Javier Igea, director del departamento Días en las diócesis: «La Cruz es la única esperanza»
El departamento que dirige el padre Javier Igea, además de organizar los Días en las diócesis, previos a la JMJ, ha coordinado el recorrido de la Cruz de los Jóvenes y del Icono de la Virgen por España. Esto le permite tener, y compartir en esta entrevista, una visión de conjunto privilegiada sobre lo que esta peregrinación ha supuesto:
¿Qué puede decir la Cruz a los jóvenes de España hoy?
Los jóvenes en la actualidad son un grupo que, por el secularismo y el laicismo, ha perdido la esperanza. La esperanza es uno de los temas que ha aparecido muchas veces en las JMJ, en los mensajes de los Papas. Recientemente, hemos vivido una situación en la que los jóvenes, de un modo inconsciente y sin saberlo, han sacado a la calle su falta de esperanza y su desencanto ante una sociedad que proponían cambiar y sustituir por una utopía. Esas concentraciones dan que pensar sobre el tema de la esperanza. Para un joven católico, la Cruz es la única esperanza que hay. No la cruz en cuanto sufrimiento, sino en cuanto victoria sobre el sufrimiento y camino hacia una resurrección; no la cruz como meta, sino como etapa intermedia que da sentido a una etapa final, que no es la cruz sino la gloria. Sin este planteamiento, es fácil caer en la utopía, y en el totalitarismo. Porque, para llevar a cabo la utopía, hay que suprimir la libertad de la gente. Todas las utopías han terminado en totalitarismo. En cambio, la cruz nos da el verdadero sentido de la libertad, el modelo de sociedad que todos anhelamos y todos buscamos. Yo orientaría todo este desencanto de los jóvenes de hoy al mensaje del Papa para la JMJ de 2009, Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo.
¿Qué reacciones les han ido llegando de las diócesis donde ha estado la Cruz?
Cristo sorprende al hombre. La Cruz ha sorprendido a todos; su poder de atracción y sus frutos han sido inesperados. La respuesta, en cuanto a los jóvenes que acudían a los actos, habrá sido cinco o diez veces mayor de lo que se esperaba. Se ha demostrado que Cristo y la Cruz son un imán. La gente tiene sed, y esa sed no la sacia el consumismo, sino Cristo.
La Cruz ha arrasado en todas partes. Ha tocado la vida a muchos jóvenes y les ha movido para redescubrir la dimensión de comunidad, de familia, de la Iglesia. Ha habido una vocación: un joven que, colaborando en los equipos que han llevado la Cruz por su diócesis, ha sentido la llamada al sacerdocio. Otros se han incorporado a los equipos de la JMJ en las diócesis; un joven, casado, se organizó la semana de vacaciones para seguir la Cruz… También la acogida en las cárceles y los hospitales ha sido impresionante. En ningún sitio hemos tenido noticia de que haya sido acogida con apatía.
¿Cómo ha ayudado a los equipos de las Delegaciones diocesanas de Juventud, también a la hora de presentar la JMJ?
Para los equipos de las Delegaciones de Juventud ha sido un momento de Pascua, porque el Señor ha pasado por las diócesis y por sus vidas. En los tiempos duros, ha reavivado la esperanza. Para los sacerdotes, en especial, son momentos muy gozosos, porque tu ministerio está centrado en la Cruz, y cuando te abrazas a ella lo vives de manera distinta a lo habitual. Han visto que su ministerio tiene sentido, porque han comprobado que da fruto.
La Cruz es la antorcha olímpica de las JMJ, que, antes de que sucedan, va por todo el país, convocando a la Jornada. Pero no es esa cruz de madera la que convoca, sino la Cruz de Cristo, que ella simboliza.