Aparte de referirse a migrantes y refugiados por su jornada, en el ángelus del pasado domingo, el Papa Francisco mostró su «cercanía y solidaridad» con los afectados por la erupción del volcán en La Palma, «especialmente» con quienes «se han visto obligados a dejar sus casas». «Por estas personas tan probadas y por los que están trabajando en las tareas de socorro, rezamos a la Virgen, venerada en esa isla como Nuestra Señora de las Nieves», aseveró alzando al cielo su plegaria, que es la de todos los creyentes.
«Hasta Dios huyó», escribió un tuitero al ver cómo el avance inexorable de la lava acababa con la iglesia de Todoque, la primera del mundo dedicada al Pontífice san Pío X. Pero no, no ha huido, sino que sigue allí junto a los canarios y, en palabras del cardenal Carlos Osoro, «los hermanos de Madrid –y de todas las latitudes– seguimos rezando por ellos». Dios está «encarnado en cada bombero, en cada policía, en el propio párroco que ha acogido a varios desplazados» e «incluso en cada vecino que ha perdido su casa», como señaló también en Twitter el redactor de Alfa y Omega José Calderero (@jcalderero). Dios no ha abandonado a los palmeros. Dios nunca nos abandona.