Convirtamos nuestra vida en un voluntariado - Alfa y Omega

Convirtamos nuestra vida en un voluntariado

Ofrecer nuestro tiempo a otros es negarnos a nosotros mismos, y, por tanto, ofrecer un amor incondicional

Alfa y Omega

De tanto utilizar la palabra «voluntariado» la hemos incorporado a nuestra rutina. Al pasar las páginas de Alfa y Omega podemos pensar que «son más de lo mismo en el previo de Navidad». Pero déjennos decirles que no. Que ser voluntario no es algo rutinario ni habitual. Ser voluntario es, como dijo el cardenal Cobo a los jóvenes en la vigilia Velad y Orad, «regalarse». Ofrecer nuestro tiempo a otros es negarnos a nosotros mismos, y, por tanto, ofrecer un amor incondicional que va mucho más allá de la buena acción del día. Es entregarse. Es que el día de Navidad, en lugar de sentarnos calentitos en la casa de nuestra tía Paqui a jugar al bingo con los primos, salgamos al frío de diciembre a buscar a quien no tenga una mano amiga en un día tan señalado, algo que rompe el alma en muchos más añicos que cualquier otro día del año. Ya podemos jugar la noche del 25 con la familia, que hay tiempo para todo y también para cuidar a los cercanos. Y quienes hacen esto, que sabemos que hay miles y miles de personas en toda España que se entregan —lo hemos visto con la DANA— no son unas personas más. Son los que han entendido la gratuidad de lo recibido y saben que, inmerecido, están llamados a compartirlo aquí y ahora. Y no solo a los que aparentemente lo necesitan.

Vivimos insertos en un contexto social lleno de luces, espectáculos y ropa de marca, pero, como decía en este semanario la pasada semana el arzobispo de Buenos Aires, la pobreza en la gran ciudad —aunque podríamos decir que en cualquier lugar del mundo desarrollado— se encuentra también —y especialmente— detrás del maquillaje y las horas de peluquería. Por eso quizá, ahora que es un tiempo de emociones a flor de piel y de buenos propósitos de año nuevo, sea el momento de tener la voluntad de cambiar la mirada, levantar los ojos del teléfono móvil y aprender a leer en lo profundo de quienes nos rodean. Ya sean pobrezas evidentes o no. Y convertir nuestra vida en un «voluntariado». Que no es otra cosa que ser cristiano.