«De aquí nadie se va con hambre» - Alfa y Omega

«De aquí nadie se va con hambre»

Las hijas de la Caridad han sido noticia por recibir una gran subvención del Ayuntamiento, pero su labor es tan ingente «que no cubre todas las necesidades»

Pablo Martín Ibáñez
«El objetivo es que las personas se sientan queridas y acogidas». Foto: Hijas de la Caridad.

Sor Josefa cree que la sociedad ha maltratado la palabra caridad. Y es curioso, porque ella lleva orgullosa el apellido de hija de la Caridad, «la congregación religiosa más grande del mundo». La directora del centro social de Martínez Campos reivindica dicha caridad, entendida no como «dar lo que nos sobra», sino la justicia. Justicia y caridad son las dos banderas de esta congregación, que tiene un lugar privilegiado junto a las personas vulnerables de Madrid. «No somos una ONG», advierte. «Para nosotras el otro es el hijo predilecto del Padre y tenemos una responsabilidad con él».

El comedor de Martínez Campos cumplió el centenario en el año 2016, «aunque tiene mucho más tiempo», explica la religiosa. Antes de constituirse el comedor, la comunidad que vivía en ese mismo edificio sacaba los pucheros a la calle para alimentar a los vecinos del arrabal que entonces era lo que hoy es una de las calles más famosas de la ciudad. «Antes nos dedicábamos a dar de comer», apunta, «aunque desde el principio había hijas de la Caridad que tenían estudios de enfermería o trabajo social para ayudar con los asuntos de la administración». Por eso, a medida que la burocracia se va sofisticando y complicando, la obra social de la congregación ha evolucionado. «Nos llaman los cascos azules de los pobres», se ríe sor Josefa.

Sor Josefa en su mesa de Martínez Campos. Foto: Hijas de la Caridad.

En aquella época, el comedor se construyó con ayuda de la burguesía del barrio, que aportó parte de sus fortunas para ayudar los necesitados. Hoy es la Administración la que ayuda a que esta obra social salga adelante. A principios de septiembre, la Fundación Social Hijas de la Caridad España Centro, de la que depende Martínez Campos, salió en los medios por la subvención de 1,5 millones de euros que el Ayuntamiento de Madrid destinó a su acción social. Sin embargo, la propia fundación confirma que, por supuesto, «están muy agradecidas», y que, en realidad «es la misma cantidad que siempre, solo que ahora en un solo montante para todas las obras de la fundación». Un dinero que, aunque necesario, no es suficiente para cubrir todas las necesidades que hay y que se suple con dinero de donaciones y de la propia congregación. «Y nos hace falta una marmita para la cocina», dice sor Josefa.

En el centro de Martínez Campos se atiende a más de 300 personas cada día. En el comedor, de lunes a domingo, más de 90 familias pueden llevar el alimento a sus casas, pero también tienen a disposición lavadero de ropa y ducha, que utilizan más de 30 personas en situación de calle, «mayoritariamente hombres», explica sor Amalia, responsable de esta actividad. En el mismo edificio se ubica el centro de día, en el que, además de talleres en los que les ayudan con la búsqueda de empleo, aprenden cocina española, labores del hogar y otros oficios que les permitirán insertarse en la sociedad más rápido. Finalmente, el centro tiene a disposición pisos y habitaciones para la acogida de personas en situación de vulnerabilidad. «Cada persona y cada familia tiene un trabajador de referencia», explica Josefa, y son en total 22 personas quienes trabajan en la entidad, sin contar con los voluntarios que acuden semanalmente a las diferentes tareas.

«Esta es su casa»

La fundación cuenta también con otros dos centros: el Centro de Día Catalina Labouré, en la calle Pozas «es más pequeñito», dice sor Coral al teléfono. «En ella tenemos 50 plazas», aunque suelen acudir algo más de 60. «Nadie que viene aquí con hambre se va sin comer», afirma con rotundidad. Las actividades son bastante similares en ambas entidades: comedor, peluquería, ducha, lavadero, talleres, trabajo de inserción sociolaboral, acompañamiento espiritual para quien lo quiera… Y todo se cuida con mimo. La religiosa está convencida de que su inserción es más sencilla cuando se alcanza cierto bienestar en todos estos ámbitos. En este centro hay menos personal, una psicóloga, una trabajadora social… pero no por ello menos entregado, porque el objetivo, apunta sor Coral, es que las personas que lleguen se sientan «queridos y acogidos. Esta es su casa en estos momentos».