No es difícil ver estos días en muchos de los perfiles de WhatsApp, después de un curso intenso, la esperada frase de «cerrado por vacaciones». Pero, ¿es igual para todos? ¡Me consta que no! Muchos compañeros y alumnos han decido dejar por un momento los libros, soltar las mochilas del cole y cambiarlas por esas en la que, además del aislante y saco de dormir, caben muchas, muchas ganas de compartir, de descubrir nuevos y distintos lugares y también realidades. Y esto pasa cuando se deja a un lado el ritmo de lo cotidiano, y se decide seguir entregando el tiempo en campos de trabajo, campamentos urbanos o campamentos en plena naturaleza.
Lucía es alumna de 2º de Bachillerato y antes de terminar el curso me dijo: «Profe, no quiero que lo aprendido y trabajado este año se quede ahí… ni en la buena nota que seguro me vas a poner. ¡No me puedo quedar con tanto dentro!». Y ahí está, sin importarle cada día tener que madrugar –y mira que nunca ha llegado a primera hora a ninguna clase– para colocar la mesa del desayuno a más de 100 chavales y dejarse la piel y la ilusión en cada actividad deportiva y lúdica.
La veo siempre con su móvil en la mano y los cascos puestos, y ahora me cuenta que solo le echa un vistazo de vez en cuando, «porque no sabes, profe, lo que es poder escuchar a estos enanos».
Me han conmocionado las lágrimas de Hugo, alumno del mismo curso, intentado entender el porqué de tanto abandono y soledad de las personas a las que cada día, a partir de ahora, piensa acompañar en el centro de la tercera edad.
Esto solo son dos de los muchos ejemplos con los que seguro muchos de vosotros os habéis sentido identificados. Me encantaría que otras tantas vivencias pudieran caber aquí.
Una vez más, gracias a esos profes de Religión y de otras materias, que han decido no colgar el cartel de «cerrado por vacaciones» y prolongar su actividad, ya no solo docente, sino humana, para acompañar o alentar esas ganas de entrega altruista de tantos Lucías y Hugos que hay en nuestras aulas.
Feliz verano a todos.