El desorden que dejas. Desorden en la aldea global - Alfa y Omega

El desorden que dejas. Desorden en la aldea global

Isidro Catela
Arón Piper e Inma Cuesta en un fotograma de la serie
Arón Piper e Inma Cuesta en un fotograma de la serie. Foto: Jaime Olmedo.

Mucho sexo, muchas drogas y una buena banda sonora, que no es rock and roll. Por supuesto El desorden que dejas, creada por Carlos Montero (Élite), sobre la novela propia del mismo título, es más que todo eso, pero, por desgracia la historia queda parcialmente enterrada en una cosmovisión que no pierde oportunidad para remar a favor de todas y cada una de las causas políticamente más correctas. No son, en ningún caso, los temas principales pero, con la finura de quien no da puntada sin hilo, se cuelan de rondón suicidio asistido, aborto, feminismo alicorto e ideología de género.

Así, con el pretexto, ya visto, de una muerte en extrañas circunstancias (en esta caso de una carismática profesora de Literatura), con la llegada de una sustituta que carga con los fardos y los desórdenes de su predecesora y con una aldea gallega (el ficticio pueblo de Novariz, más cosmopolita de lo que desde el prejuicio nos podríamos imaginar), se urde una trama de misterio, en una miniserie de ocho capítulos, de esas que está de moda verse en un par de sentadas.

Los peajes ideológicos que paga se cargan buena parte del suspense, porque, en efecto, una vez caracterizados los personajes, no es difícil adivinar quiénes son los malos y, sobre todo, quiénes no pueden serlo de ninguna manera. Una pena, porque los actores, en líneas generales, están espléndidos (grandes Inma Cuesta y Bárbara Lennie, más que aceptable Arón Piper, todo un descubrimiento Roque Ruiz y maravillosos, en líneas generales, los secundarios), porque es una delicia pasar un mal rato en medio de los parajes y de la exuberante naturaleza gallega, y porque hay acentos nuevos, aun en una historia tan trillada, a los que se les podría haber sacado mucho más partido.