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El Instituto Nacional de Estadística acaba de publicar que el crecimiento vegetativo de la población española es negativo: hay más muertes que nacimientos. Lo chocante es que en ese registro del INE no figura el número de abortos: crímenes que se cometen alevosamente contra seres humanos indefensos que tienen derecho a nacer. ¿Qué pasaría si todas las criaturas engendradas llegasen a ver la luz de la vida? Con toda seguridad, aunque influyen otros factores, si desapareciese esa maldita ley que acecha contra la vida humana incipiente, el crecimiento vegetativo sería positivo.
Por otra parte, demos gracias a Dios porque se prolonga la esperanza de vida. ¿O también estorban los abuelos? Con más sentido de la moral y más visión sobrenatural, se arreglarían muchas preocupaciones que amargan la vida.
Un Estado por sí mismo ni es ateo ni laico. Solo las personas pueden ser laicas o religiosas. El laicismo surge de los hombres que por una u otra causa rechazan creer en la existencia de Dios. Pero eso no implica imponer a todos a través del Estado una educación laica, porque frente a Dios nadie tiene derecho a rechazarlo.
Anoche hablaba con mi hermana por teléfono. Estaba contenta, se había sentido navideña estos días y había aprovechado para sacar el belén –ya ha colocado al Niño Jesús, con María, José, los pastores…–, los adornos, el árbol con sus luces de colores, y tenía listas para ser escritas y enviadas las felicitaciones navideñas.
Cuando colgué el teléfono me quedé pensativa. En verdad, yo también me sentía navideña, más que nunca, la verdad, y sin embargo nada de lo que me había contado mi hermana tenía preparado. Mi belén seguía en su caja, ningún adorno he colocado todavía, tampoco he sacado las tarjetas, no he hecho ninguna compra y mucho menos he pensado en el menú o en el vestido de Navidad o fin de año.
Nada, nada de eso tenía preparado todavía y sin embargo, en verdad, me sentía navideña. No, lo único que he hecho así especial hasta ahora ha sido confesarme. Muchas veces he oído decir a los sacerdotes que la cuna que hay que preparar para Jesús está en el corazón y este año he decidido tomarme en serio sus palabras. Presté más atención a esa cuna que a la otra y así ando yo de retrasada. Nada tengo en casa preparado, eso sí , me siento tranquila y serena como nunca me he sentido.