Cita clave para que el Líbano vuelva a ser «la Suiza de Oriente»
La Santa Sede «puede jugar un papel significativo» para resolver la grave crisis del Líbano, subraya el líder ortodoxo que propuso la jornada de reflexión y oración de este jueves en el Vaticano
Tras Irak, aseguró el Papa Francisco al volver de allí el 8 de marzo, el siguiente país en su lista era el Líbano. El viernes, el secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher, afirmó que la visita podría ocurrir a comienzos de 2022, siempre que se haya formado ya un Gobierno. Sería un hito en la larga historia de acompañamiento de la Santa Sede a este país, que se ha intensificado en el último año por la grave crisis económica, social y política que sufre. A los continuos llamamientos de Francisco se sumó en septiembre una jornada de oración y ayuno; en abril, el encuentro del Santo Padre con el primer ministro designado, Saad Hariri. Y, este jueves, una jornada de reflexión y oración que reunirá en el Vaticano a los principales líderes religiosos cristianos.
5,26 millones de habitantes
33,7 % cristianos, 30,6 % sunitas, 30,5 % chiitas
Desde septiembre de 2019 la libra ha perdido un 90 % de su valor
La idea partió del catholicós Aram I de Cilicia, cabeza de la Iglesia ortodoxa armenia en el país. Ante las «imágenes apocalípticas de miseria a las que nos enfrentamos cada día», explica a Alfa y Omega, le pareció necesario que el Obispo de Roma «expresara una vez más su solidaridad y apoyo». Además la Santa Sede, «con su autoridad moral y sus relaciones bilaterales y multilaterales puede jugar un papel significativo» en la resolución de la crisis. En comunicación con el patriarca maronita, Bechara Boutros Raï, y el embajador ante la Santa Sede, Farid al Khazen, la propuesta se presentó al Vaticano, que no tardó en acogerla.
El encuentro se abrirá con la Eucaristía y se cerrará por la tarde con una plegaria ecuménica. Entre una y otra, habrá tres momentos de reflexión compartida a puerta cerrada. Aram hará la primera presentación, sobre la desoladora situación socioeconómica. El 50 % de la población está bajo el umbral de la pobreza. Los alimentos y suministros médicos, recordó Raï al abrir el 14 de junio el sínodo anual de su Iglesia, «están monopolizados por los importadores» y hasta la leche infantil ha desaparecido de las farmacias. El sueldo de los funcionarios públicos «no supera un valor de 30 dólares». Es «imprescindible», subraya el catholicós, que «se forme un Gobierno» que afronte estos problemas.
Neutralidad activa
Desde la explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto y la dimisión del Ejecutivo en pleno, la rivalidad entre Hariri y el presidente Michel Aoun ha dejado el país sin liderazgo y a la deriva. Otro gran obstáculo han sido las maniobras del movimiento chiita proiraní Hizbulá, considerado una organización terrorista por la UE y Estados Unidos. Su protagonismo en la vida del país «ha dividido totalmente a la clase política», explica a este semanario Paul-Nabil Sayah, adjunto del patriarca Raï para las Relaciones Externas. También ha acarreado sanciones que no ayudan a la economía.
Por eso, más a largo plazo uno de los ingredientes principales de una solución duradera sería una «neutralidad activa», apunta. La propuesta de la Iglesia incluye que el Líbano no se implique en alianzas y conflictos externos, pero admite «apoyar las causa de los derechos humanos y defender la libertad, promover la reconciliación y proteger el pluralismo religioso y cultural, y el diálogo», especialmente en Oriente Medio. Implica asimismo «fortalecer los poderes militar, judicial, legislativo y ejecutivo del Estado libanés» para «promover la paz interna, defenderse contra amenazas externas y resistirse a cualquier fuerza» que intente arrastrar al Líbano a los conflictos regionales desde su interior. Esto permitiría al Gobierno «tomar todas sus decisiones (políticas, militares o económicas) buscando el interés nacional» y no los de terceros. Algo que no ocurre ahora a causa de Hizbulá.
Sayah explica que la neutralidad «entre Oriente y Occidente» ha sido clave para el Líbano desde su independencia en 1943. Para aliviar las reticencias mutuas, «los cristianos se comprometieron a no orientar el país hacia Occidente y el secularismo; y los musulmanes, a no hacer del islam la religión oficial». El pacto se resquebrajó en 1969, cuando se permitió a guerrillas palestinas actuar en su territorio. «Desde entonces la situación comenzó a deteriorarse». A lo largo de los 52 años siguientes (incluidos 15 de guerra civil) «ha pasado de ser “la Suiza de Oriente” al Estado fallido de ahora».
Recuperar esa vocación del país de los cedros es la meta del patriarca Raï, que en febrero propuso convocar una gran conferencia internacional auspiciada por la ONU. Este llamamiento, añade su ministro de Exteriores, «ha recibido un apoyo muy amplio» de la sociedad civil, de líderes cristianos y musulmanes y del secretario general de la ONU, António Guterres, que «llamó al patriarca y mostró interés». Incluso lo han valorado positivamente, «por supuesto en privado», algunos chiitas «aliados cercanos a Hizbulá». Esto demuestra que el grupo proiraní «no representa a todos los chiitas». Después del encuentro del jueves y a la espera de que esta propuesta se materialice, el catholicós Aram espera que la próxima parada sea «un encuentro entre cristianos y musulmanes, porque nos enfrentamos a preocupaciones comunes».
Una llamada a resucitar. El nuevo superior de la Orden Maronita Mariamita, Pierre Najm, llegó el 14 de junio a su audiencia privada con el Papa Francisco con un regalo muy especial: un crucifijo elaborado con los escombros causados por la explosión en el puerto de Beirut, el 4 de agosto. En concreto, restos de madera de la sede de la archidiócesis maronita, que quedó gravemente dañada.
Según el artista que lo ha creado, Mario Khoury, se trata de «un símbolo de fortaleza y de fe, una nueva esperanza que surge de las cenizas; una cruz que permanece de pie contra cualquier cosa que caiga sobre nuestro pueblo».