25 de marzo: san Dimas, el santo del escándalo - Alfa y Omega

25 de marzo: san Dimas, el santo del escándalo

El buen ladrón es una paradoja: muchos saben quién es, pero pocos le rezan. Y sin embargo, fue el único santo canonizado por el mismo Cristo, y el primero en poner un pie en el cielo. Y todo eso, sin merecerlo

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
‘El buen ladrón en el Paraíso’ (detalle). Icono ruso de la escuela de Moscú, c. 1560. Foto: Wikipedia / Shakko

«San Dimas tenía todas las papeletas para ir al infierno inmediatamente. No había nadie que diera nada por él, y sin embargo con solo mirar a Jesús y pronunciar una única frase, entró directo en el Paraíso, antes incluso que la mismísima Virgen María», exclama Cordelia de Castellane, traductora del libro El buen ladrón, misterio de misericordia.

Hace ya varios años, De Castellane quedó «impactada» con la historia que el sacerdote canadiense André Daigneault dedicó a san Dimas, y desde entonces está fascinada «con este personaje increíble que tuvo la gracia de abrir su corazón en el momento justo».

De los ladrones ajusticiados junto al Señor en realidad no se sabe mucho. Seguramente fueron zelotes que participaron en la «revuelta» de la que dan noticia Marcos y Lucas al final de sus Evangelios, aquella en la que también fue apresado Barrabás. Todos habrían sido condenados por sedición, lo que la ley romana castigaba con la muerte. Y, sin embargo, algo pasó con Dimas: la aventura de su vida dio un giro brutal el día en que fue clavado en la cruz.

A dos metros de la Gloria

Daigneault especula sobre que Dimas seguramente fue testigo privilegiado de la Pasión del Señor: el diálogo con Pilato, la flagelación, la coronación con espinas…, y que pasó encadenado junto a Jesús su última noche en la tierra.

«Yo creo que fue la reacción del Señor lo que realmente impactó a Dimas», afirma De Castellane. Tanto Dimas como Gestas sufrieron la condena como Jesús, pero «la reacción del Señor, tan diferente, fue lo que cautivó al ladrón. Su compañero y él se lo habían buscado, pero vio a Jesús maltratado, insultado, con la cruz a cuestas, sufriendo las burlas y los azotes… y sin embargo rezando, en contacto íntimo con el Padre, sin rebelarse ni blasfemar». Dimas vio a Cristo ir a la muerte «como un cordero manso y bueno. Yo creo que eso fue lo que le preparó para recibir una gracia especial del Espíritu Santo. Fue el encuentro con Jesús, aunque fuera en el momento de su muerte, lo que le cambió el corazón».

La traductora incide en la diferencia en la actitud entre ambos bandidos. «Gestas estaba ensimismado, no quería salir de sus circunstancias, de su tortura. Eso es algo que nos puede pasar a todos: pensar primero en lo nuestro, en lo que se nos debe, obsesionados por lo que nos falta…, y así dejamos pasar ocasiones porque no nos abrimos a lo que pasa fuera».

Al contrario que Dimas, que en el secarral del Calvario entendió que a su lado se alzaba la Gloria del mismísimo Salvador del mundo.

Una talla con el rostro de un preso

La Hermandad de la Conversión del Buen Ladrón de Córdoba alberga una curiosa talla de san Dimas, obra del imaginero Pedro García Velasco. «Para realizarla me basé en el molde con la cara de un preso que me llegó procedente de un taller que se realizó en la cárcel hace años», confiesa el artista. «Me pareció que ahí había una connotación muy fuerte y que tenía que utilizarla», pues «para mí san Dimas es un modelo. Todos cometemos errores a lo largo de los años, pero él nos muestra que es posible cambiar nuestro rumbo en la vida».

Lo confirma Rafael Dorado, hermano mayor de la cofradía, quien ve en el santo un elemento muy actual: «Todos necesitamos convertirnos en algún momento de nuestra vida. Y en medio de esta pandemia, la gente al final necesita agarrarse a algo aunque no tenga mucha fe o no haya sido muy practicante a lo largo de su vida. Dimas es ejemplo y esperanza, porque en la angustia todos nos podemos agarrar fuerte a Jesucristo y acompañarle en su Pasión».

Hay quien ve en Dimas un santo incómodo, casi escandaloso, pues se apropia de un regalo que no se merecía, y además cuando ya no le quedaba otra. Para Cordelia de Castellane esto no hace más que mostrar que «Dios es justo», porque «en cuanto le miramos con arrepentimiento, todo lo demás desaparece. Él no es como nosotros. Dios perdona y ya no recuerda todo lo malo que hayas hecho; perdona de una vez y para siempre. Y eso nos da esperanza, a cualquiera de nosotros, en cualquier momento de nuestra vida».