Creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios - Alfa y Omega

Creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios

Sábado de la 16ª semana de tiempo ordinario. Santa Marta / Juan 11, 19-27

Carlos Pérez Laporta
Jesús en casa de Marta y María. Jan Bruegel y Peter Paul Rubens. National Gallery of Ireland.

Evangelio: Juan 11, 19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:

«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo:

«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:

«Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dice:

«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:

«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Comentario

Jesús iba a muchos lugares, pero no en todos era bien acogido. Esta vez «entró Jesús en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa». Quiso ofrecerle todo lo mejor de lo que tenía, porque quiso entregarse a sí misma a Jesús dándole su tiempo, su espacio y sus acciones: le hizo entrar y descansar y comenzó a preparar la comida.

Mientras «andaba muy afanada con los muchos servicios», María, su hermana, estaba «sentada junto a los pies del Señor y escuchaba su palabra». Marta había invitado a Jesús para escucharle, y seguro que lo hacía porque ya le había escuchado antes. Con gusto había comenzado a servirle. Pero seguramente durante la preparación le había pesó tanto su trabajo que miró con enfado a su hermana. Había perdido de vista el sentido de su obrar. Eso nos sucede mucho: por el peso de los servicios se emborrona el motivo por el que lo hacemos, y el trabajo pesa más. Por eso, le dice a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».

Pero el Señor le recuerda el sentido de su esfuerzo: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor y no le será quitada». Solo quien ha escuchado a Jesús le sirve, porque el servicio es nuestra reacción amorosa al amor mismo de Jesús, que resuena en su palabra. Servimos a Cristo porque le hemos visto y para volver a verle. No hay Marta sin María, y no hay María sin Marta.