificios y renuncias. La verdadera libertad se logra cuando caminamos por la senda de la verdad. Por eso la pasión por la verdad ha de ser prioritaria en nuestra propuesta para alcanzar la libertad. A san Agustín la cuestión de la verdad le atormentó siempre y, por ello, la buscó de formas muy diversas, hasta que se dejó buscar por ella. Nunca se conformó con una libertad sin pasión por la verdad. Esta pasión por la verdad fue clave en su vida; tuvo mucha libertad, pero sin verdad, y la buscó porque no descansaba sin ella. Deseó saber sobre el hombre, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Y la respuesta a ese deseo de libertad la encontró en la Verdad que es Jesucristo, en el Camino que el Señor le ofreció y en la Vida que cuando se abrió a Él inundó su existencia.
En la época nueva en la que ya estamos, hay gritos fuertes y no solamente barruntos de verdad. Hoy hay demanda de verdad. Tenemos la obligación de responder a esta demanda y de hacerlo sin miedos. ¿Por qué no hacer una propuesta clara de la fe? Nuestra época necesita ensanchar horizontes. Los jóvenes piden un sentido para su existencia. Tienen claro que no se lo dan programas solamente socioculturales, políticos o ideológicos del tipo que fuere. Hemos de ser capaces de abrirlos al misterio de Dios, a la dirección que nos marca todo aquello que no es objeto de experimento y de cálculo.
2-. Descubramos cómo la verdad de Jesucristo se muestra en los santos del calendario litúrgico y en los que viven a nuestro lado. ¿Cuántas veces te dijiste a ti mismo quiero ser libre y vivir en la verdad? La conversación que tuvo Jesús con Poncio Pilato sigue existiendo hoy. Ante la pregunta «entonces, ¿tú eres rey?», Jesús sigue diciéndonos: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Y, como aseveró Pilato, «¿qué es la verdad?» (Jn 18, 37-38a). Es cierto, podemos encontrar fragmentos de la verdad, pero ¿cómo encontrar la verdad que necesita el ser humano para vivir y para ser libre? Descubramos cómo la verdad se ha manifestado y se ha verificado en la vida de los santos de ayer y de hoy. Ante un santo, no podemos decir más que: esta es la vida verdadera, este es el camino auténtico que deseamos, esta es la verdad que buscamos.
No sé si habéis caído en la cuenta de que hoy reivindicamos mucho la libertad, pero muy a menudo lo hacemos al margen de lo que es la verdad de la persona humana que desea conocer y hacer lo que es recto y justo. Quien nos da a conocer quiénes somos y qué camino tenemos que escoger es Jesucristo mismo. Conocerlo a Él es vivir en la verdad y movernos en la libertad verdadera.
3-. Sintamos el gozo de vivir y ofrecer al mundo la verdad. En el momento que está viviendo la humanidad, es capital asumir la verdad como elemento trascendental para educar. En una sociedad en la que la ideología predominante quiere introducir una cuña entre verdad y fe, es bueno presentar la verdad que se dirige a la persona en su totalidad. La verdad del Evangelio cambia la vida cuando aceptamos que entre en nuestra existencia. Por eso, defender la verdad, proponerla y testimoniarla en la vida diaria son modos de caridad insustituibles. Los educadores deben asumir la responsabilidad de llevar a los jóvenes a liberarse y despertar en sus vidas la atracción por la verdad, que para nosotros tiene un nombre: Jesucristo. Hay sed de verdad, de bondad y de belleza, que está impresa en todo ser humano y siempre llama y orienta a las personas a buscar juntas con amor la libertad, la paz, la fraternidad, la concordia, la comunión. Pongámonos a ser servidores de la Verdad.