Cartas de amor... a mucha distancia - Alfa y Omega

Pero en ningún momento los verás cerca. No se levantarán. No se tocarán. No se abrazarán. Casi no se mirarán. Solo leerán y desparramarán por el escenario las hojas de papel. Aunque, tal y como se explica en el programa de mano fue el mismo autor de la obra quien insistió en una puesta en escena sencilla «porque lo que de verdad importa aquí es la palabra», el espacio escénico creado por Mónica Boromello resulta tan simple como, por qué no decirlo, algo cansino. Y quizá por tanta simplicidad y quizá también, por el hecho de que los protagonistas sean dos estadounidenses de clase alta (o muy alta) con los que, en ocasiones es bastante difícil empatizar, el espectador sale no del todo satisfecho, como diciendo, o pensando que, pese a ser una buena obra y unos grandes actores… ¡le ha faltado algo!

Un sofá. Un sofá muy largo. Y en cada uno de los extremos, sentados, los protagonistas. Y nada más. Bueno sí. Algo más: una iluminación creada por Ion Aníbal López con una especie de árbol de la vida formado por bombillas anaranjadas, de esas a las que se les ve el filamento. Y esa es la única decoración. Pero son unas bombillas que hablan. Bombillas que también tienen su papel en la obra, pues a medida que pasa el tiempo y a medida que los actores van leyendo decenas y decenas de cartas de una relación epistolar de más de 50 años se van apagando, poco a poco, como la vida de los protagonistas.

¿Qué cuentan esas cartas? Ahí está la cuestión. Un guion muy bien construido de Albert Ramsdell Gurney (1930-2017) y adaptado por el director David Serrano, se suma a la maestría de los veteranos actores (Julia está francamente soberbia) y hacen que te metas en esa historia de Melissa y Andrew, que comienza a los 8 años, cuando los protagonistas se conocen y se enamoran (lo de Andrew es puro flechazo) y él decide escribirla. A ella no le gusta tanto escribir como pintar. Pero cuando él le dice que sea su novia ella contesta que sí. Y así comienza la historia. Una historia que se desarrolla desde 1937 hasta el 2000, fechas que hacen pensar en que, posiblemente es una historia autobiográfica, pues el periodo coincide con la propia vida del autor.

Para no desvelar todo el argumento ni los entresijos de la relación, ni los momentos más divertidos, que los hay y son muchos, no contaré nada más. Dejaré a quien vaya a ver la obra su valoración. Pero sí haré una invitación y es que, al salir de la obra, los espectadores se planteen si de verdad lo que han visto es una relación de amor de verdad, o solo una amistad o una relación epistolar sin demasiada o trascendencia, tal y como ocurre en la vida misma, que pasa y que, como las bombillas que se apagan, no dejan, en la mayoría de los casos, más que un corto reflejo de esa luz que algún día hubo.

Cartas de amor
Teatro:

Teatro Maravillas

Dirección:

Calle Manuela Malasaña, 6

Metro:

Tribunal

Hasta el 5 de noviembre