Duros primeros pasos de Sudán del Sur - Alfa y Omega

Duros primeros pasos de Sudán del Sur

Sudán del Sur logró alcanzar en julio la independencia, pero este hecho no ha mejorado, sustancialmente, la situación del país. Siguen sin delimitarse las fronteras con Sudán del Norte, se disputan las ganancias del petróleo entre ambos países e, incluso, secuestran a los sursudaneses que todavía viven en el Norte para que entren a formar parte de las filas milicianas y se enfrenten a sus propios hermanos del Sur. Su pesadilla no ha terminado

Cristina Sánchez Aguilar
Un grupo de refugiados sursudaneses en el Norte intenta volver a casa.

«Los sureños hemos sido capaces de lograr nuestro objetivo», reconoce Sekwat Innocent Bojja, cristiano sursudanés residente en el Estado de Central Equatoria, «pero el resultado ha sido más desastroso de lo esperado, principalmente por la falta de demarcación de fronteras, que continúa provocando la pérdida de vidas, a causa de los bombardeos aéreos en la zonas de disputa». Y eso que ambos países firmaron un pacto de no agresión el pasado 10 de febrero en Addis Abeba, capital de Etiopía; acuerdo que se violó hace unos días en las zonas fronterizas de Kordofán del Sur —Estado dividido entre los dos países—, escenario de un nuevo ataque que, según Sudán, ha sido perpetrado por las milicias del Sur. Ya lo anunció a la agencia Fides monseñor Macram Max Gassis, obispo de El Obeid, hace unas semanas, cuando alertó de la crisis en los Montes Nuba —en el mismo Kordofán del Sur—, lugar al que calificó como «escenario de constantes ataques».

Sekwat reconoce que el Gobierno de Juba —la capital del nuevo Sudán del Sur, de mayoría cristiana y animista— «se ha visto obligado a desplegar más tropas en las regiones afectadas a causa de los bombardeos procedentes de Jartum —capital de la zona norte, país regido por la sharia—». Además, añade el sursudanés, «vivimos una creciente inseguridad en el Sur, debido a la creciente inestabilidad política: la formación de grupos de milicianos han dado lugar a desplazamientos masivos».

Desde allí, precisamente, escribe Mathai James, quien afirma que el principal problema entre Sudán y Sudán del Sur pasa por «la proliferación de líderes rebeldes de las milicias, apoyadas por el Gobierno del Norte, que tiene como objetivo derrocar al Gobierno del Sur». ¿El motivo? Morris Charles Francis, periodista y locutor en la radio católica de Juba, lo explica: «El Norte quiere continuar con la explotación del Sur, y no es posible, porque tras la independencia, nuestro país es quien controla los recursos».

Refugiados del Sur, en el Norte

Mientras, la situación de los cristianos sureños en el Norte empeora notablemente. Huyeron antes de la independencia a los campos de refugiados de la ONU en el Norte, y ahora no pueden volver a casa, y sus condiciones allí son infrahumanas. Mathai explica que «no cuentan con atención sanitaria, los casos de desnutrición aumentan alarmantemente y no hay ningún tipo de libertad de movimiento, ni de expresión». Además, continúa, «los estudiantes corren el riesgo de ser reclutados a la fuerza por los líderes de las milicias». Situación que ya denunciaba monseñor Daniel Adwok, obispo auxiliar de Jartum, quien informó a Ayuda a la Iglesia Necesitada de que, «desde noviembre, ha habido un aumento de los secuestros a hombres jóvenes, en sus casas, por la noche, a los que luego obligan a luchar contra el Gobierno de Sudán del Sur».

«La milicia parece tener la sartén por el mango. Ellos pueden hacer lo que quieran y el Gobierno no los detendrá», denunció el obispo. Para Morri Charles, «el Gobierno de Jartum intenta que los sudaneses lamenten su voto a favor de la independencia».

La crisis del petróleo

Sekwat también reconoce que la tensión entre ambos países ha crecido desde la independencia «debido a los factores económicos». En primer lugar —cuenta—, «el Norte solicitó una renta excesivamente alta de alquiler al Sur —exige el pago de 36 dólares por barril— para utilizar los oleoductos», que el Sur necesita para transportar el crudo y exportarlo fuera de sus fronteras. «Renta con la que el Gobierno del Sur no está de acuerdo», añade Sekwat. Sudán del Sur, de hecho, ha declarado que lo máximo que pagaría es un dólar por barril.

El Norte ha perdido miles de millones de dólares desde la independencia, y esto ha supuesto una inflación de los precios y un debilitamiento de la moneda. Según el economista de la Universidad de Jartum, Mohammed Ahmed Eljack, «el petróleo del Sur representa más de un tercio de los ingresos del Gobierno norsudanés y su mayor fuente de divisas».

Esta tensión se agravó con la decisión del nuevo país de detener la producción de petróleo y buscar rutas alternativas, como la construcción de un oleoducto propio. Según Sekwat, «Juba ha hablado, abiertamente, de robo de su petróleo por parte de Jartum, y la producción se mantendrá suspendida hasta que se alcance un trato justo con el Norte, o se construyan tuberías alternativas». Para Morri Charles, «la decisión de cerrar la producción de petróleo es un reto para el Gobierno sursudanés, aunque tiene que encontrar rápidamente una solución».