Domingo sangriento en Myanmar: «Es como un campo de batalla»
El cardenal Charles Maung Bo lamenta que «las calles han visto demasiado dolor y sufrimiento», y subraya el heroísmo de una religiosa en Kachin
«Myanmar es como un campo de batalla. Los católicos rezan en público», compartía desde su cuenta de Twitter este domingo el cardenal Charles Maung bo, en el día más sangriento desde el golpe de Estado del 1 de marzo. La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció que al menos 18 personas murieron, más de 30 resultaron heridas y 85 fueron detenidas por la Policía durante las protestas en seis ciudades del país.
Al menos 30 personas han muerto a raíz de la violencia desatada tras el golpe, según la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos (AAPP), que computa al menos 1.132 detenidos (500 de ellos solo el sábado pasad), incluidos 299 ya en libertad. Las protestas continúan este lunes, con centenares de personas saliendo a la calle.
Munición real
En un comunicado, la agencia de la ONU decía tener «información creíble» de que las fuerzas de seguridad birmanas usaron munición real contra los manifestantes en Rangún, Dawei, Mandalay, Myeik, Bago y Pokokku, además de gases lacrimógenos y granadas de conmoción. «Condenamos enérgicamente la escalada de violencia y pedimos al Ejército de Myanmar que suspenda inmediatamente el uso de la fuerza contra los manifestantes pacíficos», declaró la portavoz Ravina Shamdasani.
También el Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, Josep Borrell, manifestó su rechazo a la represión: «Al disparar a ciudadanos desarmados, las fuerzas de seguridad han demostrado una falta de respeto flagrante por el Derecho Internacional y deben rendir cuentas». Al tiempo, anunciaba que la Unión Europea está ultimando las medidas que va a tomar.
El heroísmo de una religiosa
En su cuenta de Twitter, el cardenal Bo, principal líder cristiano del país, se hacía eco del heroísmo de la hermana Ann Nu Thawng, hermana de San Francisco Javier, que en Kachin «suplicó con lágrimas en los ojos» y se arrodilló delante de la Policía para evitar que arrestaran a los manifestantes. «Unos 100 pudieron escapar por ella».
Antes de conocerse el alcance de la represión, en su homilía dominical, el cardenal Bo lamentaba que las calles del país «han visto demasiado dolor, sufrimiento y resistencia» y pedía que «no se derrame sangre inocente en esta tierra». «Todos somos hijos de la misma tierra, de la misma madre Myanmar, y necesitamos ejercitar la paciencia y la tolerancia».
Odio en las calles y en las redes
El liderazgo en una nación, subrayó, «no viene como resultado de la violencia», sino por «el sacrificio, la obediencia a la voluntad de la mayoría». Por ello, «los líderes necesitan alimentar la libertad de renunciar» al poder. Al mismo tiempo, el cardenal advertía de cómo «lentamente el odio parece que se está infiltrando en las marchas pacíficas». También sobre las redes sociales, «un infierno virtual donde el odio gobierna» como rey supremo, haciendo que «incluso personas buenas se vuelvan violentas».
«El odio nunca expulsa al odio», insistía como respuesta; «solo el amor». Después de recordar que el Papa ha pedido para Myanmar una «resolución de las diferencias mediante el diálogo», insistía en que «la paz es el único camino». Y en que quienes «piden confrontación no desean el bien de esta nación». Aprovechando el Evangelio del día, Bo terminaba pidiendo oraciones por «la transfiguración de esta nación y de cada uno de nosotros de los conflictos por el poder, el prestigio y estatus a ser una nación de democracia, fraternidad e igualdad».