Candidato a la Alcaldía de Sevilla tras huir de la guerra
Bienvenu Povele salió del Congo en 2002 y recorrió África hasta que en 2004 entró en Ceuta
Cuando Bienvenu Povele salió en 2002 de la República Democrática del Congo huyendo de la guerra no podía imaginar que 20 años después sería candidato a la Alcaldía de Sevilla. En primer lugar, porque, en aquel momento, Europa ni siquiera se encontraba en sus planes migratorios. Y, en segundo lugar, porque, una vez en nuestro país, tuvo que vivir una odisea para regularizar su situación. Pero de eso hablaremos un poco más tarde. Povele es el cabeza de lista de la candidatura de Por Un Mundo Más Justo (M+J) para la capital andaluza, el primero de origen africano. En los anteriores comicios fue el número cinco y ahora decidió dar el salto para abrir camino. En su partido están familiarizados, pues fue pionero en presentar como candidato a la presidencia del Gobierno a otra persona procedente del continente negro, Augustin Ndour. «He aceptado porque hay que empezar el cambio. Si no llego, no pasa nada, pero ya hemos puesto una semilla», explica en entrevista con Alfa y Omega. Aún así, cree que lo ideal es que no sea noticia que una persona de otro origen o raza se presente a las elecciones. Sin embargo, la realidad es que la representación política de los migrantes es muy baja. Entre las escasez de cifras, destaca la que ofrece una investigación del Observatorio Social de la Caixa, que recoge que en las elecciones municipales de 2015 solo el 4,3 % de los candidatos tenía su origen fuera de nuestro país. «Llevo 20 años aquí, no me considero migrante ni diferente a los nativos», explica Povele.
En lo que sí es diferente es en el camino que tuvo que realizar para llegar a la situación en la que se encuentra hoy. Dejó sus estudios universitarios —hacía Economía Política— y a su familia —es el segundo de seis hermanos— para buscar una vida mejor. Tras pasar por Congo Brazaville, donde estuvo seis meses, se fue a Camerún y luego a Nigeria. Viajaba con una mochila que contenía una Biblia, libretas para escribir, una botas de fútbol y un álbum de fotos. «Las fotos me devolvían la esperanza», afirma. La idea era quedarse en Nigeria, pero allí tampoco vislumbró un futuro y, tras un año, decidió poner rumbo a Europa.
Como tantos migrantes, se puso en manos de personas sin escrúpulos que hacían negocio a cambio de llevarlos de un punto a otro. Con ellos cruzó el desierto en Níger no sin sobresaltos. El coche en el que viajaban pinchó —iban 26 cuando estaba preparado para doce— y tuvieron que volver a pagar otro transporte. Algunos, cuenta Povele, se quedaron tirados. También vio la muerte de cerca: «Uno de los chicos con el que viajábamos se puso malo y falleció. Lo enterramos nosotros mismos. Yo pensaba en la familia, que no se enterará nunca y que seguirá creyendo que su niño se fue de viaje y no llama ni escribe». En este relato, Povele se detiene y mira al cielo. Da gracias a Dios porque ha sobrevivido y porque puede contar su historia. Quizás por eso ha consagrado su vida de algún modo a sus compañeros africanos que siguen llegando. De hecho, trabaja como técnico de acogida en la Fundación Cepaim.
No fue sencilla la entrada en España. Lo hizo por Ceuta, nadando, en agosto de 2004. En el primer intento lo capturó la Guardia Civil y uno de los agentes le dio «una paliza». Lo volvió a intentar, lo consiguió y pidió asilo. Su destino, Sevilla. No era el que él quería, pero la vida lo ha mantenido allí. Luego le denegaron la protección y vivió una odisea de cinco años en la irregularidad hasta que consiguió los papeles. Trabajó en la construcción para sobrevivir. Y como no consiguió acreditar sus títulos educativos aquí, empezó de nuevo. Se sacó la ESO, luego el acceso a la universidad y hoy estudia Derecho.
Cuando se le pregunta por la política migratoria, tiene clara la respuesta: «No hay una planificación clara». Planificación, dice, para atender a los migrantes que están en la calle, a los que no tienen tarjeta sanitaria o se ven abocados a utilizar redes clandestinas para llegar a nuestro país. «Si no se hace nada se crearán guetos», explica. También es partidario de regularizar a los que están aquí: «Cuando tienen papeles, buscan trabajo, y cuando tienen trabajo, pagan a la Seguridad Social», concluye.