Io sono 'Carne viva', sono la tua compassione, la disperazione - Alfa y Omega

Io sono carne viva / sono carne viva /sono la tua vitamina, la tua penicillina /il tuo pentimento, il tuo cedimento / la tua compassione, la disperazione / senza mai un’attenzione…

…si pasas por el número 48 de la calle Huertas, ésta es su melodía. Sólo con pararte en la puerta, te transportarás a tiempos melancólicos. O quizá, la mítica Mina y su arrebatada canción te recordarán al primer amor y a la pasión que te arrastraba hasta él. Más vivo uno no se puede sentir. Ya si cruzas el umbral y te adentras en la comisaría de policía que alberga la calle de las letras madrileñas, sabrás que el ser humano duele.

Pero basta de poesía. Perdónenme el atrevimiento. Sólo me dejo llevar mientras el tema suena de fondo. Aterrizo. Los tiempos de crisis han dejado a la policía de la calle Huertas al borde del colapso. Los cortes de luz de Iberdrola cada vez son más frecuentes, y claro, dejar sin luz a quienes velan por el orden y la ley en la ciudad no es cosa de risa. Así que el comisario Torres, en un alarde de picaresca, ha decidido subarrendar dos de las tres salas que forman la comisaría a una profesora de baile y a una hipnotista. Un subarriendo “de tapadillo” que se convierte en un verdadero problema cuando, en uno de esos cortes de luz, se escucha un grito aterrador. Y hasta aquí puedo leer.

Lo que sí puedo contar es que no van a encontrarse un cluedo policiaco —bueno, un poco sí—. Pero Carne viva de lo que va es del ser humano, de ese que ama, tiene celos, miedo y necesidad. La directora y autora del texto, la uruguaya Denise Despeyroux, se adentra en las motivaciones vitales de los pobladores de estos tres espacios tan diferentes, y los disecciona con la excusa del suceso.

Además, es muy especial el modo de adentrarse en estas tres historias. Porque el montaje se desarrolla de forma simultánea. Y los espectadores, divididos en tres grupos, irán pasando por la comisaría, la sala de baile y la consulta de hipnosis. Es difícil de explicar, porque la magia que se genera sólo se puede vivir in situ. Pero mientras yo veía al inspector Bermúdez salir de la comisaría, otra persona lo veía segundos después entrar a bailar. Luego ,cuando a mi me tocó la sala de baile, lo vi entrar sabiendo que venía de la comisaría. No les enredo más. Vayan, sin dudarlo. Es algo irrepetible. Y La pensión de las pulgas el perfecto escenario para dar cabida a esta obra íntima, de una calidad actoral deslumbrante.

Enhorabuena a los actores. Actúan a menos de un milímetro de ti sin desviar ni una sola vez la mirada. Es increíble cómo parecen estar solos, sin una veintena de personas mirándoles fijamente. Fetén el comisario Torres (Agustín Bellusci), Sara Torres (la oficial Mónaco) y Joan Carles Suau (Hugo, -guau, chico, qué forma de bailar-), que nos dejan entrar en lo más profundo de sus anhelos. Divertidísimo Font García (el oficial Figueroa), que pone el toque tragicómico a la historia. Cuánta verdad hay también en Fernando Nigro (el inspector Bermúdez) y Victoria Facio (Elvira Campoamor -¡yo también quiero ser hipnotista!-). Y enhorabuena a la valiente Carmela Lloret (Mía), con un diálogo en el que se vuelca, sin tapujos, junto con Juan Vinuesa (Mario Caballero). A Marta Rubio, la italiana Bárbara, la vemos poco, pero olé esa forma de transmitir la tristeza.

Vayan y cuéntenme en qué sala comenzó su periplo. Depende de dónde empiece y dónde termine, la obra tendrá otro sabor. Yo acabé «hipnotizada».

Carne viva

★★★★☆

Teatro:

La pensión de las pulgas

Dirección:

Calle Huertas, 48

Metro:

Antón Martín

Sábados y domingos de
noviembre y diciembre