Diana Díaz, de ANAR: «Cuando publicamos fotos de nuestros hijos perdemos el control sobre ellas» - Alfa y Omega

Diana Díaz, de ANAR: «Cuando publicamos fotos de nuestros hijos perdemos el control sobre ellas»

El Ministerio de Juventud quiere regular el sharenting. La directora de las líneas de ayuda de la Fundación ANAR advierte de los riesgos de esta práctica

Cristina Sánchez Aguilar
Foto de recurso de una madre mostrando en su móvil la foto de su hija
Foto: Freepik.

—Para los no acostumbrados a los nuevos términos, y menos si son anglicismos, ¿qué es exactamente el sharenting?
—Publicar fotos de nuestros hijos menores y exponerlos en redes sociales, porque queremos compartir sus momentos evolutivos de desarrollo, sus fiestas de cumpleaños, su primer día en el colegio… Esta práctica, cuando se produce en exceso y sin tener especial cuidado, hace que sea una conducta arriesgada. Hablamos de menores de edad y tenemos que ser muy responsables cuando se comparte este material, ya que en el contenido, en la constancia —a veces hasta todos los días— y en la información que acompaña como contexto se dan demasiados detalles, como el colegio al que van los niños o dónde pasan su tiempo de ocio. Hay personas al otro lado, dentro del mundo tecnológico, que pueden ser de riesgo y, cuando publicamos algo, perdemos el control sobre ese material. Hay capturas de pantalla, se reenvían… no sabemos dónde llega. Y los pederastas se infiltran fácilmente y tienen sus estrategias.

—¿Por qué los padres sienten la necesidad de compartir las vidas de sus hijos?
—Es natural dentro de una familia que los padres estén orgullosos de los avances de sus hijos y estamos muy expuestos a nivel imagen en la sociedad actual. Compartimos los momentos felices, nuestro día a día. Pero la clave está en que un adulto puede compartir lo que considere dentro de su criterio de madurez, pero cuando se trata de terceros y, además, menores de edad, hay que entender que hay un derecho a la intimidad y que al otro lado, como decíamos antes, hay riesgos.

Teléfonos de Fundación ANAR

Para niños, niñas y adolescentes:

900 20 20 10.

Para familias y centros escolares:

600 50 51 52

—¿Qué efectos emocionales puede generar en un niño descubrir, al crecer, que toda su infancia está documentada públicamente?
—Ahí depende, porque es una cuestión muy individual. Pero nos hemos encontrado casos en el momento presente en los que los niños en el centro escolar han sufrido acoso por imágenes que han subido sus padres en un momento dado. O en los que pasado el tiempo el menor no quiera, no esté de acuerdo con que esas imágenes estén en internet. La huella digital está ahí y existe el derecho al olvido en redes sociales.

—¿Qué sucede con los niños que tienen sus propias redes?
—Es otra cuestión, pero paralela. Los niños que utilizan las redes sociales tienen que tener el permiso de sus progenitores. En España esto no está regulado para nada, pero hay otros países, como Francia, más evolucionados, que tienen una regulación absoluta. Creemos que un menor de edad que es influencer se divierte; pero el niño no juega, es un trabajo. Los padres deben saber las implicaciones que esto puede tener a nivel emocional, los desafíos que se pueden encontrar y que hay consecuencias, ya que se enfrenta a haters y a otras cuestiones que los pueden afectar claramente. Para que los padres sepan cuáles son los riesgos a los que se exponen, desde la Fundación ANAR creamos una carta de derechos digitales, junto con la Agencia Española de Protección de Datos y otras plataformas tecnológicas, ya que el menor de edad tiene derechos, también en el ámbito digital, y su interés superior está por encima de todos los demás. Recomendamos a las familias que profundicen, lo lean y sean conscientes de la cuestión tecnológica, porque nos pilla por sorpresa.

Diana Díaz

Díaz es psicóloga infantil. Foto: Fundación ANAR.

—De hecho, han formado parte del grupo de expertos del Ministerio de Juventud para ofrecer una serie de propuestas en función de las llamadas que atienden diariamente.
—Internet está lleno de amenazas para los menores: el grooming [engaño pederasta, N. d. R.], el adulto infiltrado que los agrede, la violencia de género a través de lo tecnológico, el sexting… Según un informe que hacemos en la fundación, el 56 % de los casos que atendemos en un año tiene la tecnología como factor de riesgo. Todo lo que tiene que ver con salud mental —conducta suicida, autolesiones, imagen, alimentación—, se potencia con el uso inadecuado de la tecnología.

—¿Qué consejo daría a las familias?
—Muchas veces enviamos fotos de nuestros hijos a personas de nuestro círculo de mucha confianza, pero perder el control es muy fácil. Hay que alertar de que no se compartan nunca sin nuestro permiso esos contenidos, incluso en el ámbito más familiar.