«Dimas comprendió que la Palabra de Dios estaba colgada a su lado»
Cada 25 de marzo se celebra a un santo escondido en el santoral: san Dimas, del que el escritor Tony Gratacós acaba de publicar una novela. «Su salto de fe es el que tiene que dar un creyente ante la Eucaristía», afirma
Después de trabajar en Disney, debutar como empresario y ser uno de los protagonistas del documental sobre la Eucaristía La Misa, el beso de Dios, Tony Gratacós se lanzó a escribir novelas históricas. Ahora ha publicado La canción de Dimas, en el que se adentra en la figura del criminal que supo ver a Dios a su lado en la Cruz.
¿Por qué elegiste a Dimas como protagonista de tu última novela?
Yo ya había escrito mi libro sobre Hernán Cortés, pero antes de publicarlo escribí un cuento de Semana Santa. Me llama la atención que haya muchos cuentos de Navidad, pero no de Semana Santa, y es un tiempo litúrgico tan importante como la Navidad. Me puse a escribir sobre San Dimas. Lo que no he querido hacer es una novela religiosa para beatos, voy más allá.
¿Por qué San Dimas entonces?
Yo quería entrar en el Evangelio como escritor de novelas, pero no con la voz de un personaje principal. Me quería colar a través de los ojos de un personaje secundario. Hay muchos de ellos que se encontraron con el Señor y los detalles de ese encuentro personal quedaron en la intimidad entre ambos, y uno de ellos es Dimas. El Señor es un amante celoso, parece que quiere decir: «Esa historia queda entre tú y yo, no quiero que nadie más sepa lo que ha pasado entre nosotros». Pero a mí me interpelaba por qué un criminal volvía la cabeza y reconocía en un cuerpo destrozado al Hijo de Dios. ¿Qué vio? ¿Qué pasó por su corazón? Me puse en la piel de un judío del siglo I para armar un relato convincente sobre la historia de Dimas.
¿Cómo fue ese trabajo de preparación?
Hace poco he vuelto a releer el libro para traducirlo al inglés, y no lo sé la respuesta. Creo que fue un encuentro personal. Si preparas un libro y te metes en el personaje, buscas sus motivos, por qué hace lo que hace. Al ser yo un hombre de fe, el proceso se me hizo estructurado y convincente. Es como si haces un retiro y escuchas un testimonio de fe de alguien. No se trata de que escuchas campanillas del cielo, sino que reconoces en el que habla cosas que también te han pasado a ti. En el modo en el que Dios nos ha tratado a cada uno, miras atrás y ves su mano, ves una coherencia. Vi la vida de Dimas de igual manera, y en la cruz lo sacó todo claro.
¿Cuándo hizo click?
No quiero hacer spoilers, pero entiendo que Dimas nace en un tiempo puramente mesiánico. Los pastores a los que se anunció el nacimiento de Jesús, por ejemplo, creyeron y hablaron de lo que vieron, como seguramente hicieron muchos durante la vida pública de Jesús. Esa noticia de que el Mesías ya estaba por esos caminos circulaba por todo el país. El pueblo estaba expectante, y un judío más o menos piadoso como podía ser Dimas estaba familiarizado con las Escrituras. Llega un momento en que comprende que la Palabra de Dios estaba delante de él.
Es un santo escondido en el santoral…
El día que publiqué el libro a la venta, lo quise llevar a la parroquia de San Dimas y pregunté a ChatGPT dónde estaba en Madrid, y me dijo que no había ninguna con ese nombre. Busqué en España y tampoco. Es muy fuerte. Es el único santo del que sabemos con certeza que está en el cielo por boca de Jesús ¡y no tiene parroquia! Como también es el patrono de los cautivos, hice llegar el libro a la cárcel de Estremera, y ahí hay ahora mismo ya dos ejemplares.
¿A nosotros qué nos dice hoy? Porque ese tipo es modelo santidad, como todos los santos…
Eso lo averiguó santo Tomás de Aquino, porque en el Adoro te devote hay un párrafo que dice que en la cruz se esconde solo la divinidad, pero en la Eucaristía también la humanidad, y concretamente dice: «Pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido». De hecho, coloco esa cita al inicio del libro. Santo Tomás de Aquino supo ver que el salto de fe de Dimas en la cruz es el mismo que tiene que dar un creyente ante la Eucaristía, porque Dimas supo ver a Dios en ese cuerpo después de la flagelación, ensangrentado y colgado a su izquierda, en un lugar donde solo acababan criminales. Pero ahí reconoció al Rey de Reyes. Ese salto de fe es al que estamos todos también invitados: reconocer a Cristo en el pan de la Eucaristía. Está más vigente que nunca.
¿Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad?
No tenemos derecho a una segunda oportunidad, pero todos podemos esperar la salvación. Toda historia necesita salvación. Necesitamos ser salvados, aunque sea de nosotros mismos. Esto no viene del dinero, del trabajo, de la fama o de la familia… Esa salvación solo puede venir de alguien fuera de nosotros: de Dios. Todos podemos aspirar a la salvación, aunque sea en el último momento.
También se le pone como modelo en la teología de la gratuidad.
Es verdad que no merecemos nada, pero tenemos la libertad que tuvieron Gestas y Dimas. Ante un mismo suceso, necesitas abrir al menos los ojos. Necesitas humildad, reconocer que te equivocas, y eso es algo muy difícil. Todo lo que recibimos del Señor es gratuito, y para recibirlo necesitamos bajar la cabeza, desarmarnos de alguna manera.
Tony Gratacós
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