Despedidas por ser madres
«La maternidad en España se ha convertido en un factor de exclusión laboral para la mujer», denunció ante la ONU, el pasado martes, el Presidente de la Fundación Madrina, don Conrado Giménez. Hay poco que celebrar en el Día de la Mujer Trabajadora si, para poder trabajar, la mujer ha de renunciar de antemano a su maternidad
«Tu embarazo da mala imagen»; «Tus prioridades respecto a la empresa han cambiado»; «Si continúas [con el embarazo] sabes que estás despedida». Estas frases, por desgracia, se oyen en muchas empresas españolas cuando una empleada anuncia que espera un hijo. En alguna otra, directamente «nos hacen controles [de embarazo] periódicos, y la que da positivo, a la calle». El martes pasado, estas palabras resonaron también en la sede de la ONU en Nueva York. Don Conrado Giménez, presidente de la Fundación Madrina, dio voz a estas mujeres, en su intervención ante la conferencia Combatir la discriminación maternal.
Don Conrado definió como la nueva lacra del siglo XXI el mobbing maternal, es decir, «la violencia o acoso que sufre la mujer por el hecho de ser madre»; un acoso que se da de forma destacada en el entorno laboral: «Suele comenzar cuando la joven está embarazada —degradación de funciones, disminución de salario, no renovaciones o despidos— y continúa cuando la joven madre vuelve de su baja por maternidad y solicita reducción de jornada». Esta situación, lejos de remitir, se está agravando. Basándose en las consultas recibidas por la Fundación Madrina, don Conrado sostiene que el mobbing «ha crecido ostensiblemente con la crisis, más de un 30 %» y afecta, cada hora, a nueve mujeres trabajadoras.
Al borde de la exclusión social
Este problema tiene una doble vertiente. La más obvia es que «la maternidad se ha convertido en un factor de exclusión laboral para la mujer, especialmente hasta que los hijos cumplen tres años, por lo que estamos perdiendo talento femenino —lamentó don Conrado—. Cuanto mayor es el número de hijos, o más pequeños son, menor es la tasa femenina de empleo», ya sea porque las despiden o porque no encuentran trabajo. Si ya la tasa de paro femenino en España es más alta que la del masculino —23,32 %, frente al 22,46 %—, entre las jóvenes embarazadas o madres puede llegar a colocar a este grupo «al borde de la exclusión social».
Es el caso de doña Ángela Prieto, de 21 años, que sobrevive gracias a un subsidio y a que ella y sus dos gemelas viven en casa de su padre. Hace un año, Ángela trabajaba como camarera en la cafetería de unos conocidos grandes almacenes. «Estaba de baja por el embarazo, pero me habían dicho que me iban a renovar. Cuando faltaban tres días para que acabara el contrato, me dijeron que me diera de alta. Lo hice, y no lo renovaron». Tras dar a luz y terminar la lactancia, empezó a buscar trabajo. «Al decir que eres madre de dos niñas, y tan joven, cambia totalmente la actitud de la gente. Te dicen que ya te llamarán», pero no es así. «Que tengas hijos no significa que no vayas a trabajar o que no seas responsable —asegura–. Trabajas mejor, porque ellos te dan la fuerza».
Forzadas a tener un hijo menos
La otra cara de la moneda es la de la mujer que «renuncia a su maternidad en favor de un proyecto laboral. En los últimos 20 años, se ha duplicado el número de mujeres sin descendencia a partir de los 40», afirmó el señor Giménez. No es una decisión totalmente libre. Según el estudio Fecundidad y valores en la España del siglo XX, elaborado en 2006 por el CIS, las mujeres españolas deseaban tener un promedio de 2,54 hijos. Pero sólo tienen 1,38. Según ese mismo estudio, el 58 % de las mujeres encuestadas opinaba que tener hijos suponía un obstáculo para su vida profesional, y el 9,1 % lo citaba como un motivo para decidir no tener más hijos.
Tanto doña Carmina García Valdés, de la Fundación RedMadre, como doña Gloria Juste, de la Fundación Mujer, Familia y Trabajo, coinciden con don Conrado en que, a día de hoy, «más que la feminidad, se penaliza la maternidad. Una mujer puede comportarse como un hombre», por ejemplo, renunciando a la maternidad, y sus problemas disminuirán, afirma doña Gloria. Pero, ¿por qué tantas empresas ven en la embarazada un problema? «Ya de entrada, creen que, como lo más importante para ti va a ser el niño, ya no pueden contar contigo». Pero, para doña Carmina García Valdés, hay además una razón más profunda para este rechazo a la maternidad, también en el lugar de trabajo: en vez de aprovechar que «la mujer aporta valores especiales al trabajo y a la sociedad», entre ellos los relacionados con la maternidad, «el feminismo radical ha negado a la mujer su esencia femenina», en la que está incluido el ser madre.