Debate Fe, razón y vida: El cristianismo, luz para la comprensión del mundo - Alfa y Omega

Debate Fe, razón y vida: El cristianismo, luz para la comprensión del mundo

Conversan un filósofo no creyente, Gabriel Albiac, catedrático de la Universidad Complutense; un reputado teólogo, Javier Prades, rector de San Dámaso, y un histórico dirigente socialista cristiano, Francisco Vázquez. Modera Ernesto Sáenz de Buruaga… Éste es un resumen del debate Fe, razón y vida, novedad de esta edición del congreso

Ricardo Benjumea
Un momento del debate Fe, razón y vida.

Gabriel Albiac: La propuesta de ustedes ha sido la de reflexionar sobre Fe, razón y vida. Por jugar con las cartas boca arriba, debo decir que, de la primera, lo único que puedo decir es que no sé absolutamente nada. Y de la vida, al final, lo único que sé es lo que aprendí del viejo Epicuro: que vida no es más que el modo eufemístico de decir muerte. Esto nada tiene de negro ni de pesimista. Me parece que es probablemente el único modo sensato de enfrentarse a la realidad. Cuando pensamos, no somos ni optimistas, ni pesimistas: buscamos la verdad, o buscamos autoengañarnos, y yo pienso que autoengañarse está feo. [En cuanto al tercer aspecto, razón, Platón enseña que] sólo emprende el camino de la filosofía aquel que pasa la frontera de la doxa (opinión), cuyo mayor grado es la pistis (fe), para acceder al ámbito de la episteme (el saber). Mantenerse en ese ámbito es una exigencia profesional, y aquí hubiera acabado mi intervención hace 20 años, si no fuera por una rareza contemporánea, que me merece un interés intelectual de primer orden: lleva el nombre de Joseph Ratzinger, y es la peculiaridad de un Papa que es, al mismo tiempo, probablemente el teólogo más importante del siglo XX, y uno de los mayores filósofos de ese período [entre otras cosas, porque traza un puente entre la teología y la filosofía].

La soldadura esencial entre la tradición griega y la tradición cristiana es la estructura de la tragedia, la constancia de que la pregunta es ontológicamente prioritaria a la respuesta, y de que no existe respuesta mundana que agote la pregunta. Cuando un griego se refiere a lo trágico, no se refiere a lo desgarrado, a lo espantoso, sino a aquello cuyas interrogaciones no pueden ser cerradas por una respuesta. Yo siempre te he dicho, Javier, que es ese ámbito y sólo ése el que permite una coexistencia entre filosofía y religión.

Javier Prades: La radical prioridad ontológica del preguntar yo la puedo compartir, si nos entendemos, porque supone algo muy importante en estos tiempos de indiferencia. Aquí hay una cuestión muy interesante: el constitutivo interrogarse del hombre. Es un rasgo que caracteriza lo humano. Puede que esté diciendo algo obvio, pero a menudo se nos dice hoy que el hombre es un puro fenómeno natural que resolveremos tarde o temprano. Me parece importante que nos descubramos capaces de interrogación, no artificiosa, no impostada. No es verdad que, para los creyentes, ya está todo resuelto, y que las preguntas las tienen sólo los ateos. ¡Es evidente!

Ratzinger, en 1973, se pregunta dónde está el punto de nuestro fracaso educativo en la transmisión de la fe, y afirma que hemos perdido la capacidad de suscitar las preguntas. No pone en duda la existencia de respuestas –ahí, Gabriel podría decir otra cosa diferente–. Pero es impresionante el servicio que Ratzinger o, también en esos años, Montini o Giussani, que están redescubriendo el significado de una experiencia que es capaz de educar, de no temer las preguntas de los hombres, porque, si no, la fe que transmitimos es como pintar una pared que tiene humedad debajo

Confrontarse con la realidad nos obliga a los católicos a serlo íntegramente, a percibir dónde arranca la cuestión de Dios, que, a mi modo de ver, arranca allí donde la realidad se muestra enigmática, abierta, a veces dolorosa o injusta… El cristianismo irrumpió en el mundo antiguo dialogando con los filósofos, y prestando menos atención paradójicamente al mundo de las religiones, extraordinariamente rico en aquel momento, porque tenía la pretensión de ser luz para la comprensión racional del mundo. Ésa sigue siendo una enorme responsabilidad para los cristianos.

Francisco Vázquez: A mí, de esa dicotomía entre fe y razón [me ha preocupado especialmente] la superación de los desencuentros históricos entre la izquierda y la Iglesia. Hasta hace pocos años, toda una generación considerábamos que habían sido superados, pero, de una manera absurda, han vuelto a resucitar en los últimos años. Y muy vinculado a lo anterior, me preocupa este relativismo imperante, en muchos casos alentado desde la propia izquierda, de una manera incomprensible. Hoy impera ese principio de que todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas. A esto ha dado lugar un laicismo agresivo, que pretende reducir la religión al ámbito de lo privado. Ese relativismo del todo vale desprovee al hombre de cualquier tipo de convicción, y ésta es una corriente que hay que denunciar desde la izquierda, porque deja al humilde a merced de los opresores.

Javier Prades: En medio de la crisis, Cáritas y muchísimas realidades de la Iglesia están abriendo una puerta de esperanza a mucha gente. Ahí donde se pone en acto la realidad cristiana, no sólo se acompaña las necesidades humanas, sino que se abre el espacio para que la razón se dilate y para que todos nosotros podamos comprender el significado de lo que estamos viviendo. Tenemos en este momento tan duro una oportunidad, no por el viejo dicho leninista, de que cuanto peor, mejor, sino por puro realismo, de estar a las cosas como son. La provocación que nos está poniendo la realidad es hoy tan grande, que podemos abrir el espacio de la comunicación a lo genuinamente cristiano, que es Dios-amor.

Gabriel Albiac: El ciclo económico que hemos vivido la gente de mi generación ha sido el ciclo de ascenso más largo de toda la historia del capitalismo. En lo que concierne a los últimos 10 ó 15 años de ese ciclo, la dimensión de desajuste entre valores nominales y valores reales ha sido espeluznante, y todos lo sabíamos. Quien diga que no, tiene la cara de cemento armado. Lo que pasa es que todos hemos jugado al simulacro de que el estallido de la recesión se produjera después de nosotros, pero nos ha acontecido a nosotros. Lo primero y lo esencial que tendríamos que hacer es entender los términos materiales de lo que ha sucedido y dejarnos de lamentaciones que no llevan a ningún sitio.

Javier Prades: La doctrina social de la Iglesia no se deduce de principios celestes que no se sabe de dónde vienen, sino que es la dimensión acorde a la razón del actuar eficaz de la Iglesia en la Historia. Yo no sé de economía; de lo que sí estoy seguro es de que hoy es posible para las personas ayudar a los demás y dejarse ayudar, y esto está al alcance de nuestras manos. Cada uno de nosotros tiene una dignidad infinita, y eso es un punto de construcción infinito, en todos los campos: en la enfermedad, el dolor, la vejez…, que son esas semblanzas de muerte que nos parece envolver, hasta casi coincidir con la vida. Sin embargo, hay siempre una luz que trasciende, y ésta es la presencia viva de lo que significa la Iglesia de Jesucristo.

Francisco Vázquez: En una situación de páramo ideológico e intelectual, y en esta crisis económica, la Iglesia tiene un espacio propio, la doctrina social, con un cuerpo muy bien construido… En el Evangelio, vemos que el mensaje del Señor a quien se dirige prioritariamente es al pueblo. Hoy conviene que la Iglesia, sobre todo en estos momentos de gravísimas dificultades, sepa no solamente estar presente, como lo está ya, sino que su mensaje llegue y sea comprensible para todo ese conjunto de la sociedad necesitada de ese mensaje de fe y esperanza que hoy puede dar la Iglesia.