La mayoría de los medios de comunicación actuales consideran que han de someterse a las reglas de un marketing más orientado a la creación de deseos falsos que a tomar en cuenta las necesidades concretas auténticas. Para los operadores del sistema mediático, se trata de determinar las pulsiones de los consumidores para crear una demanda, por ejemplo, incitando la inclinación humana por el voyeurismo, y fomentar el culto a la usura, la lujuria y el poder.
Frente a estas publicaciones alienantes, los cristianos debemos, más bien, estar atentos a las necesidades reales y concretas de información y formación de nuestros coetáneos. Nuestra misión consiste en percibir sus expectativas más profundas, conformes a los fines auténticos de la vida humana. Me sorprendo siempre cuando escucho una radio que se dice cristiana dar las mismas informaciones del día que las otras radios, como si el hecho de ser cristiano no tuviera ninguna incidencia en la elección y el tratamiento de los acontecimientos que dan a conocer. Estamos aquí en presencia de una secularización del periodismo católico. Y si esta sal se desazona…
Sin embargo, estoy convencido de que la prensa cristiana tiene futuro, si consigue afianzar su diferencia. En la elección de las informaciones, lo esencial debería primar sobre lo sensacionalista. Lo esencial, en la JMJ del pasado agosto, consistía en los jóvenes rezando alrededor del Santo Padre y no la agitación de algunas centenas de indignados. Y en el tratamiento de las noticias, observemos los dramas de este mundo con una mirada cristiana. Al relatar los horribles atentados que golpean a nuestros hermanos de Oriente, un periodista cristiano no puede entregarse a sentimientos de abatimiento. Los primeros cristianos tenían sentimientos más elevados —y oso decir más felices— frente al martirio, visto como una participación con la Cruz y con la resurrección del Señor.
Me gustaría citar una máxima de san Juan de la Cruz: «Mira que no te entristezcas de repente de los casos adversos del siglo, pues que no sabes el bien que traen consigo ordenado en los juicios de Dios para el gozo sempiterno de los escogidos». Esta máxima podría ser la de la prensa católica. Invita a echar un vistazo sobrenatural sobre realidades en apariencia —pero sólo en apariencia— simplemente temporales, y a veces dramáticas. Esto no excluye la lucidez, pero rechaza toda lamentación estéril.
Diría que nuestra misión de hombres de comunicación católicos se inscribe en un proyecto más amplio de nueva evangelización a la que nos llaman los Papas. Y esta nueva evangelización comienza por la reevangelización de los católicos mismos, ayudándoles a encontrar el sentido de la comunidad eclesial, única base sólida de la misión.
Denis Sureau
Editor de la revista L’Homme Nouveau
(En el Congreso Católicos y vida pública)