FOMO: el miedo a perderse en la era digital - Alfa y Omega

FOMO: el miedo a perderse en la era digital

«Nuestras amigas borraron su Instagram para no sentir envidia» del viaje de dos jóvenes a Sevilla. Este miedo a no estar presente aumenta y provoca frustración e incluso depresión

Sergio Aguilera
«Parece intolerable que otros estén viviendo experiencias placenteras y yo no sea partícipe», explica una psicóloga. Foto: Pexels / Roman Odintsov.

Ana y María se conocieron en el colegio cuando eran pequeñas. Desde entonces son inseparables. Ahora tienen 21 años y comparten diferentes grupos de amigos, aficiones y experiencias. Siempre tienen algo que hacer y, si no, ya se encargan ellas de buscar cualquier plan con tal de no quedarse una tarde en casa sin hacer nada. Ambas reconocen sufrir FOMO (fear of missing out), ese temor a perderse algo que las obliga a estar siempre conectadas a sus móviles para sentirse integradas socialmente.

Este término proveniente del inglés se ha popularizado en los últimos años. En español, la palabra que más se acerca al significado de este concepto es nomofobia, según Fundéu. En concreto, hace referencia al miedo a estar incomunicado sin móvil. Una investigación publicada en Computers in Human Behavior se refiere al FOMO como «una aprensión generalizada a que otros puedan estar teniendo experiencias gratificantes de las que uno está ausente». El Cambridge Dictionary añade que este fenómeno se debe «especialmente» al uso de redes sociales (RRSS).

Hay algunos informes puntuales de publicaciones especializadas en investigaciones en el ámbito tecnológico que estiman que más del 60 % de los usuarios de RRSS en España sufren dicho problema. No obstante, la reciente popularización del término no ha dado lugar todavía a estudios que ofrezcan datos más precisos. Pero los expertos en adicciones tecnológicas sí aseguran que va en aumento. El FOMO es una experiencia común entre los jóvenes y puede tener efectos negativos en el bienestar emocional y la calidad de vida. Puede generar ansiedad, problemas de sueño, bajo estado de ánimo e incluso depresión.

Andrea Vega, psicóloga sanitaria y experta en población infantojuvenil en Savea Psicología, considera que el FOMO no es un término nuevo, sino un «envoltorio» más de un problema que lo precipita o lo disminuye conforme al momento. Por ello, apunta que «en una sociedad cada vez más volcada en la búsqueda constante del placer y la eliminación de emociones desagradables, estas experiencias se vuelcan la mayor parte de las veces en actividades socialmente atractivas».

Para la psicóloga, está relacionado con la repercusión creciente de las RRSS. «Parece ser intolerable e insostenible que otros estén viviendo emociones y experiencias placenteras y yo no sea partícipe», explica. A su vez, esto se ve influenciado por la aceptación social. «Cuanto más atractivas sean mi vida pública y mis vivencias, más atractivo se me considerará a mí», ejemplifica.

La tolerancia a no disponer de «todo y ya», el fortalecimiento de una autoestima conectada a valores de vida y no a la aceptación social, o la construcción de una identidad más allá del mundo digital son algunos objetivos que enumera Vega para solucionar este problema. Pero insiste en «no cosificar a las personas en patologías o etiquetas».

Hay investigaciones que sitúan la diana poblacional entre los 15 y 19 años. La disminución del fenómeno se produce a partir de los 33 años. Además, influyen factores como el tiempo que los jóvenes dedican a las redes sociales y el hecho de que estén «en un momento de terminar de definir su identidad», con lo que la aprobación social se convierte en «un cebo muy tentador».

Inquietud por no acertar

Ana apura sus planes hasta el final por si ocurre algo interesante. «Lo que no quiero es arrepentirme de haberme ido», asegura. Por otro lado, María siente cierta «indecisión e insatisfacción» cuando está en cualquier quedada. «Pienso si habré escogido bien o si se lo estarán pasando mejor en el otro sitio». «Cuando estoy de viaje y mis amigas quieren hacer un plan guay no me enfado, pero les digo que no lo hagan, que me esperen», cuenta María. «Luego veo una historia en Instagram y me molesta no estar ahí, me causa frustración», asevera. A su vez, siente la necesidad de subir las cosas que hace «para que la gente lo vea».

Este fenómeno puede verse reflejado en todo un grupo, como ocurre en uno que comparten María y Ana. «Este año fuimos las dos juntas a la Feria de Sevilla y nuestras amigas nos dijeron que se iban a borrar Instagram para no sentir envidia de lo que estábamos haciendo», relatan. Ana confiesa que ha llegado a acudir a planes incluso estando enferma. «He salido de fiesta con fiebre, placas, una muela infectada…», apunta. También cuenta que no fue capaz de perderse un festival de música, donde dormía en una tienda de campaña, a pesar de estar recuperándose de un absceso en la garganta y tras estar varios días ingresada. «El médico me recomendó reposo, pero al día siguiente estaba allí».

RELACIONADO