Eduardo Moreno Gómez: una vida dedicada a la Eucaristía
Acontece a veces que a pesar del paso del tiempo en ciertas almas parece ser intenso, no nos lo parece a quienes les vemos siempre tan bien, tan en forma, tan activas, que pensamos ser ellos mucho más jóvenes y que tienen aquello que –en la expresión de un querido purpurado español–, es «una juventud acumulada» y no esperas que se marchen de repente.
Fue lo que me ocurrió con Eduardo Moreno Gómez, expresidente de la Federación Mundial de Obras Eucarísticas de la Iglesia y expresidente de la Adoración Nocturna de Ciudad Real. Eduardo tuvo una muerte como le habría gustado: con las botas puestas. Sí, él dedicó su vida a la familia y a la Eucaristía. Y quiso el Señor llevárselo 24 horas antes de terminar el año 2016 y participando precisamente en la última vigilia de la Adoración Nocturna de Ciudad Real del año que estaba por expirar, después de haber recibido la comunión. No podía ser más axiológico, morir luego de comulgar y de salir de la Iglesia parroquial de San Pedro, no sin antes hacer una profunda y respetuosa venia al Santísimo Sacramento.
Eduardo me impresionó siempre por su amabilidad, su don de gentes, su decisión de llevar adelante iniciativas, su preocupación por su familia y por sus amigos. Muchas veces recibía una llamada telefónica de él, interesándose por mis asuntos. Hombre cordial y educado, gran trabajador y siempre preocupado por los demás. Pero su preocupación principal era la adoración a la Eucaristía. Lo hizo primero como presidente de la Adoración Nocturna en Ciudad Real y después cuando fue elegido presidente de la Federación Mundial de Obras Eucarísticas de la Iglesia.
Le encantaba viajar y participar de congresos y simposios, en donde amplió su radio de amistades y conocidos, como con los cardenales Ouelet, Rylko y Cañizares, o los arzobispos Marini, Piñeiro o Ureña.
La vida y obra de Eduardo es digna de ser seguida. No tuvo su muerte la resonancia de la muerte de los políticos, de los deportistas o de los grandes empresarios. Pero fue él un atleta de Dios que hizo la mejor política y el mejor de los negocios: procuró agradar a Dios queriendo ser un siervo bueno y fiel. Y lo logró. ¡Descansa en paz querido amigo!