Una sepultura para los niños muertos antes de nacer - Alfa y Omega

Una sepultura para los niños muertos antes de nacer

En el Día de la Pérdida Perinatal y Gestacional, la funeraria María Puerta del Paraíso bendecirá la sepultura que ha preparado en Madrid para enterrar a estos pequeños

María Martínez López
2 Entierro de María José, el 16 de julio de 2020. Juan sostiene el pequeño ataúd. Foto cedida por Juan García Ovejero.

En julio de 2020, Cristina fue a Urgencias. Sentía que su incipiente embarazo no iba bien. Una ecografía confirmó que no había latido. Decidió esperar a expulsar a su hija de forma natural en casa, y una semana después nació María José. Lograron recuperar su cuerpecito del barreño que habían preparado, y entonces empezaron las preguntas: ¿podrían inscribirla?, ¿y, sobre todo, enterrarla?

«No hay un protocolo para estos niños; nadie los considera nada», relata Juan, su marido. Llamaron a muchas puertas en la Iglesia, y nadie supo darles una respuesta satisfactoria. «Me costaba entender que nadie tuviera esto pensado» en este ámbito, donde sí se los considera «personas con toda la dignidad». Su párroco, en Virgen de la Paloma, los dirigió a la pequeña funeraria María Puerta del Paraíso. La había puesto en marcha dos años antes Helena Acín, consagrada de la Comunidad del Cordero, para ofrecer a la gente una experiencia parecida a la que ella había tenido cuando vivió con la comunidad una Semana Santa, con una religiosa recién fallecida de cuerpo presente. «Los oficios cobraron vida», con «una belleza y una verdad que dan mucho consuelo». Ante un caso como el de Juan y Cristina, tampoco Acín sabía muy bien cómo actuar. Pero ser una funeraria le abrió muchas puertas para hacer averiguaciones. Al final, consiguieron los papeles para enterrar a María José en una sepultura familiar.

Hasta entonces, conservaron a la pequeña en un tarrito con formol, colocado con todo cariño en el salón. A ratos, acudían la familia o amigos sacerdotes para rezar. «Así acompañamos a nuestra hija, y fue una forma de velarla, aunque diferente», comparte Juan. «Hacerlo así y poder enterrarla y, ahora, visitarla fue importante para cerrar este capítulo como padres: Dios nos dio una hija, la tuvimos ocho semanas, murió y la enterramos». Para Cristina, «ver que realmente estaba ahí te ayuda a superarlo».

Mediación con el hospital

También fue un punto de inflexión para Acín. Habían enterrado a María José en el día de la Virgen del Carmen. Pocas horas después, un cántico de Navidad le salió al paso durante la oración de la Comunidad del Cordero. Sintió que la liturgia, una vez más, aludía a lo que habían vivido. Y, tras constatar lo problemático que es dar sepultura a los niños muertos antes de nacer, decidió dedicar su funeraria a ello con el servicio En Vela.

Cuando unos padres la llaman —hasta ahora han sido seis familias—, les asesoran para recoger a su hijo si la expulsión va a tener lugar en casa, o para reclamarlo si es en el hospital. Como son funeraria, están autorizados para hacerse cargo del cuerpo, pero a veces hay que mediar con el personal sanitario, pues muchos no conocen esta posibilidad. Más difícil resulta inscribir al hijo en el Registro Civil: solo se puede hacer a partir de los 180 días de gestación, en el legajo de criaturas abortivas.

Un amigo de Juan y Cristina talló esta caja para que colocaran en ella a su hija. Foto cedida por Juan García Ovejero.

«Recogemos al niño, lo envolvemos en unos lienzos y lo depositamos en una cajita de madera», explica. Luego invitan a los padres a velarlo esa noche en casa. Han preparado un cuadernito con oraciones en las que también pueden participar los hermanos. «Se recorre todo lo que están viviendo: la alegría de una nueva vida, el dolor, y el paso de entregar a su hijo al Padre». Al día siguiente, lo recogen y lo llevan al cementerio. En vez de un coche fúnebre al uso, desproporcionadamente grande para estos casos, han adaptado un vehículo más pequeño. Con todos estos gestos, sencillos pero «muy cuidados», buscan que los padres «sientan que detrás hay el mismo cuidado y ternura que cuando su hijo nace en la tierra».

Con un certificado del hospital «no te van a poner obstáculos» para enterrar al niño en una sepultura familiar. Pero, si no se tiene, «en los cementerios no hay un lugar para ellos». Por eso, su funeraria ha adquirido una en la sacramental de San Lorenzo y San José, en Madrid. Van a bendecirla este sábado, Día de la Pérdida Perinatal y Gestacional.

Muertes invisibles

Este día se instituyó para crear conciencia sobre unas muertes invisibles, que afectan en nuestro país a entre el 10 % y el 30 % de los embarazos hasta la semana 22, y luego a casi tres de cada 1.000, más de 1.000 al año. Cuando murió María José, Juan y Cristina descubrieron a muchas familias que habían pasado por una situación similar. Todas contaban lo mismo: en un momento en que estaban «hechos polvo», nadie supo qué hacer. «Algunos habían enterrado a sus hijos en una maceta, a otros se lo habían enseñado en el hospital, pero luego no habían sabido adónde estaban…».

Es «una realidad nueva que empezamos a tener en cuenta en el entorno médico», con nuevos protocolos que, en el caso de los embarazos más avanzados, permiten a los padres despedirse y vivir mejor el duelo, apunta Acín. Siguiéndolos, en En Vela «les invitamos a que les pongan nombre y les hagan alguna foto». Más adelante, les gustaría facilitar que padres que ya han pasado por esta experiencia acompañen a quienes la están viviendo. También quieren contribuir a que la Iglesia responda como madre a esta necesidad de los padres, para «darles la certeza de que su hijo descansa en la misericordia del Padre». Como subraya Juan, «enterrar a los muertos es una obra de misericordia».

Icono de Navidad

«Encontré al amor de mi alma, un recién nacido, envuelto en pañales y recostado en un pesebre, como sepultado». Este canto, que inspiró En Vela, subraya cómo «el misterio de la muerte de un niño queda iluminado por el misterio de Navidad». Por eso, este icono adorna su sepultura.