Cardenal António dos Santos Marto: «El Papa tiene muchas ganas de volver a Fátima en la JMJ» - Alfa y Omega

Cardenal António dos Santos Marto: «El Papa tiene muchas ganas de volver a Fátima en la JMJ»

María Martínez López
Dos Santos Marto con Francisco en Fátima en 2017. El Santo Padre lo creó cardenal un año después. Foto: Santuario de Fátima.

El arzobispo emérito de Leiría-Fátima comparte, por casualidad, los apellidos de los pastorcillos a los que se apareció la Virgen en 1917. A petición suya, el Papa aceptó su renuncia en enero del año pasado, unos meses antes de cumplir los 75 años. Desde entonces ha tomado como residencia permanente el santuario portugués por antonomasia, que Francisco visitará el 5 de agosto.

Comparte los dos apellidos con los pastorcillos de Fátima. ¿Alguna vez llegó a pensar que de alguna forma estaba destinado a ser obispo allí?
Cuando me nombraron obispo de Fátima, una revista tituló: «Nuestra Señora fue a buscar al cuarto pastorcito». Es solo una curiosa y bonita coincidencia, no estamos emparentados. La familia de mi padre, de Vimioso, debe de ser la única que conozco en el norte con ese apellido. Nunca se me pasó por la cabeza ser obispo, y mucho menos de Fátima. Empecé como auxiliar de Braga. Murió el obispo de Viseu y fui destinado allí, donde pensé que me quedaría. Al año y medio, ya estaban llamando a mi puerta para venir a Fátima. Después de expresar cierta resistencia, terminé obedeciendo a la voluntad explícita del Papa Benedicto XVI.

¿Jugó Fátima algún papel en su vida antes de ser obispo de esta diócesis?
Profundicé en el mensaje cuando me invitaron a dar una conferencia sobre lo que decía de la Eucaristía. Las memorias de la hermana Lucía me impresionaron por la seriedad del tema: la gran causa de la paz y la humanidad amenazada en su supervivencia. Eso me conmovió y convenció. Pensé que nos enfrentábamos a algo mucho más serio de lo que imaginaba. Más tarde me di cuenta de su significado a través de la devoción de los creyentes y seguí profundizando. Sentía la necesidad de encontrar criterios hermenéuticos para interpretarlo y traducirlo a los tiempos actuales.

El mensaje de Fátima es una gravísima advertencia y, al mismo tiempo, un consuelo desde la esperanza teologal: el mal es vencido por el amor trinitario revelado en la cruz y Resurrección de Jesús, por el amor de María y mediante nuestra conversión.

En torno a Fátima, se habla mucho de secretos, de señales. ¿Cómo es la realidad de la vida en el santuario y de las personas que allí asisten?
Lo que hacen los peregrinos en Fátima es un testimonio de fe y amor filial a la Virgen, en una expresión única, que irradia la belleza, la alegría, el entusiasmo y la fuerza de la fe cristiana en Jesucristo, y la devoción de este pueblo a la Virgen. ¡Es muy conmovedor! No hay nadie que permanezca indiferente ante esta manifestación de fe por parte de millones de personas. Solemos decir que Portugal y su Iglesia no se pueden entender sin Fátima y es una realidad. Lo vemos con los emigrantes. Cuando visitan Portugal de vacaciones, no dejan de pasar por aquí.

Ante la situación de una humanidad herida, el mensaje de Fátima es portavoz del grito de las víctimas y se convierte en una invitación a leer la historia a partir de las víctimas, a detenerse ante el misterio del hombre y ante el misterio de Dios, siempre en una lógica de misericordia y de esperanza.

Fátima es, en efecto, un fenómeno y un acontecimiento que se desarrolla a lo largo de la historia y se ha convertido en punto de referencia e irradiación ineludible para la historia de la Iglesia y de la humanidad. Y esto lo siente todo el mundo, independientemente de su formación, de su educación o incluso de su forma de expresarlo, de un modo más sencillo y piadoso o más racional y teológico.

Y hoy, después de tantos estudios profundizando en el mensaje, lo que impresiona y asombra es que su contexto y contenido no se restringen al camino de fe personal de los videntes, a una circunstancia particular de su país o a una cierta verdad de la fe. Su horizonte es de alcance histórico y global: está en el centro de las preocupaciones mundiales y de los hechos históricos más trágicos del siglo XX. Quizás solo hoy, un siglo después, estemos en condiciones de comprender con mayor profundidad la verdad y el alcance total de este mensaje.

Fue anfitrión de Benedicto XVI y de Francisco. ¿Cuál es la relación de cada uno de ellos con el santuario?
Hay casi un vínculo vocacional entre Fátima y la cátedra de Pedro. Mucho podría decirse de la conexión personal del Papa san Juan Pablo II, que estuvo profundamente comprometido y convencido de la importancia de este mensaje en el camino de fe personal de los creyentes pero también en el camino de una humanidad herida.

Benedicto XVI fue absolutamente decisivo para la afirmación del mensaje de las apariciones. El mejor comentario teológico sobre este acontecimiento es el que hizo como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Rescató su dimensión mística y profética, que se aplica también al mundo actual. Y recuerdo sus dos homilías en Fátima, en las que dijo que nadie debe dejarse engañar por la idea de que el mensaje se agotó en el momento en que fue dicho, porque su dimensión histórico-profética se aplica también al mundo actual. Al final de la procesión de antorchas, contemplando ese mar de luz que resulta estremecedor, me susurró: «No hay nada como Fátima en toda la Iglesia». Es una frase inolvidable para mí.

De Francisco destacaría su invitación de marzo de 2022 a consagrar Ucrania y Rusia al Inmaculado Corazón de María. El mundo entero se unió a renovar el cumplimiento de esta petición de Nuestra Señora a los pastorcitos. Es una devoción reparadora, que nos llama a todos.

Portugal
Población:

10,2 millones

Religión:

Católicos, 79,7 %; otros cristianos, 4,7 %; no creyentes, 14,5 %, y otros, 1,1 %

Renta per cápita:

22.100 euros

¿Qué le llevó a presentar su renuncia renunciar justo un año antes del límite de edad?
Desde que entré en la diócesis siempre dije que me iría en cuanto cumpliera 75 años. Estoy agradecido y satisfecho por haber cumplido con una hermosa misión, aunque soy consciente de que los logros han quedado por debajo de las aspiraciones. Amé y seguiré amando con toda mi alma esta Iglesia, pero en la vida hay un tiempo para todo: para llegar, para crear, para desanimarse y para partir. La salud, la juventud y la capacidad de renovarse también cambian con el tiempo y, por eso, pedí irme. No he huido de nada, mi servicio a la Iglesia continúa de forma más discreta, con la mirada puesta en el ejemplo de Jesús, queriendo renovar cada día mi sí al don de Dios, en plena complicidad y obediencia con el Papa Francisco. Este nuevo tiempo me hace más libre para leer, para vivir espiritualmente y estar más cerca de Jesús y profundizar en su conocimiento.

¿Estará en el santuario el 5 de agosto con el Papa?
Como debe ser. Es un honor darle la bienvenida nuevamente, sabiendo su deseo y compromiso personal de regresar a Fátima. El Papa realmente quiere estar en Fátima y orar ante Nuestra Señora. El viaje a Portugal ocurre en el contexto de la JMJ pero está claro que el Papa quiere venir a Fátima, tiene un interés personal en venir. Se aseguró de decirme personalmente: «No tendría sentido para mí ir a Portugal sin ir a Fátima». Será un gran momento cuando rece junto con jóvenes enfermos y presos, algunas de las periferias sobre las que nos invita a tener una mirada de misericordia, como Jesús con el leproso o la adúltera.

Recuerdo con gran ternura todos los encuentros que he tenido con Francisco desde 2013, cuando la imagen que se venera en la capilla de las Apariciones estuvo en el Vaticano a petición suya. No puedo olvidar lo que me dijo cuando le di las gracias al recibir el nombramiento cardenalicio: «¿Sabes? Es una caricia de la Virgen para ti».

¿Qué ofrece el santuario a los jóvenes durante la JMJ?
Será una estación en esta gran peregrinación a Lisboa, ya sea antes o después. Como tal, se ha preparado para acoger a los jóvenes desde el punto de vista logístico, mediante la creación de una Aldea Juvenil, pero también desde el punto de vista espiritual, con una propuesta de itinerario o talleres temáticos sobre los pilares del mensaje: la adoración, la oración, la conversión y la misericordia. Se han vivido con mucha ilusión los preparativos y de hecho el lema de la Jornada –María se levantó y fue de prisa— ha sido el lema del curso pastoral.

¿Resultará Fátima atractiva para los peregrinos de la JMJ?
Lo que une a los jóvenes a Fátima es la certeza de que tenemos una madre que nos cuida, como nos dijo el Papa en 2017. Cada vez que miramos a María, volvemos a creer en el poder revolucionario de la ternura y el cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a los demás para sentirse importantes. Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplación y camino hacia los demás es modelo de evangelización y, para los jóvenes, tiene mucho sentido. Los jóvenes, que son el presente y el futuro de la Iglesia y del mundo, quieren la paz, desean la paz y harán todo lo posible para trabajar por ella. Cuando hablamos de una huida de jóvenes de la Iglesia, es reconfortante ver que todavía hay muchos que movidos por la fe hacen esta peregrinación.

Es un obispo emérito, pero al mismo tiempo un cardenal relativamente joven. ¿Eso le ha dado oportunidad de colaborar más estrechamente con el Papa?
Cuando el Papa me eligió cardenal en 2018, me vinculé más al Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Ahora, además de este servicio, también trabajo en el Dicasterio para las Causas de los Santos. Así que no me queda mucho tiempo libre. El Papa quiere que nos mantengamos activos y por eso siempre nos está desafiando para nuevas misiones. El año pasado fui su delegado en el Congreso Eucarístico de Brasil y en la Peregrinación Europea de Jóvenes a Santiago de Compostela. Sigo activo, sobre todo porque los desafíos que nos ha planteado este pontificado han sido inmensos.

El Papa verdaderamente nos ha puesto a ejercitarnos sinodalmente, a caminar juntos en Iglesia, interpelándonos a la escucha y a la acción pastoral, en un tiempo y un mundo particularmente difíciles. Tuvimos una pandemia que nos puso a prueba como humanidad; tenemos una guerra en el corazón de Europa y varios conflictos en todo el mundo que han provocado millones de refugiados, personas que solo quieren vivir fuera de las privaciones que impone un conflicto. Un tiempo en el que es difícil ser cristiano y testigo del Evangelio. Sin duda, también será necesario el don del discernimiento. Incluso internamente, con el drama de los abusos y las divisiones entre nosotros. Son tiempos muy desafiantes.

¿Qué relevancia tienen encuentros como la PEJ, que quizá parecen menores en comparación con una JMJ?
Fue un momento muy intenso y muy gratificante, allá en Compostela. Esta peregrinación se realizó en un momento providencial y proporcionó una experiencia de fraternidad. Estos eventos, que reúnen a muchos jóvenes, son importantes. Podemos ser menos de lo que éramos, pero realmente sirven para confirmar nuestra fe. En ellos se busca el encuentro con Dios, casi en una pregunta vocacional: «¿Qué quieres de mí, Señor?».

¿Qué espera de la JMJ?
Creo que será un momento de revitalización que pondrá a prueba el dinamismo de la Iglesia portuguesa a través de la implicación de las familias, los grupos juveniles, las parroquias y las diócesis. Lo hemos visto en la peregrinación de los símbolos. El Papa desafió a los portugueses a hacer diferentes caminos a través del lenguaje de la cabeza, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Lo que piensan los jóvenes es muy importante para la Iglesia. Por lo tanto, tenerlos en cuenta es fundamental. El Papa dice muchas veces que los jóvenes no son el futuro sino el presente de la Iglesia. Espero, deseo y confío en que el camino transcurra bien y la Iglesia portuguesa recoja los frutos de este encuentro.

Al poco tiempo de su elección como miembro del Dicasterio para las Causas de los Santos se aprobaron las virtudes heroicas de sor Lucía. ¿Qué significó poder participar en esa decisión?
Ciertamente no fui al dicasterio por Lucía, pero fue una feliz coincidencia. En el mundo de la fe no existen las casualidades, existe la divina providencia, que cuida todos los detalles. El reconocimiento de las virtudes heroicas es ya en cierto modo colocarla en un nivel de santidad que pocos traslucen, por mucho que todos estén invitados a caminar en esa dirección.

Me conmueve la forma discreta y humilde en que Lucía vivió su amor a Dios, a la Virgen, a la Iglesia y a toda la humanidad, buscando la verdad y no la notoriedad; siempre escondida pero siempre presente para todos. No era una extraterrestre, era humana y muy femenina, una mujer inteligente y perspicaz, ingeniosa y solidaria, llena de alegría y de humor contagioso; como atestiguan las hermanas de Carmelo.

Fue una mujer atenta a los signos de los tiempos, que no fue ajena a la experiencia y los problemas tanto de la Iglesia como del mundo. Desde su celda del Carmelo, fue portadora de un mensaje que transmitió a la Iglesia y al mundo. De su espiritualidad, me gustaría destacar cuatro aspectos absolutamente esenciales hoy: su pasión por la belleza de Dios y su amor; su devoción y confianza en el Inmaculado Corazón de María, del que decía que era un símbolo del amor y la misericordia de Dios; su amor por la Iglesia y por la humanidad, vivido siempre con la compasión y el ofrecimiento de su vida a Dios. Esto es muy desafiante para la Iglesia hoy, cuando asistimos a una especie de eclipse cultural, de olvido e indiferencia hacia Dios. Rezamos para que sea beatificada y pido a todos los cristianos que lo hagan.

¿Qué buscará cuando llegue el momento de elegir un nuevo Papa?
El Papa Francisco es nuestro Papa; alguien que, con su ejemplo, nos llama a todos a ser verdaderos discípulos de Jesús. A pesar de su edad y de las limitaciones de sus enfermedades, aún tiene una vida plena que nos llamará a muchos desafíos. Es con él con quien quiero seguir sirviendo a la Iglesia. Creo que todos se sienten así; incluso aquellos que, no siendo creyentes, encuentran en él un referente. Es el gran referente moral del siglo XXI.

Estamos en un momento en que se ha iniciado un cambio de un modelo de Iglesia clerical, centrado en el poder del clero, a un modelo de Iglesia sinodal, basado en la corresponsabilidad de todos los fieles, en su participación para identificar nuevos caminos pastorales. Y esta mejora se debe a la tenacidad y al espíritu profético de este Papa. Estamos bien con eso.

Pero Francisco no vivirá para siempre.
No quiero esquivar la pregunta. El camino sinodal es un tiempo de escucha, sobre todo, al Espíritu Santo. Cuando se presente el problema de elegir un nuevo Papa, el Espíritu Santo nos mostrará el camino que sea mejor para la Iglesia. Y es bueno recordar que quien entra en un cónclave Papa sale cardenal.