Cuando Europa era Europa - Alfa y Omega

Cuando Europa era Europa

Redacción

No hace tanto…, hubo un tiempo en que Europa soñaba ser Europa, porque era Europa. Todos los que creemos que la unidad hace la fuerza y, por tanto, creemos en la unidad de Europa, hemos podido constatar —de modo clamoroso en las recientes elecciones francesas— que en las campañas electorales se habla de todo menos del futuro de la Unión Europea. De eso hace ya, por desgracia, algunos años; exactamente desde que Europa empezó a querer dejar de serlo, renunciando a sus raíces cristianas hasta en su propio texto constitucional. El nuevo mayo francés que acabamos de vivir, y cuyas consecuencias apenas sí nos imaginamos todavía, nos recuerda, especialmente a los ciudadanos más sensatos y lúcidos, la incontrovertible verdad de que nadie da lo que no tiene y, por tanto, es inútil pedir peras al olmo y esperar de los nuevos dirigentes europeos lo que no nos van a poder dar.

Por estas mismas fechas, hace más de seis décadas, Robert Schuman (en la foto), ministro francés, de origen germano-luxemburgués, convencido católico hasta el punto de que está en marcha el proceso de su beatificación, propuso, para empezar, en relación a la génesis de la Unión Europea, una organización supranacional que controlara la producción del carbón y del acero, abierta a todos los países. A las 6 de la tarde del 9 de mayo de 1950 plantó, con estas palabras, las semillas de la hoy un tanto olvidada Unión Europea: «Europa no se hará de una vez, ni en una obra de conjunto; se hará gracias a realizaciones concretas que creen en primer lugar una solidaridad de hecho».

Apenas habían pasado cinco años del final de la Segunda Guerra Mundial, en la que Francia y Alemania se enfrentaron a muerte, y Schuman dijo aquella tarde: «La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y a Alemania. Esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz». ¿Qué tal si la señora Merkel y el sucesor de Sarkozy —un Mitterrand más frágil— releyeran lo de Schuman y lo pusieran en práctica?