Cuando se nos ofrece un camino donde brillan la verdad, la vida, la fraternidad, la paz y la creatividad, ¿cómo no tomarlo? ¡Cómo no hacerlo por el bien propio y por el bien de los demás! Es un camino de gran trascendencia para la humanidad. Deseo ofreceros una reflexión sobre este camino tan importante a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en todas las situaciones que vivís y a las que servís, en el mundo de la familia, de la cultura, de la educación, de la política, de la economía, etc.
Estamos ante una crisis cultural de proporciones insospechadas, que afecta a todas las dimensiones del ser humano, también a las relaciones entre los hombres y los pueblos. Podemos salir al paso de la misma para que lo sea de crecimiento y no de destrucción del hombre. No permitamos que desaparezcan valores humanos fundamentales y esenciales para la vida y la convivencia. La Iglesia desea responder con un esfuerzo insospechado a esta situación, aportando lo que le es más propio. Acoger a Jesucristo hace posible que desaparezcan las tinieblas de la miseria, la injusticia, los enfrentamientos y las guerras; que desaparezcan las negaciones que se dan de las aspiraciones más legítimas para que subsista el ser humano: derecho a cuidar la salud, a la educación, al trabajo digno y estable, a participar plenamente en las responsabilidades civiles y políticas, a la no imposición a la fuerza por parte de grupos de dictaduras de todo tipo disimuladas y que ofenden la dignidad humana, que engendran conflictos hasta llegar a las armas, violencias, terrorismos, tensiones, inestabilidades, rivalidades… ¿No será posible tejer un mundo fraguado desde la Navidad? Como solía decir santa Teresa de Calcuta: «Es Navidad cada vez que permitimos a Jesús amar a los demás a través de nosotros».
A la luz del misterio de la Navidad, cuando se nos muestra el camino de la Encarnación, os invito a todos –y de forma especial a los cristianos– a que dejemos mover la vida para compartirla a la manera en que Dios mismo lo hizo: compartiendo esos valores evangélicos esenciales para la vida de los hombres y que han sido considerados derechos fundamentales de la persona, pero también reconociendo valores que coinciden y nos hacen vivir con más plenitud el mensaje de Cristo. ¡Cuántos hombres de todas las latitudes de la tierra quieren acoger valores evangélicos que están ausentes de su cultura, pero que ven que son esenciales para construir su presente y futuro!
Dios se nos regala. ¡Qué fuerza tiene ver en la Navidad que Dios no está lejos, sino que se acerca a nuestra vida e historia! ¡Qué alegría produce descubrir a un Dios que no es inaccesible y que desea ocupar nuestra vida! Se hace niño por nosotros y disipa toda clase de ambigüedades, y se hace prójimo y restablece la imagen de hombre que Él nos ofrece tener y dar. Se hace don para todos los hombres, se da a sí mismo, asume por nosotros el tiempo Aquel que está por encima del tiempo. Tengamos la valentía de abrir nuestro tiempo a Dios, pues quien es eterno desciende a lo efímero del mundo y arrastra nuestro hoy pasajero a su hoy perenne. ¡Qué belleza! El más grande se puede hacer pequeño, quien es poderoso puede acercarse a nosotros, salir a nuestro encuentro para que podamos amarlo y conocerlo. Podemos ser semejantes a Él, podemos abrir nuestro tiempo a Dios. Así, aparece la paz, nace la alegría, surge la fiesta. En Belén se manifiesta al mundo la Luz que ilumina la vida, se revela el Camino que lleva a la plenitud a todo ser humano y a la humanidad entera.
Os invito a establecer un diálogo entre todos los hombres, atreviéndonos a dejarnos iluminar la vida por la Sabiduría nacida en Belén. Si alguno creyera que hay otras sabidurías que no anulen a la persona humana y que reconozcan todas las dimensiones del ser humano, que las presente. Hay que buscar salidas para todos los hombres, que nadie quede descartado, que haya puentes y se rompan muros que nos hacen desconocidos e incapaces de diálogo –que es lo original y propio del ser humano–. Este diálogo tiene estos contenidos:
1. Entrar por el camino de la verdad (Mt 11, 1-5): Recuerdo una página del Evangelio contundente sobre este camino. Cuando Juan Bautista manda a sus discípulos a preguntar a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Ante tantas necesidades de los hombres, ante tantos deseos de liberación, de llegar a tener lo más elemental en sus vidas, buscan y buscan. En esta búsqueda se presentan muchos mesías y con muchos mesianismos. Sabemos lo que producen. Sin embargo, el camino que propone Jesús es claro, provoca unas situaciones con tal novedad que nos hacen entrar por el camino de la verdad. La respuesta de Jesús a Juan nos lo dice: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados». Cristo trae una novedad de tal hondura que genera que las relaciones entre los hombres sean nuevas; que sean de vida, de amor y de entrega de los unos a los otros; que sean de sanación, para ver más y mejor todos y a todos. ¿Estás dispuesto a entrar por este camino de la verdad?
2. Entrar por el camino de vida (cfr. Lc 1, 26-38): ¿Dónde se muestra el rostro más bello del ser humano? ¿Quién nos lo da y cómo lo hace? Necesariamente tengo que poner los ojos en la Virgen María. Ella es promotora de la Vida en plenitud. ¿Cómo? A) Da permiso para que Dios entre en su vida: no se siente obligada, condicionada, violentada. El que es Todopoderoso pide permiso a un ser humano para expresarle que quiere que la Vida entre en esta historia. La Virgen da permiso; B) entra en una conversación profunda: a través de la misma, Dios le muestra que Él tiene poder para hacer y provocar una Vida Nueva en esta historia «porque para Dios nada hay imposible»; 3) dice sí a dar con su vida rostro a la Vida que es Dios mismo. ¿Estás disponible para el camino de la vida?
3. Entrar por el camino de la fraternidad (cfr. Mt 2, 1-12): Dios creó todo lo que existe y puso frente a toda la creación al ser humano. Quiso que fuésemos y construyésemos una gran familia. La presencia de los Magos de Oriente en Belén manifiesta el deseo de fraternidad de todos los pueblos. Tal y como se nos han pintado los magos a través de la historia, eran de razas y culturas diferentes, pero todos buscaban a quien puede unirnos y hacernos familia. Solamente Dios logra el deseo que habita en el corazón de los hombres. Aunque a menudo hagamos lo contrario, somos «imagen y semejanza de Dios» y siempre nace ese deseo de ser familia. Por eso esa pregunta de los magos: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Frente a ese deseo está el de poder que siempre rompe la fraternidad, se manifiesta el ansia de estar por encima de los demás. ¡Qué bien representado está por Herodes! Pues ante alguien que podía unir a todos los hombres en una sola familia, «al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él», quería deshacerse de Jesús. ¿Tu camino es de fraternidad o de ruptura?
4. Entrar por el camino de la paz (cfr. Lc 2, 8-20): ¡Qué belleza tiene la descripción de los pastores! ¿Quiénes eran? En general, según la tradición, eran hombres de poco fiar. El pueblo no los tenía en mucha estima, daban guerra. Pero precisamente a ellos es a quienes el Señor se presenta para darles y ofrecerles su Paz. Viviendo a su aire, a la intemperie, no teniendo más que el cielo arriba y la tierra abajo, Dios les envuelve con su claridad. A ellos les da la noticia de Quien trae la alegría, la paz a todos los hombres, de Quien cambia el corazón de todo ser humano y le hace vivir en la búsqueda de la paz y de la reconciliación. «Os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor […] encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre […] apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad […] Vayamos, pues, a Belén […] Fueron corriendo y encontraron a María, José y al niño […] se volvieron […] dando gloria y alabanza a Dios». Aceptemos el don de la paz y ofrezcámoslo como Dios mismo nos lo da, como don para todos los hombres, que nos hace tener como arma solamente el amor de Cristo. ¿Tienes interés por el camino de la paz? ¿Qué haces para lograrla?
5. Entrar por el camino de la creatividad (cfr. Lc 1, 39-56): Todo encuentro con Dios nos hace salir, nos pone en camino. Un camino que tendrá sus dificultades siempre, pero a través del cual podemos ser creativos, dar vida, dar fuerza, dar oportunidad a quienes nos encontremos de que descubran la belleza de un Dios que nos llena de alegría y la fuerza de un Dios que desea hacer de nuestra vida un cántico nuevo que renueve todo lo creado. Así fue la vida de Santa María, nuestra Madre. La entrada de Dios en su vida, la aceptación de la propuesta de dar rostro a Dios, le hace salir de sí misma y ponerse en camino misionero. Un camino en el que provoca alegría. El canto de María es la expresión bella de la creatividad que provoca la presencia de Dios en la vida del ser humano: alegría, humildad, agradecimiento, dar a conocer las obras de Dios, su misericordia, sus proezas, su ayuda…etc. ¿Eres creativo? ¿Con qué arte?
En esta Navidad 2016, y al comenzar un Año Nuevo, queremos decirle a Nuestro Señor Jesucristo así: «Tú que has nacido en Belén, ven con nosotros. Entra en nuestra vida. Transfórmanos. Renuévanos. Haz que todos nosotros de madera, piedra o hierro, nos convirtamos en personas vivas, en las que tu Amor se hace presente y el mundo queda transformado, porque entramos por el camino de la Navidad, que es camino de verdad, vida, fraternidad, paz y creatividad». Amén