Ecclesia in Medio Oriente, un antídoto contra el choque de civilizaciones. Sana laicidad y libertad religiosa - Alfa y Omega

Ecclesia in Medio Oriente, un antídoto contra el choque de civilizaciones. Sana laicidad y libertad religiosa

La Exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente aporta una valiosa contribución a la comprensión de la libertad religiosa y a la sana laicidad, destaca don Silverio Nieto, director del Servicio Jurídico Civil, de la Conferencia Episcopal Española

Silverio Nieto
Un grupo de artistas libaneses danzan delante del Papa en su camino al Palacio presidencial de Baabda, el 15 de septiembre.

En 2008, Benedicto XVI manifestó: «En torno a las relaciones entre campo político y campo religioso, Cristo ya ofreció el criterio para encontrar una justa solución a este problema, al responder a una pregunta que le hicieron afirmando: Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Se ha utilizado la expresión laicidad positiva para designar esta comprensión más abierta. En este momento histórico, en el que las culturas se entrecruzan cada vez más, estoy convencido de que una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad es cada vez más necesaria. En efecto —afirma el Papa—, es fundamental, por una parte, insistir en la distinción entre el ámbito político y el religioso para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos, como la responsabilidad del Estado hacia ellos, y, por otra parte, adquirir una más clara conciencia de las funciones insustituibles de la religión para la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar, junto a otras instancias, para la creación de un consenso ético de fondo en la sociedad».

Benedicto XVI recordaba a los juristas católicos, en 2006, que «no es expresión de laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia política y cultural de la religión; en particular, contra la presencia de todo símbolo religioso en las instituciones públicas». Tampoco es signo de sana laicidad «negar a la comunidad cristiana, y a quienes la representan legítimamente, el derecho de pronunciarse sobre los problemas morales que interpelan la conciencia de todos los seres humanos, en particular de los legisladores y juristas».

La sana laicidad

La Exhortación apostólica contiene, condensados, el antídoto en contra del choque entre civilizaciones y las líneas guía para la supervivencia de las Iglesias orientales, sumergidas bajo la oleada del islamismo radical, condena el fundamentalismo religioso y pone de relieve la importancia de la libertad religiosa y de la sana laicidad. Dice textualmente: «Al igual que en el resto del mundo, en Oriente Medio se perciben dos realidades opuestas: la laicidad, con sus formas a veces extremas, y el fundamentalismo violento, que pretende tener un origen religioso. Con gran suspicacia, algunos responsables políticos y religiosos de Oriente Medio, de todas las comunidades, consideran la laicidad como atea o inmoral. Es verdad que la laicidad puede afirmar, a veces de modo reductivo, que la religión concierne a la esfera privada, como si no fuera más que un culto individual y doméstico, ajeno a la vida, a la ética, a la relación con el otro. En su versión extrema e ideológica, la laicidad, convertida en laicismo, niega al ciudadano la expresión pública de su religión y pretende que únicamente el Estado legisle sobre su forma pública. Estas teorías son antiguas. No son solamente occidentales y no se pueden confundir con el cristianismo. La sana laicidad significa liberar la religión del peso de la política, y enriquecer la política con las aportaciones de la religión, manteniendo la distancia necesaria, la clara distinción y la colaboración indispensable entre las dos. Ninguna sociedad puede desarrollarse sanamente sin afirmar el respeto recíproco entre la política y la religión, evitando la tentación constante de mezclarlas u oponerlas. La relación apropiada se basa en la naturaleza del hombre, por tanto, en una sana antropología, y en el respeto absoluto de sus derechos inalienables. La sana laicidad garantiza que la política actúe sin instrumentalizar a la religión, y que se pueda vivir libremente la religión sin el peso de políticas dictadas por intereses, a veces poco conformes, y con frecuencia hasta contrarios, a las creencias religiosas. Por consiguiente, la sana laicidad (unidad-distinción) es necesaria, más aún, indispensable para las dos. Es preciso recordar continuamente el lugar de Dios en la vida personal, familiar y civil, y el justo lugar del hombre en el designio de Dios. Y, a este respecto, es preciso, sobre todo, rezar más».

No utilizar a Dios

Por otro lado, continúa, «la incertidumbre económica y política, la habilidad manipuladora de algunos y una deficiente comprensión de la religión, entre otros factores, son caldo de cultivo del fundamentalismo religioso, que afecta a todas las comunidades religiosas y rechaza el vivir civilmente juntos. Quiere tomar, a veces con violencia, el poder sobre la conciencia de cada uno y sobre la religión por razones políticas. Hago un llamamiento apremiante a todos los líderes religiosos, judíos, cristianos y musulmanes de la región, para que traten de hacer todo lo posible, mediante su ejemplo y su enseñanza, por erradicar esta amenaza, que acecha de manera indiscriminada y mortal a los creyentes de todas las religiones. Utilizar las palabras reveladas, las Sagradas Escrituras, o el nombre de Dios, para justificar nuestros intereses, nuestras políticas tan fácilmente complacientes o nuestras violencias, es un delito muy grave».

Si se respeta el derecho fundamental de libertad religiosa, y la relación entre lo político y religioso se atiene a una sana laicidad, los musulmanes y los cristianos, el Islam y el cristianismo, pueden vivir juntos sin odios, respetando las creencias de cada uno.

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