En estas páginas nos acercamos a los esfuerzos conjuntos en España de la Iglesia católica, la anglicana, la ortodoxa rumana y otras denominaciones cristianas por el cuidado de la casa común. Es un compromiso que refuerzan durante este Tiempo de la Creación, que comenzó el 1 de septiembre y que muestra su preocupación conjunta por los problemas globales, ya que también han puesto sobre la mesa la necesidad de trabajar unidos frente a la trata de personas o en apoyo a los migrantes. Esta coordinación revela la capacidad de las diferentes Iglesias para desarrollar iniciativas comunes, como la recientemente inaugurada Mesa de Diálogo Interconfesional de España o manifestarse bajo una misma pancarta, teniendo muy presente que, si la barca en que navegamos zozobra, nos hundimos todos. «El mundo es el medio del hombre para ganarse la salvación», valora el delegado ecuménico ortodoxo rumano en este número. Pertenece a una Iglesia que cada primero de septiembre celebra el Día de la Creación. Una fiesta que ha llamado la atención del Papa y podría inspirar un nuevo tiempo litúrgico.
Esta armonía interreligiosa para arremangarse ante una crisis acuciante contrasta con las resistencias de quienes contraponen la responsabilidad medioambiental con la fe y entienden tal sensibilidad como un mero caballo de Troya ideológico. Es otra consecuencia más de la ceguera de la polarización, que antes de detenerse a mirar las tierras contaminadas en Perú o Chile, cierra los ojos ante el sufrimiento ajeno y se atrinchera en batallas culturales.
Desde hace más de once años, Francisco, el Papa llegado «del fin del mundo», adoptó como prioridad la «conversión ecológica», término que algunos se tomaron a broma. Pese a las críticas que le ocasionó, como las posteriores a la Laudato si, la adhesión a su causa del arzobispo de Canterbury o el obispo Timotei demuestran que, mientras otros criticaban su dedo, él señalaba las llagas.