Cardenal Rouco Varela: «Será un pontificado fecundo» - Alfa y Omega

Cardenal Rouco Varela: «Será un pontificado fecundo»

En su primera comparecencia ante los medios, el miércoles 20 de abril, el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela, ofreció en exclusiva a Alfa y Omega estas primeras impresiones sobre el Santo Padre Benedicto XVI:

Antonio María Rouco Varela
El entonces cardenal Joseph Ratzinger, junto con el cardenal arzobispo de Madrid, antes de comenzar, el hoy Papa Benedicto XVI, su conferencia Fe, verdad y cultura, en el Palacio de Congresos de Madrid, el 16 de febrero de 2000.

Hemos vivido un momento histórico en la vida de la Iglesia, en el que esa guía de la que es el pastor invisible se ha hecho patente. Primero, porque se trataba de que el Señor regalase un Papa que continuase una línea histórica marcada por el pontificado de Juan Pablo II con un pulso espiritualmente y apostólicamente creativo, como pocas veces en la historia de la Iglesia. Y se trataba de que, además, se viese cómo las grandes intuiciones históricas, desde el punto de vista de la misión de la Iglesia, quedasen de nuevo plasmadas en un proyecto pastoral como es el que el Papa ya nos ha puesto de manifiesto en el discurso que nos ha dirigido al Colegio cardenalicio esta mañana. Por otro lado, para quien ha venido por primera vez a un Cónclave, la experiencia de éste, ciertamente, ha supuesto una riqueza y un don, desde el punto de vista espiritual y sacerdotal, y pastoral, extraordinario. Si se quiere uno acercar al acontecimiento de la elección del Papa con una criteriología meramente humana, o influida decisivamente por las consideraciones mundanas, no acierta. Entre los cardenales que hemos elegido a Benedicto XVI sólo había dos que tenían la experiencia de un Cónclave, el Papa y el cardenal Baum, un cardenal norteamericano, por cierto, muy enfermo, que ha estado allí en su silla de ruedas y ha asistido a todos los actos del Cónclave. Los demás no teníamos ninguna experiencia. Si, por hipótesis, un cardenal que eligió a Juan Pablo II tuviera que hacer una comparación con un cardenal que eligió a Benedicto XVI, se encontraría con que el Colegio cardenalicio había cambiado de fisionomía, digamos, cultural, si vale la expresión geohistórica, de una manera muy notable. En cambio, constataría que el espíritu fue el mismo, la forma y el estilo de vivir el Cónclave, marcado por el deseo de responder a la voluntad del Señor, y el resultado: un Papa según el corazón de Cristo para este tiempo.

Una experiencia, por lo tanto, singular, casi única, un don del Señor para los que hemos participado en el Cónclave. Luego se ha iniciado el pontificado de Benedicto XVI con la relativa sorpresa del nombre que él se ha dado para sus años de ministerio petrino, el ministerio de Pastor de la Iglesia universal. Una sorpresa que, explicada como él lo ha hecho, ilumina mucho el estilo, lo que va a marcar las líneas propias y personales de su ministerio pastoral. El que haya hecho alusión a un Papa que anteponía Cristo a todas las cosas, centra mucho la personalidad, da a conocer mucho el centro de la personalidad humana, sacerdotal, espiritual del nuevo Papa. El que elija el nombre de un Papa que prácticamente consumió la mayor parte de su pontificado en los años de la primera guerra mundial como un pacificador, como alguien que quiso reconciliar a los europeos, que llamó la atención de la locura que suponía aquella guerra, es muy significativo con respecto a nuestro Papa actual… Benedicto tiene que ver con san Benito. El Papa ha hecho alusión expresa a ello, porque, entonces, en la época de Benedicto XV, no era patrono de Europa. Todos estos detalles que tienen que ver con la sorpresa de su nuevo nombre, y lo que suponen para su explicación, apuntan a unos años de ejercicio del ministerio de Pedro que van a ser muy fecundos para la Iglesia y para el mundo.

Inteligencia y sencillez

Los datos que tienen que ver con su biografía más característica hablan de su gran capacidad intelectual; es una de las grandes figuras del pensamiento intelectual en el mundo, y no sólo desde un punto de vista cerradamente confesional, sino teológico, desde el punto de vista del diálogo de la fe con la cultura, la teología con la filosofía, del pensamiento teológico con el pensamiento científico, e incluso con el pensamiento político… Esa capacidad intelectual, que está puesta de manifiesto en una obra teológica y de pensamiento muy voluminosa y muy luminosa a la vez, la va a aportar al ejercicio de su ministerio pastoral. También su carácter, su personalidad extraordinariamente sencilla, de un trato muy afable, muy cercano… Y, por supuesto, sin complicación alguna, con un estilo de vida muy sencillo, muy sobrio y muy humilde. La historia de su piedad más primera, la de su familia y la de sus padres, de una aldea pobre de Baviera con una gran devoción a la Virgen, en una tierra transida de emoción mariana. No hay que olvidar que en la capital, Munich, emerge la columna de la Virgen… Toda esa piedad de la Baviera católica la lleva en el fondo del alma y, por supuesto, una sensibilidad para las bellas artes, para la música…, de mucha calidad. Recuerdo cuando, en el concierto que se le preparó a Juan Pablo II en el Aula Pablo VI con motivo de sus 25 años de pontificado, la orquesta de Leipzig interpretó la Novena de Beethoven, la introducción que hizo el cardenal Ratzinger a la explicación y la comprensión estética y teológica de la obra fue de una calidad extraordinaria. Todo ello tiene que ver con su personalidad y con su historia humana y sacerdotal, cristiana…, y de teólogo.

Y luego su gran experiencia internacional. Ha hablado en todos los foros internacionales del mundo; era buscado y solicitado como uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, y, simultáneamente, un gran predicador; las homilías del Papa, tanto las de su etapa en Munich como las de los años vividos al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, son textos espirituales de una gran sencillez… Con respecto a lo social, tema a través del cual se querrá hacer una radiografía de la personalidad de Benedicto XVI, él ha sido un apasionado de la fórmula de organización de la comunidad política en torno al principio del Estado social de Derecho visto, además, a través de una concepción del hombre en la cual la dignidad intransferible y personal no se puede cambiar por nada, ni se puede negociar de ningún modo y a ningún precio.

Caridad y unidad

Sabe muy bien también de los problemas de los pueblos más necesitados del mundo, donde la Iglesia está ejerciendo una misión, desde muchos puntos de vista, única y no sustituible por otro tipo de actuaciones, o que no está siendo sustituida por otro tipo de acción social, o de promoción del desarrollo que tenga realmente fuerza y que subsane y solucione los problemas, por ejemplo en el continente africano. La proximidad y la cercanía a ese mundo también es desconocida, y la necesidad de que él, como lo hacía Juan Pablo II, nos esté llamando constantemente la atención sobre este problema es muy significativo y característico, y va a ser muy necesario.

Y, por supuesto, él ha sido un hombre que ha entrado a fondo en el diálogo interreligioso y en los problemas que significa, no sólo para la Iglesia, sino para la sociedad, para Europa. Sus reflexiones sobre Europa de los últimos años son paradigmáticas, y sus respuestas ante un tema que Guardini había tratado a fondo: el problema del poder. Él lo concibe y lo desarrolla como un reto que hoy se articula en torno al poder que el hombre tiene sobre el mismo ser humano, su capacidad de manipularle de toda forma y de todo modo, con pretextos y con fines, que no son malos, pero que, evidentemente, no justifican ese uso del poder del hombre. Romano Guardini hablaba de este problema, del mismo que habla Ratzinger, y tenían delante de los ojos la capacidad física de la explotación de la energía atómica en términos de armas de destrucción masiva, de poner en peligro la Humanidad. Ahora, cuando hablan de las posibilidades de la biología, de la biotecnología…, nos encontramos con unos riesgos tremendos respecto a la destrucción misma y a la manipulación de lo más íntimo del ser humano, sin llegar a pensar en otras posibles utilizaciones destructivas. Todo el mundo sabe, a todo el mundo le suena el tema de la posible utilización de la biología en términos de armamento, o de elementos de destrucción de las personas. Este tema ha sido muy de él en estos años, y muy de nuestro tiempo, y ha sido muy luminoso a la hora de abordarlos.

Él es obispo de Roma, y eso es lo primero. Lleva muchos años viviendo aquí, se siente muy Romano y, por eso, se siente también muy universal. Espero que Nuestro Señor, a través de sus años de pontificado, nos va a ayudar a que la Iglesia ejerza su misión de ser instrumento de la salvación, instrumento de la presencia de Cristo en el mundo y de su Evangelio.