De tú a tú con Pedro - Alfa y Omega

De tú a tú con Pedro

Como buen anfitrión, estuvo en los detalles: desde el agua que se le acababa a Herrera hasta que todos saliéramos en las fotos

Eva Fernández
Foto: COPE

Las gestiones difíciles requieren largo tiempo; las muy difíciles un poco más. Y esto es lo que le ha ocurrido a COPE antes de conseguir que el Papa Francisco se sentara frente a Carlos Herrera, no en un rincón del Palacio Apostólico o en la sala de audiencias del Aula Pablo VI, donde concede otras entrevistas, sino en el salón de su casa, a escasos metros de su dormitorio y bajo la imagen de su Virgen preferida, la Desatanudos. Entre medias, desde que Paloma García Ovejero, la entonces corresponsal ante el Vaticano realizara la primera petición oficial hace ya ocho años, han sido muchas las cartas que han llegado hasta la mesa de trabajo del Papa Francisco solicitando esta entrevista. Conversar con un Pontífice es el sueño de comunicadores, escritores, y periodistas de todo el mundo. Más aún de los corresponsales que siguen a diario al Papa tanto desde Roma como desde las redacciones de los cientos de miles de medios del planeta.

En las carreras de fondo la perseverancia es fundamental. Hay que llamar a puertas una y otra vez, sin estridencias, hasta que consigues despertar al que se encuentra al otro lado. Porque en una gestión de estas características la única lucha que se pierde es la que se abandona. Y COPE no desistió nunca de este objetivo, aunque doliera que otros se adelantaran.

Cuando el pasado mes de julio el Papa Francisco sufrió una cirugía de colon, se desataron los rumores sobre su estado de salud y algunos medios, sobre todo de Italia y Argentina, dieron por hecho su inminente renuncia. Nos encontrábamos, por lo tanto, en uno de los momentos más delicados de su pontificado y las primeras declaraciones de Francisco eran las más buscadas y deseadas por todos los periodistas.

Ahora o nunca. Volvimos a llamar a la puerta y esta vez se abrió. Al inicio del pasado mes de agosto hicimos llegar al Santo Padre una última petición, sugiriendo la oportunidad de realizar una entrevista, dadas las especulaciones sobre su salud. El Papa tan solo solicitó un listado con los temas que más nos interesaban y llevó a la oración la conveniencia (o no) de conceder esta larga entrevista a Carlos Herrera. En cuanto dio el sí, asumió personalmente todos los detalles que rodearon esta charla, casi de mesa camilla, entre el sucesor de Pedro y el comunicador más valorado de la radio española. Entrar en la casa de un Papa no se hace todos los días. Que además no ponga ninguna pega a las cuestiones que queríamos abordar tampoco es habitual (que se lo digan a los periodistas que han entrevistado a jefes de Estado, ejecutivos de empresas, políticos, alcaldes o funcionarios intermedios).

La conversación se mantuvo en torno a una sencilla mesa de madera presidida por la imagen de María Santísima de la Candelaria, un regalo de Carlos Herrera que el Santo Padre agradeció vivamente y que se llevó hasta su apartamento. Quien sabe si en estos momentos los ojos de la Luz de Sevilla acompañan desde una estantería las cortas horas de sueño del Papa.

En cuanto Francisco entró al lugar donde hicimos la entrevista se disiparon los nervios y todos nos sentimos en casa. Como buen anfitrión, estuvo en los detalles: desde el agua que se le acababa a Carlos Herrera hasta conseguir que todos saliéramos en las fotos, por lo que él mismo abandonó la sala para pedir a un guardia suizo que realizara las instantáneas.

Así es Francisco. Alguien capaz de contar el Evangelio en un gesto, en un silencio, con un movimiento de manos, concediendo una entrevista o dejándose hacer mil fotos ante periodistas incansables. Imposible entender a Francisco sin mirarle. Tan importante como leerle y escucharle. A una semana de la entrevista, su repercusión ha sido histórica. Los vaticanistas más avezados aseguran que será una de las que marcarán el pontificado de Francisco.

El poder de las palabras del sucesor de Pedro. Tal vez solo palabras. O tal vez no solo. Cuando nos despedimos del Papa y vimos cómo caminaba con paso titubeante, debido a su ciática, recordábamos que habíamos estado ante alguien que le gustaría ser recordado como un pecador que ama a Jesucristo. Una frase que únicamente brota de corazones que se mueven en la misma frecuencia de Dios.