A pesar de que aquellos maravillosos años 80 nunca se fueron del todo, vuelve Karate Kid. En tiempos de Stranger Things y otros homenajes a la cultura pop, ha llegado Cobra Kai, una secuela de las inolvidables películas del profesor Miyagi y su alumno, que ha pasado con sorprendente éxito de YouTube a Netflix. ¿Quién no recuerda frases como «Dar cera, pulir cera»; «el hombre que atrapa una mosca con palillos chinos puede hacer lo que sea», o movimientos como el de la técnica de la grulla?
Casi 40 años después del estreno de una saga de cuatro películas, una serie de animación y dos remakes, no hay mejor homenaje a la mítica Karate Kid que esta secuela en forma de serie, que posibilita a los mayores rehacer los pedazos que haya dejado rotos la nostalgia, y a los más jóvenes conocer una historia legendaria de valores innegociables.
Cobra Kai arranca 34 años después de la película original y continúa la historia de Johnny Lawrence y de un triunfador Daniel LaRusso. Ya saben, dos hombres y un destino: el kárate como terapia y puerta a la redención personal, como metódica forma de atajar los demonios exteriores e interiores que a todos nos visitan. Se han estrenado hasta el momento tres temporadas, con 30 capítulos en total, de en torno a media hora de duración cada uno.
Aquellos fueron, a la vez, tiempos tan maravillosos como perturbadores. La memoria audiovisual los mitifica: hay felices años 20 y maravillosos 80. Lo hace como catarsis y porque muchos de los creadores de las series actuales comenzaron a amar el cine entonces, en una fiebre, que a diferencia de la que se puso de moda al finalizar la década anterior, era del sábado tarde, aquellas tardes que esperábamos ansiosos, como si no fuera a haber un mañana a la carta, para poder ver en la tele películas tan entrañables como Karate Kid.