Cobo a los notarios madrileños: «La Iglesia está llamada a ser notaria del cambio y la esperanza» - Alfa y Omega

Cobo a los notarios madrileños: «La Iglesia está llamada a ser notaria del cambio y la esperanza»

El arzobispo de Madrid tuvo un encuentro este miércoles 29 de mayo en el Colegio Notarial de Madrid, donde reflexionó sobre el papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo

Redacción
El cardenal Cobo junto a la decana del Colegio Notarial de Madrid, Concepción Pilar Barrio del Olmo
El cardenal Cobo junto a la decana del Colegio Notarial de Madrid, Concepción Pilar Barrio del Olmo. Foto: Archimadrid.

«En medio de las turbulencias del siglo XXI, la Iglesia no tiene todas las respuestas, pero sí una semilla que ofrecer —la esperanza—, que sigue germinando en el corazón de la historia». Así lo explicó el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, en un encuentro este miércoles 29 de mayo en el Colegio Notarial de Madrid, donde reflexionó sobre el papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Durante su alocución, abordó la realidad eclesial en un tiempo de profundas transformaciones culturales, tecnológicas y humanas.

De esta forma, reconoció que la humanidad vive «un momento de shock» marcado por nuevos elementos como la inteligencia artificial, los diagnósticos sociales emergentes y el impacto de las redes digitales. Sin embargo, recordó que la Iglesia posee «una visión de siglos» que debe ponerse al servicio del diálogo, sin pretender el monopolio de la verdad, pero sí defendiendo pilares esenciales: la dignidad de la persona, el valor sagrado de la vida, la fraternidad, el sacrificio, la fidelidad y la entrega.

El cardenal subrayó que la esperanza cristiana no es un simple optimismo superficial, sino una fuerza profundamente realista y espiritual: «Nuestra esperanza no se basa en análisis sociológicos ni en números, sino en el proyecto de Dios, que se realiza a través de creyentes y no creyentes. Dios nos da semillas, y nosotros caminamos con ellas». Así, evocó la visión del entonces teólogo Joseph Ratzinger en 1969, cuando anticipó que la Iglesia del futuro estaría formada por «pequeñas comunidades significativas», insistiendo en que la vitalidad de la fe no está en su tamaño, sino en su autenticidad.

Iglesia como «notaria» del cambio

En su intervención, se mostró convencido de que la Iglesia está llamada a ser «notaria del cambio y de la esperanza» en un mundo con exceso de pesimismo: «En un mundo marcado por la incertidumbre, la desconfianza y un relato muchas veces pesimista sobre el ser humano, la Iglesia está llamada a ser notaria de lo que emerge: de los brotes de vida, de justicia, de fraternidad y de esperanza que, aunque a menudo invisibles, están transformando silenciosamente la realidad. No como protagonista única, sino como testigo fiel de un cambio que no parte de estrategias, sino del Espíritu. Frente a tantos que señalan la oscuridad, la Iglesia quiere dar fe —como un notario espiritual— de que el ser humano sigue siendo capaz de bien, de entrega y de comunión».

Uno de los momentos más destacados de su intervención fue su análisis del fenómeno migratorio. Celebró los avances en la regularización de trabajadores migrantes en España, fruto —dijo— de un «largo peregrinaje por partidos y departamentos» en defensa de quienes cuidan a los más vulnerables. «La inmigración no es un problema, es un signo de nuestros tiempos. Europa necesita millones de trabajadores y el sur del Mediterráneo tiene millones de jóvenes dispuestos a contribuir». La Iglesia de Madrid, recordó, también se ha revitalizado gracias a la inmigración: «Nos han traído un aire fresco que habíamos olvidado. Nos han devuelto una fe vivida con vitalidad y alegría».

Preguntado sobre su vida espiritual, el cardenal compartió su experiencia de oración cotidiana como una forma de «inmersión en la realidad»: «Se trata de dejar que la vida diaria sea traspasada por Dios». Recalcó que en su labor pastoral, la oración le permite no olvidar nombres, personas, situaciones: «La oración desvela la presencia de Dios en la vida concreta».

En cuanto al ecumenismo, el cardenal defendió que la unidad cristiana no pasa por la uniformidad, sino por la reconciliación y la misión común: «La diversidad no es una maldición. Es el terreno donde Dios nos ha puesto para cultivar la fraternidad. La unidad se logra cuando trabajamos juntos para mostrar que la dignidad humana es real».

Finalmente, abordó la cuestión de la falta de vocaciones, indicando que ya se están dando respuestas. Además, subrayó que en Madrid la liturgia es «viva y flexible» y celebró, la reciente ordenación de once nuevos sacerdotes y el ingreso de otros 22 al Propedéutico, «síntoma de esperanza y vitalidad vocacional».