Cuatro paredes. Madre coraje… o mejor, hija coraje - Alfa y Omega

Cuatro paredes. Madre coraje… o mejor, hija coraje

Juan Orellana
Manuela Vellés y Sofía Otero son una madre y su hija que tienen que vivir unas circunstancias dramáticas
Manuela Vellés y Sofía Otero son una madre y su hija que tienen que vivir unas circunstancias dramáticas. Foto: A Contracorriente.

El director vizcaíno Ibon Cormenzana siempre nos ha brindado historias muy humanas centradas en los lazos familiares. Y en casi todas hay cierto desgarro e incluso tintes melodramáticos que siempre tratan de abrirse paso hacia la esperanza. En Cuatro paredes reúne a algunos de sus actores preferidos, como Manuela Vellés o Roberto Álamo, a los que se suma Sofía Otero, una niña con increíbles registros interpretativos.

Sofía es una niña de 10 años feliz. Vive con sus padres, que no están casados, y está en el grupo de teatro del colegio, pues le encanta actuar. Cuando su padre muere en un accidente, madre e hija quedan devastadas. Pero, además, se ven abocadas a una situación económica inviable, con muchas deudas y sin ingresos. Al no estar casados, tampoco Juana recibe una pensión de viudedad. Juana tratará de vivir con normalidad, para que su hija no se dé cuenta de la coyuntura. Pero la realidad se impone con ferocidad y la salud mental de Juana se resentirá.

Una película dura y realista, rodada con mucho naturalismo, en la que se nos cuenta una relación maternofilial que es lo único que da sentido a la vida de madre e hija. Solo se tienen la una a la otra. Y ni siquiera eso está garantizado. El guion ofrece al menos tres niveles de lectura. Por un lado, encontramos la denuncia de un hecho social que se nos recuerda antes de los créditos finales: que casi la mitad de las madres solteras viven en situación de pobreza. Otro nivel se centra en dos personajes de carne y hueso, madre e hija, que se quieren pero cuyas circunstancias parecen conspirar para impedir su felicidad. Y, en tercer lugar, el aspecto lamentablemente menos desarrollado, que habla del teatro como camino terapéutico de canalización y expresión de emociones.

La puesta en escena es deliberadamente claustrofóbica, como apunta el título del filme. Todo ocurre entre las paredes de una casa en la que ha habitado la felicidad y ahora habita la tristeza, y que corre peligro de quedar deshabitada. Del mundo exterior llegan ayudas parciales: los abuelos —poco proactivos—, la asistenta —que deja de serlo—, el profesor de teatro —el más implicado— y los servicios sociales —que siempre son portavoces de la más cruda realidad—. Juana quiere mantener el piso a toda costa, porque es su vida y la de su familia.

La película es una montaña rusa emocional. Empieza serena y alegre, desciende a la angustia desgarradora y finalmente nos devuelve a la esperanza de una vida nueva. A este periplo dramático nos llevan unos actores sin cuya solvencia el andamio se vendría abajo. Manuela Vellés borda su personaje, frágil y vulnerable, y Sofía Otero nos deja con un nudo en la garganta en algunas escenas, a pesar de su edad. En fin, Cormenzana nos vuelve a proponer una historia tomada muy en serio, llena de humanidad, que nos recuerda que los lazos familiares son algo más que biología.

Cuatro paredes
Dirección:

Ibon Cormenzana

País:

España

Año:

2024

Género:

Drama

Público:

+12 años

Cartel de 'Cuatro paredes'