Diferentes celebraciones en los lugares santos - Alfa y Omega

Diferentes celebraciones en los lugares santos

Tierra Santa acoge a múltiples confesiones cristianas que se vuelcan en el nacimiento de Cristo con sus propias tradiciones

P. J. Armengou
El barrio cristiano de Jerusalén, iluminado para la Navidad. Foto: David Delgado.

Una de las primeras sensaciones que tiene el peregrino al llegar a Tierra Santa es que los lugares santos son espacios de un gran eclecticismo y diversidad. Lámparas ortodoxas conviviendo con velas católicas, retablos armenios adosados a estandartes coptos… Y todo ello mezclado con la humareda del incienso y la melodía de decenas de voces cantando en las más variadas lenguas. En este contexto, la celebración de la Navidad no es una excepción y también es rica en ritos y celebraciones. En todo el mundo, pero especialmente en Tierra Santa, católicos, griegos, armenios, coptos, etíopes y cristianos de otras muchas confesiones conmemoran el nacimiento de Cristo con sus propias tradiciones. E incluso con su calendario particular.

«¿Qué distingue la Navidad de Belén de cualquier otra del mundo? Pues que aquí hay tres iglesias principales que, junto con algunas más, celebran la Navidad en un mismo lugar: la basílica de la Natividad. Nosotros, los católicos latinos, comenzamos la Navidad el 24 y 25 de diciembre, pero después vienen los ortodoxos griegos, el 6 y 7 de enero, y los armenios, hacia el 19 de enero», explica el padre Rami Asakrieh, párroco de la iglesia católica de Santa Caterina, adjunta a la basílica de la Natividad. De este modo, detalla el sacerdote, desde el inicio del Adviento católico hasta las celebraciones ortodoxas y armenias en enero, Belén puede llegar a celebrar la Navidad dos meses seguidos.

Varios calendarios

Las Navidades ortodoxa y católica en Tierra Santa tienen, tradicionalmente, una fecha diferente porque la Iglesia ortodoxa de Jerusalén no sigue el calendario gregoriano, sino que sigue utilizando el calendario juliano. En 1582 el Papa Gregorio XIII decidió modificar el calendario introducido por Julio César con el objetivo de ajustarlo mejor al calendario solar. Esta decisión supuso la pérdida de 13 días del octubre de ese año y acabó cambiando las celebraciones del 6 de enero al 25 de diciembre. Los armenios, por su parte, celebran la Navidad el 19 de enero por dos razones: en primer lugar, porque sitúan el nacimiento de Cristo el 6 de enero (coincidiendo con la Epifanía) y consideran que la celebración del día 25 proviene de la fiesta romana del nacimiento de Apolo y del solsticio de invierno, y, en segundo lugar, porque no siguen el calendario gregoriano.

A lo largo de la historia, ha habido períodos en que los cristianos de Tierra Santa han celebrado las fiestas en las mismas fechas, algo muy práctico para una comunidad que supone una minoría del 2 % de la población en Israel y del 1 % en los territorios palestinos. Desde 1975 existía un gran consenso en celebrar todas las Navidades de Tierra Santa el 25 de diciembre, a excepción de Jerusalén y Belén, donde los espacios son compartidos. Pero en 2021 un edicto del patriarca griego de Jerusalén, Teófilo III, pidió a los fieles que se abstuvieran de cantar villancicos el 25 de diciembre, recordando que ese día la iglesia ortodoxa de Jerusalén celebra la fiesta de san Espiridón de Tremitunte. Con todo, para los cristianos de a pie, y a ojos de las instituciones, la Navidad latina es la referencia.

Nazaret se reivindica

«Todo empezó aquí. Sin la Anunciación del ángel no estaría el resto. Primero fue Nazaret, después Belén, y todo acabó en Jerusalén», dice con contundencia Nabil Totry, director de una asociación cristiana que lleva 30 años promoviendo la ciudad natal de la Virgen María como destino turístico y religioso durante las fiestas. La entidad organiza un importante mercadillo navideño —al que acuden tanto cristianos como musulmanes y judíos— e impulsa la iluminación de la ciudad, así como distintos eventos culturales. «Antes aquí no se hacía nada especial en Navidad», afirma.

Aunque el 70 % de los turistas que visitan Israel acaban pasando por Nazaret, Totry considera que las instituciones «no han hecho suficiente por la ciudad» y lamenta que «Nazaret resulta poco atractiva para mucha gente», ya que hay pocos espacios públicos, suciedad y escasas opciones de ocio. «Muchos jóvenes se están marchando, especialmente los cristianos», dice. Frente a ello, opina, las actividades navideñas suponen una alternativa de ocio y trabajo, además de una excusa para «acercar a las distintas comunidades del país».

Puntos en común

Aunque las tres principales confesiones de Tierra Santa tienen calendarios diferentes y maneras distintas de entender y vivir la doctrina y el culto, los miles de años de convivencia en la tierra de Jesús han hecho que muchas tradiciones se hayan acabado haciendo comunes: desde la gastronomía hasta la vida religiosa. Es tradición, por ejemplo, comer las galletas mamoul, rellenas de dátiles; o empezar el Adviento con la burbara, un pudin de trigo, especias y fruta, que se prepara coincidiendo con la fiesta de santa Bárbara. También coincide que los patriarcas de cada una de las iglesias visitan la ciudad natal de Jesús en sus respectivas fechas de Navidad, se mandan felicitaciones por las fiestas, y celebran largas procesiones en Belén con la participación del pueblo y peregrinos de todo el mundo.

Las tradiciones navideñas han alcanzado incluso a miembros de otras religiones. Es habitual la presencia de grupos de scouts ortodoxos, católicos e incluso musulmanes tocando gaitas y tambores en las celebraciones, una práctica heredada del mandato británico. En ciudades mixtas, como Haifa, las instituciones promueven celebraciones e iluminaciones comunes para la Navidad y la Janucá, la fiesta judía de las Luminarias. E incluso tradiciones como el árbol de Navidad, los mercadillos navideños o Papá Noel son algo habitual (aunque no generalizado) en Tierra Santa, globalización mediante. En Jerusalén, judíos, musulmanes y cristianos han visitado este año el mercadillo de Navidad, y en la Ciudad Antigua existe, desde hace tiempo, una Casa de Santa en perfecto estado de revista. En ella vive un Santa Claus árabe que cuenta con todos los elementos habituales (barba blanca, traje rojo y risotada) salvo uno: no viaja en reno, sino en camello.

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