Cinco días con Cantalamessa: así han sido sus meditaciones para la Curia

Cinco días con Cantalamessa: así han sido sus meditaciones para la Curia

El predicador de la Casa Pontificia ha orientado virtualmente la oración durante el retiro cuaresmal de los colaboradores del Papa

Rodrigo Moreno Quicios
Raniero Cantalamessa durante una de las meditaciones
El capuchino italiano durante una de las meditaciones. Foto: Vatican News.

«Hay pocas palabras capaces de decir en un minuto lo suficiente para llenar un día y, de hecho, una vida: las que salen de la boca de Jesús», dijo el cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, en la primera de las meditaciones que a modo de ejercicios espirituales ha dirigido en vídeo a la Curia romana en esta semana. Aunque no ha habido retiro presencial, el Papa Francisco les había pedido que dedicaran del 18 al 23 de febrero al silencio y la oración. «Se las propondré una a la vez, rogándoles que las mastiquen durante todo el día, como un chicle del alma», dijo en su primera reflexión. Un compromiso que ha mantenido a lo largo de la semana.

Aquella primera meditación del lunes 19 giró en torno al pasaje del Evangelio de san Juan en el que Jesús pregunta a Andrés y otro discípulo: «¿Qué buscáis?». Según Cantalamessa, «si no encuentras inmediatamente la respuesta, te la sugeriré yo: buscas lo que todo el mundo busca, ¡la felicidad!». Un tesoro que, según el capuchino, se encuentra en Dios y no, como dice el profeta Jeremías, en «aljibes agrietados».

«Solo una cosa es necesaria»

En su segunda meditación, el predicador de la Casa Pontificia sostuvo que «las palabras de Jesús en el Evangelio son de altísima calidad y se disfrutan tomándolas en gotas». La «gota» del martes 20 fue el pasaje de san Lucas en el que Jesús le dijo a Marta: «Andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria».

Tomando esas palabras como referencia, Cantalamessa les dijo: «Quiero que un gran filósofo y creyente del siglo XIX, Soeren Kierkegaard, les diga cuál es esta cosa necesaria, para que no piensen que nosotros, los predicadores, somos los únicos que creemos en ella». En La enfermedad mortal, el danés sostenía que «solo se desperdicia la vida de ese hombre que la dejó pasar así, engañado por las alegrías de la vida y sus preocupaciones, sin darse cuenta nunca de que hay un Dios y que él mismo está ante él».

La fe, conexión a internet

En su tercera meditación, que tuvo lugar el miércoles 21 de febrero, «la palabra para masticar» que propuso el capuchino fue la pregunta que Jesús hizo a la hermana de Lázaro tras explicarle que él era «la resurrección y la vida»: «¿Crees esto?». El predicador recomendó a los purpurados dejar «de lado por un momento todo lo que has aprendido de memoria en el catecismo y que repites en el credo» para preguntarse realmente si creen. Citó un fragmento de la Carta de San Pablo a los Romanos en la que el apóstol decía: «Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación».

Les propuso además «una nueva imagen de la fe: la conexión a internet». «Una breve oración, un simple movimiento del corazón, una mirada a la imagen de Cristo que tienes delante, ¡y ya estás conectado!». Con un matiz: que con la oración el creyente se conecta «a un mundo que no es virtual sino real». «El único que es verdaderamente real, porque es eterno: ¡el mundo de Dios!».

«Dos contra el mismo enemigo»

La cuarta meditación de Cantalamessa giró en torno a la conversación de Jesús con la adúltera, recogida por san Juan, cuando le dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». Según el purpurado, «cada uno de nosotros, si nos examinamos bien, nos daremos cuenta de que, junto a los muchos pecados que cometemos, hay uno que es diferente de los demás». A su juicio, «es ese pecado al que estamos secretamente un poco apegados, que confesamos, pero sin una verdadera voluntad de decir “¡basta!”».

El capuchino puso como ejemplo a san Agustín, quien rezaba a Dios pidiendo: «Concédeme castidad y continencia», aunque una voz dentro de él se resistía añadiendo: «¡No inmediatamente, Señor!». El futuro obispo de Hipona no experimentó un cambio real dentro de sí hasta que dijo: «Señor, tú conoces bien mi fragilidad. Confiando, pues, únicamente en tu gracia, te digo que, desde ahora, quiero decir basta a esa satisfacción». Según Cantalamessa, «podrías también recaer, pero para Dios algo ha cambiado: tu libertad se ha alineado con Él». «Ahora sois dos luchando contra el mismo enemigo».

«Jesús es un enamorado que no decepciona jamás»

En su quinta meditación, este viernes, Cantalamessa se ha detenido en el pasaje de san Lucas en el que Jesús le dice a Zaqueo, quien se subió a un árbol para verlo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Según el predicador de la Casa Pontificia, esta invitación significa que Jesús quiere «entrar en la intimidad de tu vida». Para el purpurado, Jesús dice a los cristianos «no me basta encontrarte entre la multitud, y tampoco en la Iglesia» y quiere estar también en lo profundo de su corazón. «Si eres un joven o una joven, puedes entender esto mejor que nadie», señaló el italiano. «Sólo el enamoramiento cambia verdaderamente la vida, tanto aquella natural como la del espíritu, ¡y Jesús es un enamorado que no decepciona jamás!».

Los periodistas torticeros «muelen sin piedad»

Según Raniero Cantalamessa, en la sociedad actual existen «una especie de dientes que muelen sin piedad, más cruelmente que los dientes de leopardo». Durante la primera predicación de Cuaresma en el Aula Pablo VI del Vaticano, que cada año suele pronunciar este capuchino, ha definido así a los medios de comunicación y las redes sociales en la mañana del 23 de febrero.

El predicador de la Casa Pontificia ha explicado que los periodistas «merecen todo respeto y estima» cuando cumplen con su función y «señalan las distorsiones de la sociedad o de la Iglesia». Pero a su vez corren el riesgo de comportarse «con malicia» y «con intención destructiva» cuando «se vuelven contra alguien por sus propias razones, simplemente porque no pertenece a su propio bando».

El purpurado italiano ha explicado que, ante una difamación, «es lícito hacer valer las propias razones en los foros adecuados». Aunque, «si esto no es posible o se ve que no sirve de nada», el creyente solo puede «unirse a Cristo flagelado, coronado de espinas y escupido». Es «difícil y doloroso en el mejor de los casos, sobre todo si está en juego la propia familia natural o religiosa», ha señalado Cantalamessa, pero ha invitado a «tener confianza en que, al final, como le ocurrió a Jesús, la verdad triunfará sobre la mentira». Y lo hará mejor «con el silencio que con la autodefensa más agresiva».